7 diciembre 2024

La mejor forma para que un niño aprenda a leer: con paciencia y evitando las comparaciones

Aprender a leer es un proceso lento que empieza en Educación Infantil, pero no tiene por qué darse antes de los seis años y se consolida en tercero de Primaria.

Una de las dudas que surge entre las familias al terminar la Educación Infantil es si sus hijos han aprendido a leer. Si ya son capaces de identificar las letras y unirlas con fluidez formando palabras. Unos lo harán más rápido y otros más despacio, así que esta es una preocupación que aparece, sobre todo, si se empieza a comparar a unos niños con otros. “Cada menor tiene que pasar a Primaria según como vaya y dependiendo de su nivel madurativo, porque leer y escribir es un objetivo de segundo de este ciclo”, apunta Pilar Serrano Burgos, profesora de Infantil en el CEIP Teresa Berganza de Boadilla del Monte (Comunidad de Madrid) y autora de una veintena de cuentos infantiles, entre ellos La nota (Kalandraka, 2020), que recibió una mención especial en el Premio Internacional Compostela para álbumes ilustrados, y Una mágica oportunidad (Libre Albedrío, 2023).

El aprendizaje de la lectura es un proceso lento que comienza desde el momento en el que se empieza a contar cuentos a los niños desde muy pequeños. “Los estudios demuestran que existe una exposición a más de 70.000 palabras entre los menores cuyos padres les leen cuentos antes de dormir y los que no”, detalla Miguel Ángel Tirado, doctor en Ciencias de la Educación, profesor en la Universidad de las Islas Baleares (UIB) e inspector de educación. Él es el autor del artículo Dime cómo lees y te diré cuánto aprendes. ¿Qué nos aporta la investigación a la enseñanza de la lectura?, publicado en la revista de educación e inspección Supervisión 21, de la Unión Sindical de Inspectores de Educación. En su artículo, Tirado asegura que la mejor forma de enseñar a leer en la escuela es desarrollando la conciencia fonológica.

La conciencia fonológica, explica Tirado, es la capacidad de reconocer, identificar y manipular los sonidos del habla: “Entender que perro y pelota comienzan con el mismo fonema p o cómo manipulando la primera letra de sol podemos obtener la palabra col”. Después de que los menores entienden este proceso, algo que suele ocurrir entre finales de Infantil y primero de Primaria, según explica el experto, se empieza con el trabajo de decodificación, o sea el reconocimiento de las letras para asignarles un sonido.

Tirado detalla cómo es el proceso de adquirir la conciencia fonológica: “A principios de Infantil, con tres años, se puede identificar que una frase tiene tres palabras: ‘Esta pelota roja, por ejemplo”. En el siguiente curso, con cuatro años, según continúa, se trabaja la conciencia silábica: “Es decir que pelota, por ejemplo, tiene tres golpes de voz”. Y, en el último curso de Infantil, con cinco años, se explica la conciencia fonémica: “Por ejemplo que la palabra casa tiene cuatro fonemas y cómo suena cada uno de ellos”. Tirado sostiene que durante estos cursos se ha tocado poco el lenguaje escrito porque estos pasos son esenciales para automatizar las habilidades de decodificación: “No es hasta que se haya aprendido a decodificar y se hayan adquirido unos niveles de fluidez mínimos de lectura en los tres primeros cursos de Primaria cuando se comienza a leer para aprender, el siguiente paso natural hacia la comprensión lectora”. Para el docente, hay un curso clave: tercero de Primaria: “Si en ese curso no han adquirido un nivel de fluidez mínimo que les permita prestar atención a la comprensión, es decir, que no se vayan dando de bruces contra las palabras, si no lo logran se puede producir un efecto bastante demoledor respecto de su futuro académico”.

Cómo se entrena el cerebro

Leer y escribir no es una tarea natural para la supervivencia del ser humano. “No nos acordamos de lo difícil que fue nuestro proceso”, apunta Tirado. Una idea que comparte la neuropediatra María José Mas, autora de El cerebro en su laberinto: los trastornos del neurodesarrollo (Next Door Publisher, 2020). “A nivel neurológico existe un circuito básico que sí es necesario para la vida que consiste en distinguir formas, colores y texturas, pero, para eso, primero tiene que madurar el área visual”, explica. “Ese circuito básico es el que utiliza la lectura para unir sonidos y asignarlos a formas para formar palabras”. Según sostiene, esto no tiene por qué pasar antes de los seis años.

“En mi aula con niños de tres años lo único que trabajamos es el nombre propio, pero no les impongo las letras”, retoma Serrano. “Ellos lo aprenden y lo van interiorizando”, prosigue, “aprenden solos y mi misión es generar en ellos la curiosidad”. Esta profesora ha comprobado que lo normal es que los menores aprendan primero a leer y luego a escribir, y no lo hacen al mismo nivel: “Un día tienen ganas de saber qué pone en un cartel o quieren jugar a algo que necesitan escribir y nace su interés y, de repente, todo hace conexión”. “Ese clic en el cerebro es el momento más bonito. Cuando se te quedan mirando y te dicen que ya saben leer”, agrega Mas. Según explica esta neuropediatra, a partir de ahí todo va más rápido: “Aunque si ese momento no se está produciendo igual hay que esperar y no pasa nada”. Mas incide en que las prisas por enseñar a leer tampoco son recomendables. “Si enfrentas a un menor a un problema para el que todavía no está preparado y siente que no lo puede hacer, hay un rechazo”, subraya.

Otra cosa distinta es detectar que algo no va bien a la hora de aprender a leer. Para la neuropediatra no hay que esperar a los nueve años para diagnosticar, por ejemplo, una dislexia: “Si el niño lleva un tiempo entrenando, un año entero a partir de la entrada en Primaria, y vemos que no puede, no hay que esperar”. Por su parte, Tirado insiste en que es importante trabajar con los menores la conciencia fonológica porque también ayuda a prevenir problemas y dificultades en el aprendizaje de la lectura, a lo que añade que la escuela tiene un papel fundamental a la hora de detectar estas dificultades. Aunque, matiza, no se está haciendo lo suficiente. Por su parte, Serrano asegura que antes de los seis años es muy difícil de detectar un problema: “Pueden echarle un vistazo en Infantil y ver que no hay nada porque es muy pequeño, pero, años después, en segundo de Primaria, cuando ya tienen que saber leer y escribir, sí descubren algo. Pero es muy complicado dar con un diagnóstico a no ser que sea muy claro”.

Rocío Campos Ramírez

FOTO: El aprendizaje de la lectura es un proceso lento que comienza desde el momento en el que se empieza a contar cuentos a los niños.Catherine Falls Commercial (Getty Images)

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