24 noviembre 2024

«Puerta Real cumple 400 años esta Semana Santa» por Gabriel Pozo Felguera

1624-2024, CUATRO SIGLOS DE LA VISITA DE FELIPE IV

¿Conoces por qué se llama Puerta Real? Gabriel Pozo Felguera lo explica, al cumplirse el cuarto centenario del emblemático espacio del centro de Granada, en este magnífico reportaje que detalla su historia y la visita real de Felipe IV, de la que tomó el nombre. Por el mejor cronista de Granada.
 
  • La Puerta del Rastro fue reconstruida por los cristianos sobre una puerta nazarita anterior; estuvo situada cerrando la calle Mesones

  • Cambió su nombre de Rastro a Puerta Real en recuerdo de la visita de la corte de Felipe IV; fue demolida en 1790

Puerta Real cumple cuatro siglos en la Semana Santa que hoy comienza. Con ese nombre fue rebautizada oficialmente la Puerta del Rastro con motivo de la visita de siete días que hizo el rey Felipe IV a Granada. La puerta ya no existe, pero quedó su nombre para la posteridad. En estos cuatro siglos no ha sobrevivido tampoco ninguno de los edificios que la circundaban, es una de las zonas que más cambios urbanísticos ha experimentado. La visita del joven monarca tuvo motivaciones políticas y fiscales de calado durante la Semana Santa de 1624. Su corte de unas 300 personas revolucionó una ciudad en transformación pero que empezaba a decaer; visitó los principales monumentos de Granada. Vamos a recordar aquella estancia y sus vestigios.

Felipe IV era un rey de sólo dieciocho años en enero de 1624. Llevaba en el trono desde que su padre falleció en 1621. Estaba casado con su prima francesa Isabel de Borbón, había tenido ya dos hijas (las dos llamadas Margarita de Austria) que fallecieron muy pequeñas. En enero de 1624 inició su famoso viaje a las Andalucías, acompañado y manejado por su valido el Conde-Duque de Olivares (Gaspar de Guzmán). Entre los principales objetivos se encontraba una operación de acercamiento político a las ciudades con voto en Cortes y la recaudación de fondos para la decaída hacienda pública. Entre otros muchos que no son objeto de este artículo.

Tras visitar Andújar, Córdoba, Sevilla, Doñana, Cádiz y Málaga, al atardecer del 3 de abril de 1624, miércoles santo, el impresionante séquito se presentó en la Ribera del Violón procedente de Santa Fe. Atravesaron el puente romano del Genil y la ciudad les recibió en las alamedas de la Carrera; la comitiva estaba encabezada por el presidente del Consejo de Castilla, Conde-Duque de Olivares, y el corregidor de la ciudad de Granada, García Bravo de Acuña.

Retratos de Felipe IV con 21 años y el Conde-Duque cuando superaba los cuarenta, pintados por Diego Velázquez.

Granada no había recibido la visita de un rey desde hacía más de un siglo; las últimas visitas fueron de los Reyes Católicos a principios del siglo XVI (Si exceptuamos la del Príncipe Felipe II cuando vino a traer el cadáver de su madre en 1539)

El Rey había remitido una carta a todas las ciudades andaluzas que pensaba visitar en su periplo de 69 días advirtiéndoles que no deseaba ser recibido con ostentaciones y grandes lujos que ocasionaran gastos para las arcas municipales. Pero los concejos hicieron caso omiso, no respetaron la orden y montaron sus parafernalias festivas. Granada no había recibido la visita de un rey desde hacía más de un siglo; las últimas visitas fueron de los Reyes Católicos a principios del siglo XVI (Si exceptuamos la del Príncipe Felipe II cuando vino a traer el cadáver de su madre en 1539). Por eso, todo fueron músicas y fuegos artificiales a base de pólvora negra. La cohetería se fabricaba en Granada, que por entonces contaba con varios molinos de pólvora de envergadura dentro del casco urbano. Los cronistas que le acompañaban (entre ellos Francisco de Quevedo) dejaron constancia de que el Rey tuvo que correr las cortinillas de su carruaje para que no inundara el habitáculo el molesto humo que desprendía la pólvora de entonces.

El cronista Jacinto de Herrera escribió maravillas de Granada: “Llegaron así a la Alhambra, donde se aposentó su majestad, y no bastó la noche para deslucir a Granada ni estorbar la que mereciese el mejor lugar en que se había entrado. Es una ciudad grande, noble, abundante, copiosa, adornada con vistosísimos edificios, fertilísima y hermosísima vega, muchas fuentes, huertas y jardines, y dos ríos Darro y Genil, que el uno pasa por el medio de la ciudad y el otro por defuera, donde se juntan los dos, famosos siempre por lo que se les ve producir al uno plata y al otro oro, que si ya no con mucha abundancia nunca les falta”.

Carta de Felipe IV al concejo de Granada anunciando su visita y pidiéndoles contención en gastos y fastos, de 31 de enero de 1624. AHMGR.

El carruaje real subió por la Carrera, pasó bordeando el exterior de la muralla de Bibataubín hasta girar a su izquierda y atravesar el río Darro por el Puente de la Paja. En 1624 era uno más de los puentes que comunicaban las dos orillas del riachuelo que partía el burgo, con anchura suficiente para el paso de carros; no había sido ensanchado todavía cauce arriba y cauce abajo para formar la plataforma trapezoidal posterior.

La entrada triunfal del Rey a la ciudad de Granada se consideró que la hizo al atravesar la Puerta del Rastro, ubicada al inicio de la calle Mesones, en la explanada del Rastro. El Concejo decidió que a partir de ese momento esta puerta pasara a llamarse Puerta Real de Felipe IV. Desde entonces ese fue su nombre oficial y, por extensión, se le dio a la zona que lo circundaba.

1613. Plataforma de Vico. Ambrosio de Vico dibujó la Puerta del Rastro como construcción cristiana y de un solo alzado. Debió hacerlo antes de ser reconstruida en 1610, porque no figura la peineta en un segundo cuerpo. Francisco Heylan la buriló para este grabado en 1613. Se encontraba en la curva del Darro, casi en perpendicular al Puente de la Paja o del Rastro. Por encima de la puerta se ubicaba el Teatro Coliseo; por debajo, la Alhóndiga Zayda y el Matadero (donde están los carros); delante de la Alhóndiga se situaba el molino de pólvora, sobre la acequia Sancti Spíritus. Este paisaje es el que vio la comitiva Real en 1624.

Puente a finales del siglo XVII. El primer Puente del Rastro por el que pasó Felipe IV (sobreimpresionado en líneas rojas) fue ensanchado en la segunda mitad del XVII por arriba y por abajo, hasta conseguir una plataforma y abrir una explanada entre la Mancebía y el acceso a Mesones-Placeta de San Antón. ARCHIVO CARLOS SÁNCHEZ

La Puerta del Rastro tuvo su origen en otra de época musulmana que cerraba el arrabal de Bibarrambla y la Magdalena. Pero al estar semiderruida, hacia 1515 se decidió levantar la segunda de traza cristiana que controlase el acceso a los mesones y zona comercial. Fue construida entre las paredes del Teatro Coliseo por arriba y la Alhóndiga Zayda por debajo. A su lado quedaron dos casillas que ocupaban los molinos de pólvora de Francisco Trujillo (batán del Naranjo), sobre la acequia del Sancti Spiritu que atravesaba la placeta del Rastro procedente de la Riberilla del Darro.

Esta puerta, al igual que la de Elvira, eran utilizadas para colgar jaulas con cadáveres de ejecutados famosos

Nuevamente, en 1610 fue restaurada la Puerta y recrecida a costa del Concejo, que la coronó con una peineta de escudos, unas granadas y una cartela con la siguiente inscripción: “Granada mandó hacer este ornato, haciendo oficio de Corregidor el doctor Pedro de Antequera, en el qual año mandó su Magestad expeler los moriscos de este reino. Año 1610”. Como se ve, la reforma de la Puerta Cristiana del Rastro se hizo para conmemorar la definitiva expulsión de los moriscos de las tierras españolas. Esta puerta, al igual que la de Elvira, eran utilizadas para colgar jaulas con cadáveres de ejecutados famosos. Era corregidor Mosén Rubí de Bracamonte.

De aquella Puerta Real de Felipe IV sólo pervive hoy el nombre del lugar. Incluso modificado en su segunda parte: la población siempre abrevió y la llamó sólo Puerta Real, sin el añadido de Felipe IV; oficialmente fue eliminada la referencia a Felipe IV a partir de la I República. En la actualidad su denominación completa es Puerta Real de España.

Desde el punto de vista arquitectónico, la zona de Puerta Real nada tiene que ver con la que encandiló a la corte filipina en 1624

Desde el punto de vista arquitectónico, la zona de Puerta Real nada tiene que ver con la que encandiló a la corte filipina en 1624. El Puente de la Paja o del Rastro fue recrecido cauce arriba y cauce abajo hasta formar una plataforma, en fecha indeterminada de finales del XVII; la muralla que discurría entre el Castillo de Bibataubín y el torreón redondo que protegía el Puente del Rastro fue desapareciendo a lo largo de los siglos XVII y XIX para dejar paso a la mancebía y actual Acera del Casino, aunque mantuvo más o menos la alineación en curva de la antigua cerca. Hasta que Gallego Burín reordenó la Manigua y la dejó como está en la actualidad, con la calle Ganivet en perpendicular al antiguo Puente de la Paja.

En la zona lindera con la Puerta Real se situaron el Teatro Coliseo, la Alhóndiga y las dos casillas de los molinos de pólvora del Naranjo. La Puerta fue la primera en caer en 1790; muy pocos años después tocó el turno al Teatro, a principios del XIX, que dio paso a dos edificios gemelos separados por la calleja del Milagro. En 1854 se incendió la Alhóndiga Zayda. En los años siguientes fue reordenada toda la manzana que ocupaban, principalmente, las casas de la Alhóndiga (mirando a Mesones) y por debajo el Matadero Viejo, que ya en 1833 había sido trasladado junto al río Genil. Al cuadrar y realinear la manzana, fueron demolidos los dos molinos sobre la acequia, se construyó el Café Suizo y, delante de él, donde estuvieron los rodeznos, salió el ensanche-terraza actual. Frente a ellos, la Posada de las Imágenes que encabezaba la manzana entre la Acera del Darro y Placeta de San Antón (actual Recogidas), también dejó paso a la esquina redondeada del Hotel Victoria. El edificio de la esquina que sustituyó al Teatro Coliseo en la esquina con Reyes Católicos fue incendiado en la II República y dio paso al edificio Costales que sobrevive, con la esquina achaflanada.

Es la imagen que después de arder la Alhóndiga fue recolocada en la fachada del Hospital de San Juan de Dios, el conocido Cristo Sentadito

Junto a la jamba izquierda de la Puerta Real fue construida una pequeña capilla en 1640 por el devoto Francisco Fernández de Córdoba. Acogía un pequeño Cristo. Esta capillita sobrevivió todavía unos años más en su lugar; aparece en una fotografía de la zona hecha hacia 1850. Es la imagen que después de arder la Alhóndiga fue recolocada en la fachada del Hospital de San Juan de Dios, el conocido Cristo Sentadito.

En resumen, ninguno de los edificios de la zona que hoy conocemos como Puerta Real tiene historia más allá de la segunda mitad del XIX (el Suizo), los demás son todos del siglo XX.

1612. Dibujo que esbozó para la portada del Rastro el tracista Diego de Vílchez. Era una puerta del estilo que hacían los arquitectos cristianos en sillares almohadillados, con arco de medio punto. En una segunda fase le fue añadido el cuerpo superior con los escudos y las granadas. Debió ser muy parecida a la que labraron para la cárcel vieja en 1585 (hoy reinstalada en el edificio del MADOC, plaza del Padre Suárez, foto de la derecha). ARCHIVO GALLEGO BURÍN.

Teatro Coliseo. Estuvo ubicado a la entrada de la calle Mesones, lindero con la Puerta Real, en los solares que hoy dan a la placeta del Santo Cristo-calle del Milagro-Reyes Católicos. Tuvo una estructura de corrala. Fue levantado a finales del XVI, en pleno auge del Siglo de Oro, y permaneció activo hasta finales del XVIII, ya con uso de almacén. Fue acabado de demoler a principios del XIX. En su lugar surgieron dos edificios gemelos de viviendas. AHMGR

1831, plano de Dalmáu. En la segunda versión de esta plataforma ya habían desaparecido el Teatro y la Puerta Real (marcada en rojo). Pervivía entera la manzana de la Alhóndiga-Matadero. Pegada a la Alhóndiga, dando a la explanada del Rastro, se ve el pegadizo de dos casas-molino sobre la acequia (actual terraza del Suizo).

Hacia 1850. Esta foto es una de las más antiguas de Granada. Se ve alargada la bóveda del Puente del Rastro y ampliada la explanada. Se ha fotomontado la Puerta Real en el lugar que ocupó hasta 1790. Todavía estaba en pie la Alhóndiga y las dos casas-molino anejas. El Teatro había sido sustituido por dos bloques de viviendas.

Capillita. Todavía en 1850 estaba en su lugar esta capillita en el arranque de un muro de la Puerta. Es el Cristo sentado que después fue a parar a la esquina del Hospital de San Juan de Dios (foto de abajo).

Plano de 1856. Tras el incendio de la Alhóndiga y su destrucción, el arquitecto Baglietto propuso esta alineación y reforma de toda la manzana, entre Mesones y Alhóndiga. Se cuadraron las fachadas en ángulos de 90 grados y se procedió a eliminar las casas de los molinos delanteros, con lo cual se ganó en amplitud delante del nuevo edificio. (El trazo rojo indica las líneas de fachadas actuales).

1862, visita de Isabel II. En octubre de 1862 visitó Granada la reina Isabel II. Granada levantó varios arcos de tipo monumental para recibirla, fabricados en madera, escayola y esparto. En la capital colocó varios. Este que recoge la fotografía de Clifford fue colocado a la entrada de la calle Reyes Católicos, casi formando ángulo de noventa grados con la posición que tuvo la Puerta Real. 

Suizo 1865. Propuesta de Francisco Contreras para levantar el edificio del Café Suizo sobre el solar que fue de la Alhóndiga. Tenía la misma altura que el levantado más tarde, aunque más suntuoso en adornos y con una sola torreta. El que se construyó difiere notablemente de este primer diseño.

Finales del XIX. La explanada de Puerta Real, las aceras del Darro y el Casino todavía no estaban atravesadas por las vías de tranvías. Estaban convertidas en parada de diligencias y mercado improvisado de pavos, frutas y cabreros que ordeñaban sus cabras in situ. Al fondo se ha superpuesto la Pueta Real en el lugar aproximado que debió ocupar, aunque los edificios que la flanquean en esta foto no son coetáneos a ella.

Puerta Real, principios siglo XX. Panorámica del café y billares en la esquina de Reyes Católicos. El lugar donde estuvo la Puerta lo ocupa un quiosco. Tras el completo embovedado del río y la instalación de tranvías, esta zona se convirtió en el centro de la vida ciudadana. Los bajos los ocupó el Café Colón, asociado con clientes granadinos de derechas. En mayo de 1931 fue incendiado por un grupo de obreros de Maracena. El edificio quedó destruido. Fue levantado el actual por la Compañía Adriática de Seguros; los bajos y sótano los alquiló a José Costales Gómez, que instaló en él su tienda y almacén de papelería. Así se conoció este edificio, Costales, hasta que en la década de 1980-90 fue adquirido por la Caja General, que lo rebautizó con su nombre.

Años sesenta. El nuevo edificio Adriática-Costales (izquierda) y el edificio Olmedo (derecha) presiden desde los años cuarenta el inicio de Reyes Católicos y sus transversales Mesones y Ganivet.

Puerta Real en la actualidad.

Toda una Corte haciendo turismo por Granada

La fila de unos trescientos cortesanos y sirvientes que acompañaban a Felipe IV desfiló el 3 de abril de 1624 por Puerta Real hasta entrar en la Plaza Bibarrambla por el Arco de las Orejas. Aquí se detuvieron un instante para visitar la Casa de los Miradores, que era una de las sedes del Concejo (Ayuntamiento). Seguidamente, se encaminaron por el Zacatín hasta Plaza Nueva y subir a la Alhambra. Fue el trayecto que repitieron varias veces durante su estancia de los seis siguientes días en que estuvieron moviéndose por la ciudad como si se tratara de unos turistas.

Al Rey y sus inmediatos los aposentaron en la Alhambra y en viviendas de la calle Real de la Alhambra; algunos quedaron en la parte baja de la ciudad. Felipe IV en el Palacio de Comares. Para ello se habían hecho algunos reparos en el monumento, que ya presentaba deterioros y abandonos. Hubo reformas en el Pilar de Carlos V, en las habitaciones del Emperador, en el Peinador de la Reina, en el Palacio de los Tendilla (que volvían a ocuparlo tras un paréntesis), etc. También se levantaron dos cruces de piedra en el bosque y se dio un repaso a los paseos de la Alhambra y el Generalife.

La Corte desarrolló un intenso programa que podemos calificar de carácter turístico, pero también religioso por estar en Semana Santa, y de gobierno habitual. La maquinaria administrativa no se paró durante los 69 días que duró el viaje a las Andalucías. Tres de las tardes-noches (4, 6 y 7 de abril) hubo Consejo de Estado en una sala de la Alhambra para tratar asuntos de gobierno del imperio español; también se recibieron a embajadores y autoridades para despachar expedientes y tomar decisiones.

La primera parte de la estancia, días 4 y 5 (jueves y viernes santo) primaron los actos religiosos. El jueves el Rey presidió un oficio religioso en la capilla de la Alhambra; por la tarde bajó al atrio de la Catedral, que estaba convertida en una explanada en obras ante la Capilla Mayor, y participó en el oficio religioso. Felipe IV lavó los pies a doce pobres, ayudado por todos los capellanes de la Capilla Real. Lo hizo a la vista de todo el gentío que abarrotaba el lugar, sobre un entarimado de madera que montaron.

El viernes santo, la Corte asistió a una procesión en la ciudad y vio desfilar otras dos que subieron a la Alhambra a exhibir sus pasos ante el Rey.

La jornada del sábado santo, día 6, la dedicó mayormente a visitar la Abadía del Sacromonte, de la que era patrono y protector. Las actas del cabildo sacromontano conservan los principales actos que prepararon a la comitiva real. Sus canónigos se reunieron varias veces los días previos para establecer el protocolo. Dispusieron que agasajarían a la Corte con hasta 4.000 ducados que tenían de ahorros; saldrían a recibir al Rey hasta el inicio de las Siete Cuestas, no usarían capas pluviales para mostrar menor lujo y por ser día de luto, expondrían las santas reliquias y los Libros Plúmbeos en altares y encalaron las cuevas.

El Rey estaba muy interesado en conocer la tumba de don Pedro de Castro, el arzobispo fundador que llevaba poco más de un mes enterrado

El Rey estaba muy interesado en conocer la tumba de don Pedro de Castro, el arzobispo fundador que llevaba poco más de un mes enterrado. Presidió la ceremonia de sellado de su cripta, se reunió con su cabildo y concedió algunos privilegios. Tomó unos dulces horneados en la Abadía y otros enviados por las monjas de Santa Isabel la Real. Tuvo ocasión de conocer toda la documentación sobre el proceso de calificación de las reliquias y los libros plúmbeos, así como manejar las planchas que habían elaborado los maestros grabadores Francisco Heylan y Alberto Fernández para la Historia Eclesiástica de Antolínez de Burgos.

Actas de los cabildos del Sacromonte con los preparativos de la visita del Rey, entre el 2 y 6 de abril de 1624. Sin embargo, la última página con la descripción de lo que hizo en la Abadía la dejaron en blanco. ARCHIVO ABADÍA SACROMONTE.

Los siguientes días alternó los asuntos de gobierno con las visitas turísticas. Estuvo en Torres Bermejas, el Generalife, Santo Domingo, monasterio de la Cartuja, Colegio de San Pablo (Jesuitas) y monasterio de San Jerónimo. También le montaron una comedia y un auto sacramental, espectáculos a los que era muy aficionado; solo conocemos que fue martes día 9, pero no los lugares ni títulos de las obras representadas.

Una de las visitas más emotivas tuvo lugar en la Capilla Real, donde visitó el panteón de sus monarcas antepasados. Hacía muchos años ya que su abuelo Felipe II había truncado el deseo de los Reyes Católicos y del Emperador Carlos de que Granada albergase el panteón real, y lo trasladó a El Escorial. También aquí se reunió con sus capellanes y adoptó decisiones de tipo económico como primer protector de la institución. Los capellanes desplegaron su colección de reliquias (las que Felipe II no se había llevado antes) sobre mesas e incluso sobre los túmulos reales. Felipe IV confirmó un juro de 6.000 ducados concedido con cargo a impuestos sobre la seda. Aquella imagen de reliquias repartidas por todos sitios fue lo que impulsó al capellán real a encargar dos muebles relicario para contenerlas. Fueron tallados por el estudio de Alonso de Mena, en cuyas puertas están representadas cuatro parejas de reyes, entre ellos el joven Felipe IV y su esposa.

Puerta de uno de los relicarios de la Capilla Real, con los bustos de Felipe IV e Isabel de Borbón (acabados en 1630), por el escultor Alonso de Mena. CAPILLA REAL.

 
El lunes 8 de abril cumplió Felipe IV sus 19 años en Granada. La nobleza local le organizó un desfile con caballos formando una máscara, todos lujosamente vestidos con sus libreas y portando armas y hachones encendidos. La exhibición tuvo lugar en la Plaza de Bibarrambla; el concejo había construido entarimados de madera alrededor para alojar a la concurrencia. El Rey los vio desde el balcón central de la Casa de los Miradores. Con este motivo fue incrustado un blasón en piedra de alabastro en la fachada que rezaba: “Para la venida de Su Majestad el Rey Felipe Quarto, Nuestro Señor, Rey de las Españas, Granada mandó hacer estas escaleras, siendo corregidor en ella don García Bravo de Acuña, caballero del Abito de Santiago, comendador de la Oliva y del Consejo de su Magestad. Año de mil y seiscientos veinte y cuatro”. Esta inscripción permaneció en el centro del edificio de los Miradores hasta su destrucción en el incendio de 1879.

Fachada de la Casa de los Miradores, recién consumida por el incendio. En el balcón central de la primera planta se ve la placa rectangular con la inscripción. LA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA.

La ciudad de Granada obsequió a su monarca con una explosión de fuegos artificiales nocturnos desde todas las placetas del casco urbano. En los espacios abiertos del Albayzín y en el Paseo de los Tristes fueron encendidas grandes luminarias para que las contemplaran los cortesanos desde los miradores de la Alhambra.

Las mulas iban cargadas de canales de terneras, jabalíes, venados, caza diversa, jamones, embutidos, quesos y alimentos de la tierra. Para que las cocinas reales estuviesen bien nutridas. Además, iban varios cofres con perfumes, sedas, pieles y ricas telas

Aunque, sin duda, el regalo más apetitoso que recibió la Corte provino de la generosidad del caballero Alonso de Loaysa y Mejía. Este hombre ostentaba el Señorío de Villanueva de Mesía y desempeñaba el cargo de alcaide del Soto de Roma, enorme finca perteneciente a la Corona. El día del cumpleaños se presentó en la Alhambra con un regalo fabuloso: cuatro hermosos caballos enjaezados con cabezales de planta maciza y una veintena de acémilas. Las mulas iban cargadas de canales de terneras, jabalíes, venados, caza diversa, jamones, embutidos, quesos y alimentos de la tierra. Para que las cocinas reales estuviesen bien nutridas. Además, iban varios cofres con perfumes, sedas, pieles y ricas telas. El último cofre estaba repleto de doblones de oro por un valor superior a 10.000 ducados.

Esta cifra se sumó a los 20.000 ducados que también el Cabildo de la ciudad aprobó remitir a Madrid en la misma sesión en que se decidió cambiar el nombre de Puerta del Rastro por el de Puerta Real de Felipe IV. Aún hubo un regalo más en oro procedente del gremio de Vinateros: otros 4.000 ducados para que el Rey les aumentara su monopolio sobre el vino. La Corte de Felipe IV no se fue de vacío de Granada.

Muy poco tiempo después de la estancia de Felipe IV en Granada, algunos de los que bien le sirvieron obtuvieron su recompensa: Alonso de Loaysa recibió el título de Conde de Arco y Egas Salvador Venegas de Córdoba el de Conde de Luque.

La ciudad de Granada mostró sus condolencias al Rey por las prematuras muertes de sus dos primeras hijas. La última de ellas había ocurrido sólo dos meses antes de iniciar su viaje a las Andalucías. Se casó con su prima Isabel de Borbón siendo un niño de diez años; ella lo superaba en tres años. Empezaron la convivencia matrimonial plena, y la coyunda, en 1620. En agosto de 1621 les nació su primera hija, bautizada con el nombre de Margarita de Austria y Borbón, pero falleció con sólo dos días. Del segundo embarazo vino otra niña con el mismo nombre, que falleció en diciembre de 1623.

El cabildo ordenó grabar en la cara principal de la peana la petición granadina de que Felipe IV tuviese una sucesión lo antes posible

España, y Granada, empezaron a organizar rogativas para que su monarca obtuviese la dicha de engendrar un hijo varón, sano, que diese continuidad a la estirpe. La ciudad de Granada estaba inmersa por aquellos tiempos en el debate inmaculista; había decidido erigir una columna al Triunfo de la Virgen en el descampado de la Merced, en Puerta de Elvira. Se encargó el escultor Alonso de Mena. El cabildo ordenó grabar en la cara principal de la peana la petición granadina de que Felipe IV tuviese una sucesión lo antes posible. El encargo no se materializó hasta casi una década más tarde, cuando en fue levantada la columna coronada por la Virgen del Triunfo. La inscripción existe todavía y dice lo siguiente:

 

La rogativa escrita en la columna del Triunfo en 1624 resultó efectiva a medias, si es que no actuó como gafe o maldición

PD. La rogativa escrita en la columna del Triunfo en 1634 resultó efectiva a medias, si es que no actuó como gafe o maldición. Parece como el chiste de los tres deseos, dos se cumplen y el otro no: El primer motivo para esta conclusión mía fue que Felipe IV se convirtió en uno de los reyes de España que procrearon más hijos: 11 con su primera esposa francesa y otros 6 con su jovencísima sobrina Mariana de Austria. Estuvo trayendo niños al mundo incansablemente con las dos mujeres, entre sus 15 y 57 años de edad. La mayoría murieron niños.  La segunda observación es que Felipe IV fue el rey que engendró mayor número de hijos bastardos; se le conocen al menos treinta de ellos, de los que sólo reconoció a dos. Salía disfrazado de palacio en busca de lupanares y amantes por los corrales de comedias. Por fin, en 1661 le nació Carlos II, el único varón que consiguió cumplir 39 años y sucederle en el trono. Reinó entre 1665 (con su madre como regente los primeros años). Se le apodó el Hechizado. Gobernó hasta 1700, en que falleció sin descendencia y abocó a España al cambio de la dinastía Austria por la de los Borbones.

En otras caras de la columna hubo textos laudatorios que comentaban el contenido de los Libros Plúmbeos. Pero fueron borrados cuando el Vaticano los condenó por falsarios.

INFORMACIÓN COMPLEMENTARIA. Existen varias crónicas escritas por quienes acompañaban a la Corte en aquel viaje, la principal de Jacinto de Herrera Sotomayor. También el cronista local Henríquez de Jorquera dejó unos párrafos escritos de la visita en sus Anales de Granada. Aunque la mejor forma de conocer con todo detalle el viaje a las Andalucías se contiene en el completo libro publicado por Francisco Sánchez-Montes con el título El viaje de Felipe IV a Andalucía en 1624.
 
Gabriel Pozo Felguera
 
FOTO: Reconstrucción ideal del lugar que ocupó la Puerta Real entre 1610 y 1790. 
 
http://www.elindependientedegranada.es/ciudadania/puerta-real-cumple-400-anos-semana-santa