Cómo aliviar la carga mental simplificando decisiones cotidianas
17 febrero 2024Estar constantemente recordando, planeando y gestionando, agota, pero hay herramientas sencillas para disminuir la carga mental a diario.
Carga mental: decisiones cotidianas que pueden aliviarla
«Soy una de esas alocadas que adora llevar lo mismo cada día. Puede que tenga veinte camisetas blancas y cinco vaqueros iguales. Pero el uniforme es mi forma de vestir”, contaba la diseñadora Anine Bing en su cuenta de Instagram en un alarde de sinceridad en favor de su apuesta por llevar (casi) siempre lo mismo. Una comodidad que trasciende la pura practicidad. Entre las infinitas tareas de un día a día en el que las obligaciones laborales se entremezclan (sin barreras) con pequeñas gestiones que resultan agotadoras –organizar citas médicas, mensajes, tareas del colegio y un largo etcétera de quehaceres invisibles que restan tiempo y energía– crear looks fáciles y repetitivos puede ser una reconfortante alternativa para aliviar la temida carga mental. En mi caso, que me empeñaba en experimentar con la ropa por cumplir con ciertos cánones estéticos o tendencias, aligerar esa decisión eligiendo combinaciones similares me ha aliviado sobremanera.
¿En qué consiste exactamente la carga mental?
Es tan solo un ejemplo de cómo se pueden encontrar herramientas para hacer frente a ese agotamiento cognitivo al que nos enfrentamos cada día debido a un ritmo de vida multitarea, acelerado y poco saludable. La carga mental se define como “una constante preocupación, el tener siempre algo en mente”, incluso cuando las acciones relacionadas no van acorde a ese momento específico. Estamos continuamente recordando, planeando y coordinando diferentes tareas e ideas, posponiendo la experiencia del momento presente a un segundo plano. Esta carga implica un esfuerzo cognitivo al planificar, pero también emocional ya que pasan por la mente acciones, imágenes o pensamientos y siempre vienen acompañados por valoraciones, creencias y estados de ánimo”, explica Irene Ampuero López, psicóloga de Instituto Psicológico Claritas.
Un aceleramiento que implica un estado de supervivencia constante. “Es la relación entre las exigencias de la tarea y los recursos mentales de los que dispone una persona para poder hacer frente a dichas demandas. Es un sobresfuerzo por estar en alerta a todos los niveles que nos agota porque sobrepasa nuestros límites o recursos o simplemente porque somos incapaces de dejar de pensar en cómo vamos a gestionar dichas tareas u obligaciones”, añade Jenny Rodríguez Castellón, psicóloga de la plataforma Buencoco. Esa incapacidad para frenar la actividad mental se ha visto acrecentada en los últimos tiempos, según Rodríguez Castellón, por “la presión social que nos exige vivir en la inmediatez y rapidez. También en la necesidad de la multitarea, ya no dedicamos tiempo a realizar solo una actividad con conciencia plena. Nos saturamos de estímulos casi sin pararnos a reflexionar si lo que estamos haciendo tiene algún sentido para nosotros. Y nos lleva a la fatiga mental y al bloqueo”.
Sin embargo, y aunque ese bloqueo puede parecer algo negativo, para Ampuero López es una señal que puede ayudar a cambiar un proceso aparentemente automático sobre el que sí se tiene capacidad de decisión. “Están interactuando las creencias, ideas, expectativas, objetivos, toma de decisión, resolución de problemas… y de algunos de ellos podemos ser conscientes y con entrenamiento hasta tener un mayor manejo. Por tanto, cuando rumiamos sobre cosas de las que no tenemos el control (ya hemos hablado sobre cómo hacer frente a esta incertidumbre), o cuando nos proponemos objetivos que no son realistas (de ahí la importancia de gestionar las expectativas con un optimismo realista) o que no cubren nuestras necesidades, podemos llegar a bloquearnos. Esto realmente es adaptativo: menos mal que algo nos para cuando no lo hacemos nosotros. Por supervivencia, el cerebro nos bloquea en momentos desbordantes, como puede ser cuando tenemos una carga mental tan alta en la que, además, se están haciendo interpretaciones erróneas como ‘yo puedo con todo’. Lo importante cuando sintamos esto, aunque sea una sensación muy desagradable, es recordar que no es peligroso sino que se trata de un mecanismo para protegernos”, explica. Eso sí, cuando esa carga se intensifica y se instala como una tónica generalizada las consecuencias pueden tener también una deriva emocional y física que genere diferentes problemas de salud.
Cómo aprender a gestionar la carga mental
Aprender a gestionar esa saturación pasa por diferentes alternativas. Por un lado, señala la experta de Buencoco, delegar y pedir ayuda. Aunque durante mucho tiempo hemos creído que podíamos con todo por una exigencia social y propia desmedida, “la idea es poner límites (o aprender a decir NO) y saber hasta dónde podemos llegar”, afirma. “Es necesario parar e invertir tiempo en hacer una buena planificación del día o de la semana de una manera realista. E incluir tiempos de descanso para que la atención no se vea saturada o sobrepasada. Es esencial tener la flexibilidad de poder aceptar y asumir que si no llegamos a todo, no pasa nada (un optimismo realista de verdad). También resulta beneficioso priorizar entre las cosas que son urgentes y las que son importantes y saber delegar. Asumimos más de lo que podemos manejar por el temor al juicio ajeno”, señala la psicóloga Rodríguez Castellón.
“Algo con lo que las personas sienten alivio y gratificación es con el control. Las rutinas son una muestra de ello. Convertir ciertas tareas en hábitos requiere menos esfuerzo mental y emocional ya que las decisiones quedan tomadas de antemano”, señala Ampuero López. Aunque destaca también la cara opuesta de esa mecanización. “Realizar tareas cotidianas desde la plenitud en el momento presente, siendo consciente de cada paso, conectando con los sentidos, entrenando con ejercicios de mindfulness, libera el resto de asuntos irrelevantes para esa actividad concreta en ese momento presente. La mejor opción podría consistir en tener hábitos y rutinas establecidas, para así liberar algunas tomas de decisiones y, en el momento de llevarlas a cabo, conectar con el momento presente”, aconseja.
La clave, añade la psicóloga Brígida H. Madsen, “es detectar aquello que nos sobrepasa y nos genera malestar para trabajar en ello y simplificar al máximo aquello de lo que no podemos prescindir”. Por eso, si la selección de prendas a modo de uniforme hace sentir bien y ayuda a empezar el día mejor, sobre todo en casos de estrés decisional, adelante. Aunque no será una opción para todo el mundo ya que otras personas disfrutan de esta elección y prefieren aligerar su carga de otra manera. “Hay varias decisiones cotidianas que se pueden simplificar para conservar energía mental (como el hábito de 2 minutos). Por ejemplo, utilizar recordatorios, alarmas y aplicaciones para automatizar tareas rutinarias como pagos, recordatorios de citas y listas de compras”, recomienda la psicóloga Pilar Guerra Escudero. En definitiva, se trata de elegir las batallas que se quieren librar y trabajar en esa higienización mental tan vinculada con la necesidad de autocuidarse. “Hablamos de encontrar un equilibrio que se adapte a nuestras necesidades individuales y promueva un mayor bienestar mental”, concluye.
Algunas ideas para ahorrar energía mental
- Las gestiones de la vida social incrementan considerablemente esta carga. La experta de Buencoco, en el caso de los grupos de WhatsApp del colegio, por ejemplo, aconseja repartir esa gestión entre los miembros de la pareja. “Así se evita que toda la responsabilidad recaiga en una persona”.
- La tecnología no lo pone fácil, pero la desconexión es necesaria. “Su falta es precisamente lo que provoca carga mental. Nos ayudará desconectar del trabajo cuando estamos en casa y hacerlo de las obligaciones familiares cuando estamos en el trabajo”, dice Rodríguez Castellón.
- Crear menús semanales o tener opciones de comida saludables accesibles ayuda. También establecer rutinas matutinas y nocturnas claras ya que elimina la necesidad de tomar decisiones sobre cada paso, desde la ducha de la mañana hasta la hora de acostarse”, Guerra Escudero.
Este artículo fue publicado originalmente en el número de febrero de 2024 de Vogue España.
Por Ana Morales
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