24 noviembre 2024

La palabra estaba en el lomo de la enciclopedia. Cada vez que levantaba yo la vista, la veía allí, en letras doradas. Esa palabra era: Ciliados.

Pero no sabía qué significaba. Acaso, en vez de una palabra, fuese un secreto. La verdad es que no entendía ninguna de las voces impresas en esos lomos. Aquel iba desde Ciliados hasta Fyvaller, escrita con y griega. Otra intriga permanente. Claro que bastaba con abrir el volumen y leer. Sin embargo, una vez hecho esto, se me olvidaba lo que había leído, y el enigma retomaba su fuerza. Más que amnesia, era frenesí.

No existen palabras suficientes para aclarar el misterio que hay en una sola palabra. Luego me pregunté, pero esto sucedió más tarde, qué pintaba un vocablo en plural en una enciclopedia. Lo suyo es que lo pongan en singular. Por ejemplo, que el difunto poeta Jesús Lizano me perdone, en el diccionario siempre sale mamífero, en vez de mamíferos. Quizás es que un ciliado es tan pequeño, que, si sale uno solo, no se le ve.

Al poco, en el colegio, el maestro nos mandó dibujar un ciliado cuando nos explicó las células, en Naturales. Era como un barbapapá aplastado, y los pelos le salían por las orillas. El ciliado, no el maestro. Aquellos pelos eran los cilios. En la misma lección, nos explicó la fagocitosis. Entonces se decía mucho fagocitar. La gente que leía sin parar, en vez de devorar libros, los fagocitaba.

Antes era normal hablar con términos científicos. Hoy ya no se usan en la vida cotidiana, el lenguaje se ha vuelto más emocional, y empleamos expresiones como “no me da la vida”. Esta es porque la idea de tiempo ya no nos parece humana. Pobre Einstein. Ahora somos más de Oppenheimer. Estos días se ha celebrado la semana mundial del cerebro, y yo no sé qué pensar.

Javier Pérez Andújar

https://cadenaser.com/nacional/2024/03/16/el-lenguaje-emocional-cadena-ser/?sma=newsEditorialSER_generico20240318

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