Empieza una nueva semana con muy pocas esperanzas de que el lodazal en el que se sumergió la política la semana pasada haya desaparecido.

Han saltado por los aires todas las reglas políticas y democráticas a las que estábamos acostumbrados. Las normas del decoro institucional, la mínima educación en el debate parlamentario, ausente de los últimos plenos, donde solo se arrojan unos a otros las miserias del contrincante con un tono ni siquiera tabernario, porque en muchas tabernas el nivel de la conversación acostumbra a ser más sosegado e interesante.

Se han dinamitando también las reglas de las relaciones entre políticos y periodistas. Políticos y pseudopolíticos, vestidos de matones, amenazando con cerrar medios y señalando a periodistas que cuentan las verdades que no les gustan y que quieren ignorar, porque para ello ya están sus mentiras, sus hechos alternativos que no aguantan el mínimo filtro. Las redes sociales convertidas en la plaza pública donde desde los despachos de importantes instituciones se amenaza a algunos periodistas con nombre y apellidos y a grupos mediáticos que no creen en las mentiras que ellos propagan.

Y en el origen de todo está la falta de cultura democrática de un partido que nunca aceptará la legitimidad del contrario cuando éste gobierna, que nunca ejercerá su labor de oposición, imprescindible para fiscalizar al ejecutivo, que nunca plantea cuál es su propuesta de país porque en lo que está es en el derribo constante y en negar la colaboración para lo imprescindible, y esto contamina todo el debate.

Àngels Barceló

CADENA SER

FOTO: Javier Lizón (EFE)

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