23 noviembre 2024

«Bilingüismo, el nuevo caballo de Troya» por Mª ISABEL LÓPEZ MÁRQUEZ (MAESTRA DE INGLÉS)

EL mal llamado «bilingüismo» que se ha enseñoreado de nuestro sistema educativo no es otra cosa que una aberración académica. Paso a explicar esta contundente afirmación, que no es más que una opinión, aunque basada en la experiencia de muchos años siendo maestra de de inglés.

Creo firmemente que no es «aprendiendo» áreas de conocimiento distintas a las lingüísticas, (Ciencias Naturales, Geografía e Historia, Matemáticas.), como los alumnos adquirirán la capacidad de comunicarse en lengua extranjera. Una lengua se aprende hablándola, usándola como medio de comunicación, que es para lo que han sido creadas. Ya me contarán para qué les podrá servir a los alumnos el conocer el nombre de las rocas y los minerales en inglés en un intercambio comunicativo con un nativo. Eso no va a mejorar su capacidad de comunicación en esa lengua, pero sí empeorará sobremanera su conocimiento de la materia, en clara desventaja con los alumnos que la estudian en lengua materna.

Lo que se necesita para que los alumnos alcancen el dominio de lo que ahora se llama «competencia lingüística en lengua extranjera» son otras cosas: más horas de inglés (o del idioma que sea), grupos de alumnos más reducidos, metodologías de aprendizaje atractivas para el alumnado, alejadas de los libros de texto al uso, utilización masiva de recursos audiovisuales, dotación suficiente de auxiliares de conversación nativos, al menos, uno por cada centro. Y sobre todo, la inmersión lingüística, la asignatura suspensa en esta desquiciada carrera hacia el bilingüismo. Una inmersión lingüística al alcance de todos, no sólo de aquellos alumnos cuyas familias tengan una situación económica que se lo permita (que son muy pocos), o de aquellos que figuran con las mejores notas en Inglés. Si el objetivo es que los alumnos sean capaces de comunicarse de modo fluido en lengua extranjera, les estamos privando a los que no llegan al sobresaliente o al notable alto de un recurso fundamental para conseguirlo. Que nadie se rasgue las vestiduras; no se trata de que las arcas públicas financien una estancia en el Reino Unido a todos. Hay otros modos, como los campamentos de verano, que podrían ser subvencionados según la renta familiar.

En estas lides, nuestros vecinos portugueses, ha mucho descubrieron la piedra filosofal y es de dominio público lo bien que les funciona: desde hace muchos años, las cadenas portuguesas emiten las películas, las series de dibujos animados y de TV, en versión original, algo muy alejado de los tristes y absurdos pastiches que en España se pusieron de moda, con series como «Dora, la exploradora» y engendros similares.

El esfuerzo y el sacrificio para el sistema educativo y para los profesores son enormes. El holocausto de plazas de maestros y profesores de especialidades básicas, como Primaria, Educación Infantil, Lengua, Geografía e Historia o Matemáticas, en aras de la búsqueda del profesorado bilingüe, terminará por pasar una factura al sistema y por ende, a la sociedad, que se me antoja inabordable e impagable. Con el sistema actual, es necesario dejar el hueco disponible en los centros educativos para que sea cubierto por personal docente con acreditación lingüística en lengua extranjera que, en el caso de Extremadura, siempre será profesorado eventual, ya sea en régimen de interinidad o en comisión de servicios. Esto provoca que haya un número tremendamente abultado de plazas bloqueadas permanentemente (en Badajoz capital son la friolera de cuarenta plazas), a las que no se pueden acceder mediante concurso de traslados ya que de modo surrealista, las plazas con perfiles bilingües no están legalmente creadas, lo que provoca que demasiados centros educativos no cuenten con una plantilla de profesionales estable, hecho que termina repercutiendo de modo inexorable en el alumnado. Eso por no hablar de los centros de nueva creación, donde la provisionalidad de prácticamente el cien por cien del profesorado se perpetúa ‘per secula seculorum’. Todo sea por el divino y adorado bilingüismo.

También es importante el esfuerzo que debe hacer el profesorado, cuya profundización en los aspectos científicos de su materia o en otros aspectos educativos básicos (en un tiempo en que las metodologías son enormemente cambiantes y se precisa de un esfuerzo extra para no quedarse anclados en el anacronismo pedagógico), se ve seriamente dañado. El profesorado se embarca en una carrera contrarreloj para obtener el ansiado B2, que le permitirá impartir las áreas bilingües, en el mínimo tiempo posible, con el esfuerzo intelectual, personal, familiar y sobre todo económico, que requiere la adquisición de la ansiada acreditación lingüística. Una vez obtenida, pasará a formar parte del selecto club de «los reyes del mambo» y se le abrirán las puertas de los mejores centros de Extremadura a los que somos funcionarios de carrera y obtendrán su ansiada vacante los que son interinos, con independencia del puesto que puedan ocupar en su lista.

Mientras tanto, organizaciones como Cambrigde, Trinity y los Institutos de Lenguas Modernas se frotan las manos por la ingente demanda de sus certificados y sus cursos, que se pagan a precio de oro, algunos de los cuales sólo tienen una vigencia de dos años. Porque conseguir plaza en las Escuelas de Idiomas, que es lo más asequible para unos bolsillos mermados, se convierte en una odisea teniendo en cuenta la limitación de la oferta y la multitudinaria demanda.

Curso tras curso se va incrementando el número de centros y grupos en los que se imparten una o dos materias en lengua extranjera. Los gobiernos de turno muestran con orgullo las cifras y se cuelgan las medallas. Eso sí, sin haber llevado a cabo un riguroso seguimiento y evaluación de la implantación de este sistema, mal llamado «bilingüe» y, lo que es más grave, sin reflexionar y analizar acerca de las consecuencias que podrá tener, tanto a nivel educativo como social, sobre la persona de estos niños y jóvenes, falsamente convertidos en ‘la nueva élite’ de colegios e institutos.

Lo dicho, este «bilingüismo» que nos venden como la panacea se asemeja a las malas imitaciones de los perfumes caros, que no sólo no huelen igual que el perfume original, sino que con toda seguridad, terminará por provocarnos un indeseable sarpullido.