¿Trabajo en el sitio equivocado? El fenómeno de la sobrecualificación
Invertir o no en educación superior es una de las decisiones más importantes a las que se tiene que enfrentar un individuo a lo largo de su vida.
Gran parte de los que se animan a hacer esta inversión lo hacen con la expectativa de mejorar sus oportunidades laborales en el futuro, y no se equivocan: los colectivos con mayor nivel educativo tienen una mayor tasa de actividad, mayor tasa de ocupación y menor tasa de desempleo que aquellos con un nivel educativo menor. Sin embargo, ¿podemos considerar casos de éxito de la educación superior a biólogos que trabajan de dependientes o economistas con ocupaciones de administrativos? Probablemente no. Este tipo de desajuste entre el nivel educativo del trabajador y el nivel requerido en su puesto de trabajo se conoce como sobrecualificación.
Los trabajadores sobrecualificados no son casos excepcionales, ni una consecuencia exclusiva de la crisis económica y la posterior destrucción masiva de empleo. Tal como indica el gráfico que se muestra a continuación, alrededor de la mitad de los países de la UE-27 tiene un porcentaje medio de más del 15% de trabajadores sobrecualificados para el periodo comprendido entre el 2001 y 2011. Entre ellos destaca el caso de España, donde el 22% tiene un nivel educativo mayor al requerido en su puesto de trabajo.
Además, el fenómeno de la sobrecualificación es un estado permanente para la mayoría de estos trabajadores. Existe una especie de “trampa de la sobrecualificación” en la que una vez se está sobrecualificado, disminuye la probabilidad de cambiar a un nuevo trabajo adecuado al nivel educativo del trabajador.
Pero, ¿debe preocuparnos que haya trabajadores sobrecualificados? La respuesta es que sí, no solo por ser un fenómeno importante y permanente, sino por la multitud de consecuencias negativas que conlleva a la mayoría de agentes económicos.
En primer lugar, afecta a los propios trabajadores sobrecualificados. Gran parte de la literatura académica se ha centrado en analizar el efecto de la sobrecualificación en los salarios. Los resultados indican que los trabajadores sobrecualificados reciben un salario superior al de sus compañeros de trabajo que están adecuadamente educados, pero es inferior al que deberían obtener en un trabajo adecuado a su nivel educativo. Por otro lado, pueden padecer problemas de salud como una menor autoestima o síntomas de depresión, factores que pueden repercutir negativamente a su productividad en el trabajo. Experimentan, también, menor satisfacción laboral y menor satisfacción general con la vida.
En segundo lugar, la sobrecualificación puede tener un efecto intergeneracional en el rendimiento académico de los niños. En un estudio reciente hemos encontrado que los estudiantes con alguno de sus padres sobrecualificado muestran un rendimiento educativo menor al de los estudiantes cuyos progenitores tienen un nivel educativo adecuado al que requiere su puesto de trabajo. Una posible explicación a este resultado es que los hijos de padres sobrecualificados pueden infraestimar los beneficios de la educación al ver que sus padres no cumplieron sus expectativas laborales.
Por último, la sobrecualificación afecta también al conjunto de la economía a causa del desaprovechamiento de recursos económicos públicos. La inversión pública en educación superior conlleva numerosos beneficios sociales y económicos en los países que la realizan. Los beneficios económicos se obtienen principalmente mediante la recaudación de impuestos, ya que aquellos con estudios superiores tienen mayores salarios. Sin embargo, si la proporción de sobrecualificados es elevada habrá un número importante de trabajadores que reciben un salario inferior al esperado y, en consecuencia, la recaudación (vía impuestos) de la inversión en educación también será menor a la esperada.
Una cuestión importante que no se suele considerar en el análisis de la sobrecualificación (por falta de datos), es el papel que juegan las competencias y habilidades de los trabajadores. Trabajos recientes advierten de la existencia de una variabilidad importante de competencias y habilidades entre personas con el mismo nivel educativo. Por ejemplo, una persona puede haber adquirido un título universitario que le da acceso a determinados trabajos cualificados pero que no los pueda conseguir por no tener las competencias o habilidades necesarias para desempeñarlos correctamente. En consecuencia, esta falta de competencias le puede llevar a obtener un trabajo para el cual esté sobrecualificado, concepto que se conoce como “sobreeducación aparente”.
La reciente base de datos PIAAC de la OCDE, que mide objetivamente las competencias numéricas y de comprensión lectora de la población de diferentes países, nos permite tener una idea sobre la relación entre la sobrecualificación y las competencias. Los datos muestran que, sorprendentemente, el 83% de los trabajadores sobrecualificados de todos los países considerados tiene el nivel justo de competencias para el trabajo que desempeña. Este porcentaje corresponde a un 75% para España. En otras palabras, parece que la mayoría de sobrecualificados tiene un déficit de competencias con respecto a los demás trabajadores con el mismo nivel educativo. Así pues, su menor nivel de competencias puede ser la causa de la sobrecualificación y, por lo tanto, de las consecuencias a los diferentes agentes que he detallado anteriormente.
Ante esta situación, ¿qué se puede hacer para reducir la sobrecualificación? El diseño de políticas tanto en el ámbito laboral como en el educativo es clave. Por un lado, deberían ser útiles diferentes acciones para incentivar la creación de empresas de elevado valor añadido y aumentar así la demanda de trabajadores cualificados. Por otro lado, la existencia de “sobreeducación aparente” pone de manifiesto la necesidad de diseñar políticas educativas para mejorar la adquisición real de competencias durante la realización de los estudios e incentivar la formación a lo largo de la vida.