Estamos de ferias. Nuestra clase política se va a Madrid a vender las bondades turísticas de Granada en las parcelas expositoras que nos han concedido los prebostes del reparto.

Allí se pondrán en valor sierra, playas, monumentos, gastronomía…, y nuestros políticos serán algunos de quienes se encarguen de ejemplificar lo bien que se pasa aquí, si se viene, que algunos se olvidan volver.

Entre tanto, otra feria se celebra desde hace meses en la zona de Gaza. Allí, los fabricantes de armas exponen la eficacia de sus productos. Sobre el terreno se puede comprobar que los sofisticados misiles cada vez matan más y mejor, que sus muertos no regresan y que además cumplen con la función de generar un odio ejemplar para el futuro en las almas de quienes lo pierden todo desde la inocencia más absoluta. Los grandes beneficiados de esta feria no son los soldados que pulsan el botón, son los ejecutivos de las fábricas armamentísticas a las que acuden los gobernantes para gastar los dineros de nuestros impuestos.

Un mundo armado, piensan, es un mundo más seguro, porque los que mueren son siempre los mismos, los pobres; quienes quedan mutilados, arrasados no son quienes gozan de todos los bienes y manjares de la creación, que tienen sus islas y sus aviones para llegar a ellas, y sus barcos y sus goces placenteros sensoriales. Ellos son los que aumentan sus caudalosas riquezas para que se juegue a la guerra y se renueven los parques armamentísticos, de forma que en la próxima feria los nuevos misiles, tanques, aviones, bombas y máscaras luzcan fruto de la investigación en la muerte que tantas rentas genera. Amén.

FOTO: El Cristo de los Gitanos es protagonista en el stand de Fitur. Foto: Dipgra

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