¿Por qué se indultan presos por Semana Santa en España?
Tradiciones: Cada Semana Santa, el Consejo de Ministros indulta a algunos reos, que luego procesionan en agradecimiento a la misericordia divina. ¿De dónde viene esta práctica? ¿Y por qué sigue vigente?
Como apareció publicado en el Boletín Oficial del Estado, esta Semana Santa cuatro presos van a recibir el indulto a propuesta de sendas cofradías de Granada, Salamanca, Málaga y León. Se trata de un privilegio que tienen las hermandades antes de la celebración de la pasión, muerte y resurrección de Cristo.
Ahora bien, estas proponen a sus aspirantes al indulto, pero es el Consejo de Ministros el que tiene la última palabra. En el caso de la malagueña Cofradía de Jesús El Rico, ni siquiera eso, puesto que sus miembros dejan en manos de Instituciones Penitenciarias y la Audiencia Provincial la decisión sobre qué reo designar como candidato.
Este año son tres hombres y una mujer, condenados por delito contra la propiedad industrial, robo con fuerza, tráfico de estupefacientes y robo con fuerza en las cosas (daño a objetos materiales). Como viene sucediendo desde hace años, no hay ningún crimen de sangre. El más beneficiado es el convicto de Málaga, que se salva de cumplir tres años de encarcelamiento.
Con la cara cubierta y vistiendo una túnica, el Miércoles Santo será liberado frente a las autoridades civiles y religiosas y los miles de fieles y nazarenos que se agolparán a los pies de la escalinata de la catedral. Algo similar sucederá en Salamanca, donde, recogida en los juzgados, la indultada procesionará con la Hermandad de Nuestro Padre Jesús del Perdón.
Parece una estampa de otra época, de ahí las críticas de los que creen que no tiene cabida en un estado aconfesional. Sus defensores lo justifican por pertenecer a la tradición jurídica de España, y en eso no se equivocan.
Como explica el jurista Juan Ramón Rodríguez Llamosí en El perdón cristiano en el Derecho español: los indultos a las Cofradías de penitencia (2017), esta práctica jurídica es tan antigua como el propio delito. No el hecho de que se aplique por Semana Santa, sino el indulto en sí.
Fue, precisamente, una de las cosas que marcaron el paso de una justicia puramente vengativa, como lo era en tiempos arcaicos, a una sofisticada. Antes de que se diera a los reyes el poder de perdonar, nada podían esperar de la justicia los criminales más que su versión despiadada.
Sin embargo, dado que en las Escrituras Dios se compadece y perdona, los legisladores del mundo cristiano interpretaron que el sistema judicial debía tratar de imitar a la divinidad lo mejor posible. Así nacieron los indultos, como un derecho de los monarcas para invocar la misericordia de Dios cuando la justicia humana había sido demasiado severa, o concurrían causas que hacían una sentencia desmesurada.
Eso sí, no se trataba de regalar nada. En su trabajo, Llamosí trae a colación una pertinente sentencia de don Quijote: “Si acaso doblares la vara de la Justicia, no sea con el peso de la dádiva, sino con el de la Misericordia”. Ya en el Fuero Juzgo, que fue el primer código de leyes que tuvo España, el indulto incorporaba como requisito indispensable el arrepentimiento del penado. Era como la confesión: sin propósito de enmienda, no vale.
Tan antigua es la práctica, que ya aparece en esa ley, de los tiempos de la Hispania visigoda. Luego, Alfonso X el Sabio (1221-1284) la mantuvo en sus Siete partidas, un texto clave en la historia del derecho y con el que trató de unificar las diversas legislaciones de Castilla.
Como daba también a nobles y eclesiásticos la potestad de conceder “gracias”, aquello provocó una alegría exculpatoria que Juan I tuvo que enmendar en 1387, obligando a que todos los casos requirieran su firma.
El caso es que la excepción estuvo presente en todas las correcciones y añadidos posteriores que se hicieron a los códigos castellanos. En cuanto al privilegio otorgado a las cofradías para proponer indultados para la Semana Santa, ya aparece en una ley de 1447 sancionada por Juan II de Castilla, el padre de Isabel la Católica.
Eso no significa que la costumbre no fuera anterior, pero se hizo oficial con esa Ley del perdón del Viernes Santo de la Cruz. Se llamaba así porque obligaba a trasladar todos los “perdones” previstos para el año a esa fecha, central en el Triduo Pascual.
Hasta aquí lo que está en los documentos; en Málaga, una leyenda da otra versión de los hechos. En medio de una epidemia de peste, al parecer, durante la Semana Santa de 1759, los pasos no encontraban quien se atreviera a cargarlos. Sí los presos, que se ofrecieron a las autoridades civiles arriesgando su salud… Como parecía una simple excusa para escapar, no les dieron el permiso, a lo que ellos respondieron organizando un motín y fugándose.
Carlos III de España con el hábito de la Orden de Carlos III, hacia 1783-1784. Óleo de Mariano Salvador Maella (Palacio Real).
Para la sorpresa de todos, cargaron los pasos, hubo Semana Santa, y luego regresaron a sus celdas sin que faltara ni uno. Y más inesperado aún sería lo que supuestamente sucedió tras el paso de la imagen de Jesús El Rico por las calles: la epidemia había desaparecido.
Enterado del milagro, el rey Carlos III habría concedido a la cofradía el privilegio perpetuo de liberar a un preso cada año. Quizá en Málaga ese sea el origen de la práctica; desde luego, en esos años hubo más de un brote epidémico en la ciudad. Para el resto de España, la Ley del perdón indica que la costumbre ya existía en el siglo XV, aunque probablemente sea anterior.
En 1805, Carlos IV la ratificó al incluirla en su Novísima Recopilación, que, en un contexto ilustrado, era un intento por codificar la multiplicidad de legislaciones heredadas de los antiguos reinos peninsulares.
Incluso los gobiernos liberales del siglo XIX mantuvieron lo que para las hermandades ya era un derecho. Según la última ley relativa a indultos, de 1870, cualquiera puede solicitar un indulto, también las cofradías. En la tradición se apoyan las hermandades para mantener la prerrogativa, que están resueltas a defender.