Acabadas las fiestas, saturados los accesos a las grandes superficies, volcados los ayuntamientos en cabalgatas para hacer llegar a sus gentes el sabor de la ilusión, gastados los recursos propios y ajenos, gozado por decreto, callados los políticos unos días, pasadas las jornadas de felicidad obligada… empezamos la cuesta de enero.

Llegó la lotería a algunas gentes granadinas, otras se quedaron con el reintegro, la mayoría vimos que, como dice el dicho, la mejor lotería es la salud y el trabajo de cada día, sobre todo para no ampliar más las insostenibles listas en la sanidad andaluza que parecen solo ver quienes las padecen, y las cuentas de los empresarios que, como es natural en ellos, frenan lo posible las subidas
salariales de sus empleados.

Y es que la riqueza va por arterias para quienes la disfrutan y por capilares en aquellos que la sueñan. Lo normal es que cada cual acomode sus gastos a sus ingresos, que diría un afamado economista al que nunca faltó nada, pues le venía de herencia.

Y sí, ya estamos subiendo la cuesta de enero, este mes templado que sigue con las guerras del año pasado, con las escaladas de enfermedades víricas y en el que vuelven los improperios de
estos vividores de la cosa pública que solo trabajan para sus intereses y de los que los han puesto ahí. Por pedir algo a este año, solo pediría dos cosas, inteligencia para acabar de una
vez con estas absurdas guerras, y capacidad de acordar que nuestro país sea lo primero, y no las necedades que algunos anteponen a los intereses generales. Luz en las cabezas, soluciones
en los despachos, pragmatismo en las decisiones, seriedad y respeto a las personas que aquí vivimos. Nada más.

FOTO: KEYNES

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