La adicción al móvil se ceba con las chicas: “Sus confidentes son contactos ‘online’ a los que nunca han visto”

Más del 95% de las menores atendidas en el único centro público de adicción a las tecnologías que hay en España son chicas, que buscan refugio e ideales sobre los que construir su vida en las redes sociales.

Lo que más aterraba a Luis y Carolina de las interminables horas que su hija, de 16 años, pasaba con el móvil era quién había detrás. Las conexiones que tejen los algoritmos de las redes para sugerir nuevas amistades la llevaban a mantener conversaciones con adultos muy lejanos a su círculo de amigos. “Se estaba poniendo en situaciones de riesgo”, cuenta el padre sin concretar más. En la cena, en el baño, en su cama, el móvil siempre iba con ella. “Cada vez se aislaba más, no hablaba con nosotros y cuando lo intentábamos se ponía agresiva, de palabra, pero agresiva. Ella nunca había sido así”, cuenta la madre.

Desesperados, empezaron a castigarla sin móvil. Cuando llegaban familiares a su casa de visita o amigos, lo primero que hacía su hija era pedirles el móvil a escondidas. Pronto descubrieron que la adolescente había perdido el curso: estaba faltando muchísimo a clase, pero ellos, padres trabajadores, no estaban en casa para controlarla. La situación se agravó. La madre dejó el trabajo porque temía que la chica se hiciera daño por la altísima frustración que sentía ante la ausencia de su móvil. Fue su médico de cabecera quien las derivó a servicios sociales y allí les hablaron del único centro público de adicción a las tecnologías para menores, puesto en marcha por la Comunidad de Madrid en 2018.

Más del 95% de los adolescentes de 12 a 17 años que llegan al Servicio de Atención en Adicciones Tecnológicas (SAAT) por consumo abusivo de móvil son chicas. Sri Devi Uranga, psicóloga y coordinadora del SAAT ―el primer servicio público especializado en la prevención e intervención de las tecnoadicciones en población adolescente―, describe el perfil robot de esas menores. “Buscan intimidad en las redes sociales, contacto, sentirse importantes y adultas teniendo relaciones con personas desconocidas. Buscan ideales, figuras idealizables a las que seguir y han hipervalorado lo superficial: el cuerpo, la imagen, la belleza”.

Ella lo relaciona con “niñas abandonadas”, aquellas que desde los 10 años han tenido demasiada libertad en casa, que con más edad empezaron a faltar a clase, y abrieron cuentas en redes como Instagram sin ningún tipo de control parental. “Si hay unos valores nucleares bien construidos, eso es garantía de prevención. Ninguna adicción se genera porque sí”, añade la psicóloga.

Irene Gómez, una de las educadoras sociales del SAAT ―que en lo que va de 2023 ha duplicado el número de jóvenes y familias atendidas con respecto a 2021, casi 4.500 personas―, habla de un cambio en la forma de relacionarse de las nuevas generaciones que, en el caso de estas adolescentes, se lleva al límite. “Sus confidentes son contactos online, a los que nombran como amigos, pero a los que nunca han visto”. Las dos profesionales cuentan que en las “amistades” ahora cuenta más el número, que sean muchas, que la calidad. “Esta forma de socializar es más fácil para ellas cuando han sido víctimas de bullying, excluidas de un grupo o, sencillamente, tienen dificultades con las habilidades sociales… en las redes buscan sentido de pertenencia y validación”.

¿Qué tiene de malo esa nueva forma de relacionarse? “Cuando no involucras a tu cuerpo, estás perdiendo mucha capacidad para comunicarte. Con las pantallas no se enfrentan a vencer la vergüenza, a no saber cómo contestar. Los adolescentes están suprimiendo esa parte. Luego en la vida real colapsan o rehúsan los encuentros físicos para evitar colapsar. Faltan a clase, o van y no hablan con casi nadie. Se refugian en lo que les da sensaciones de logro”, detalla la educadora social.

Luis y Carolina, cuya hija ha acudido al SAAT de Madrid durante un año, a su salida de la sesión de terapia en Madrid.
Luis y Carolina, cuya hija ha acudido al SAAT de Madrid durante un año, a su salida de la sesión de terapia en Madrid.Claudio Álvarez

Otra de las derivadas de esa tecnoadicción es que las adolescentes empiezan a tener problemas para unirse a planes de grupo. “La fantasía que envuelve el mundo virtual les puede resultar tan atractiva que todo lo demás las desmotiva, y con la desmotivación es muy difícil funcionar, desde afrontar ocho horas académicas al día hasta ir a un cumpleaños en el que no conoces a casi nadie. Hemos detectado que las relaciones sociales físicas se han vuelto muy fóbicas”, señala Sri Devi Uranga, la coordinadora del SAAT. Hace unos meses pusieron en marcha grupos terapéuticos para tratar esa fobia. “Se sientan en parejas, de forma aleatoria, y hablan de temas superficiales. No podemos pedirles mucha apertura emocional porque muchos se bloquean e interrumpen el tratamiento, no quieren volver. El hecho de sentarse y mirar a los ojos a otro igual les cuesta”, cuenta Uranga.

Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), en España siete de cada 10 menores entre 10 y 15 años tienen móvil. La edad de primer acceso se sitúa ya en los siete años e internet es utilizado por el 95,1% de los que tienen entre 10 y 15 años. En una encuesta de hábitos de salud en alumnos de 4º de ESO de la provincia de Barcelona llevada a cabo a 24.000 jóvenes, un 45% de los que tienen entre 15 y 16 años admite que pasa más tiempo navegando con el móvil que con los amigos.

El psicólogo clínico Francisco Villar, coordinador del Programa de Atención a la Conducta Suicida del Menor del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona, ve una relación clara entre los casos que le llegan a consulta ―más de un 90% de sus pacientes son chicas― y el abuso de las tecnologías. Y la pérdida de la socialización es uno de los indicadores. “Las pantallas interfieren en el desarrollo de sus habilidades durante la primera infancia y la adolescencia: los vacían de herramientas. Y a esos menores con menos recursos para poder afrontar la vida, los sometemos a unos riesgos bestiales, los exponemos a imágenes de éxitos inalcanzables, a la comparación constante… Las big tech han tenido la habilidad de decir que cuando estamos mirando una pantalla estamos conectados”, denuncia el autor del libro Cómo las pantallas devoran a nuestros hijos (Herder).

A Villar, defensor de la prohibición total de los móviles hasta los 16 años, le resulta sorprendente que la estrategia de Salud Pública 2022 no contemple las pantallas como un problema de salud pública con apartado propio. “Muchas familias creen que por negar a sus hijos adolescentes el acceso al mundo digital los están privando de libertad, y eso es un engaño con todas las letras, lo que están haciendo es abrir las puertas de la intimidad de sus hijos a empresas tecnológicas”. Además, critica que se haya vendido la idea de la multitarea como un avance de la especie, cuando supone un retroceso, porque “lo que ha sido difícil de conseguir es la focalización y la concentración de la atención”.

El experto señala que las principales víctimas son las menores de familias con un nivel socioeconómico más bajo, lo que la coordinadora del SAAT llama “niñas abandonadas”. Presenta el escenario: cuando una familia cuyos progenitores trabajan todo el día y no pueden mantener una supervisión suficiente de los menores, ni hacer un acompañamiento adecuado, la precariedad también les impide comprarles dispositivos. Entonces llegan las tecnológicas, venden la idea de la brecha digital y los colegios empiezan a entregar dispositivos a esos alumnos sin supervisión familiar. El resultado es que una vez en casa, tienen desde muy pequeños un aparato que los expone a cualquier influencia durante un tiempo ilimitado. Mientras, sus compañeros de familias más acomodadas hacen actividades protectoras, como, por ejemplo, extraescolares deportivas. “Es la cruda realidad”, lamenta Villar.

Un estudio del eHealth Center de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) junto a investigadores de la Universidad de Girona mostró en 2021 que un 60% de los adolescentes no tienen normas en casa para el uso de los dispositivos digitales (ya sean móviles, televisiones, ordenadores, tabletas o videojuegos). Y el 38% reconocen que usan el móvil continuamente ―la muestra se realizó con 977 estudiantes de entre 11 y 18 años―.

Estado emocional

Según el último informe GEM 2023 de la Unesco, desde 2010 se ha duplicado el tiempo diario que los adolescentes pasan conectados en España, Francia e Italia: los que tienen entre 15 y 16 años dedican dos horas y media, mientras que los menores de entre 12 y 14 años destinan tres horas y 12 minutos. “Una revisión de 89 estudios sobre pantallas en diferentes países sugiere que son los estudiantes de primaria los más afectados por ese incremento, y se ha visto que afecta negativamente a la alimentación, el sueño, la salud mental y la ocular”, apunta Laura Stepanovic, experta de la división de adolescencia de la Unesco. El documento señala que un consumo superior a dos horas al día está relacionado con la aparición de síntomas depresivos, peor rendimiento académico, y mayor sedentarismo. “Una muestra representativa que se hizo en 2022 en Estados Unidos mostró que los menores entre 12 y 17 años con mayor consumo online mostraron menor curiosidad, autocontrol, estabilidad emocional y mayores niveles de ansiedad”, añade Stepanovic.

La adolescencia es especialmente crítica desde el punto de vista de la salud mental para ellas, según un estudio de la Universidad Complutense publicado en 2023 que utilizó el cuestionario de fortalezas y dificultades SDQ de Goodman ―el más empleado internacionalmente para detectar el riesgo de problemas de salud mental en la infancia y la adolescencia― a partir de los 10 años. Un 16% de las adolescentes aseguró sentir tristeza, inquietud, e incluso que “no merece la pena vivir” (frente a un 6,9% de ellos). María José Díaz-Aguado, catedrática de Psicología de la Educación y coautora del estudio, explica que ellas reportaron tener con frecuencia más dolores de cabeza, estómago o náuseas, así como sentirse a menudo preocupadas, desanimadas o tener problemas de relación con iguales. “Entre las afirmaciones estaban las frases prefiero estar sola que con gente de mi edad o me llevo mejor con personas adultas que con gente de mi edad”.

Sobre las menores que acuden al SAAT, la coordinadora Sri Devi Uranga explica que los altos consumos de móvil llevan a un estado ansioso depresivo, en el que les cuesta afrontar la realidad. “Llegan con un estado de ánimo muy bajo, el apego hacia la vida es escaso y la motivación por cosas saludables que le hagan sentir bien se ha perdido, solo hay un deseo de consumir”. Ahí entra el trabajo de la terapia: “cambiar esas rutas neurológicas que han quedado grabadas, deconstruir y grabar unas más saludables sin consumo de tecnologías”.

―¿Qué les recomendaría a los padres para evitar estas situaciones cuando sus hijas aún son pequeñas?

―Que conecten con su creatividad, que fomenten espacios divertidos con sus hijos, de juego, que se vayan de barbacoa. Así es cómo se forja la autoestima de un niño. Cada generación tiene sus características, y eso hay que aceptarlo. Pero este modelo no es saludable, cuando se pierden las relaciones sociales e íntimas, dentro del ser humano, algo muere― contesta la psicóloga.

Ana Torres Menárguez

FOTO: Una adolescente utilizaba su móvil en Madrid.Claudio Álvarez
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