Ordenar tu casa antes de morir: una tendencia sueca con mucho sentido (para el que se va y para quienes se quedan)

En Suecia es muy normal que las personas de determinadas edades pongan en práctica esta actividad. Y existe un libro que da pautas de cómo llevarla a cabo

La muerte no es un tema de conversación agradable. Aunque es la otra cara de la moneda de la vida, nos cuesta mirarle a los ojos, enfrentarnos a ella y hablarle de tú a tú. Sin embargo, convendría que nos fuéramos deshaciendo de esos remilgos. «Lo que ocurre es que en general no se nos educa para hablar o reflexionar sobre ella», advierte Jonathan Levit, miembro del Grupo de Trabajo Atención Paliativa del Colegio Oficial de Psicología de Cataluña. Con lo cual la evitamos hasta que no tenemos más remedio.

Sin embargo, deberíamos prestarle más atención e, incluso, tomar cartas en el asunto para que no nos pille desprevenidos ni con las cosas por hacer. Y no nos referimos al testamento, sino a algo mucho más práctico: ¿y si en vez de dejárselo a nuestros supervivientes ponemos en orden nuestras pertenencias antes de marcharnos? Esta actividad procede de los países nórdicos y recibe el nombre sueco de ‘dödstädning’, que traducido es algo así como limpieza antes de morirse.

 

Es muy normal que las personas de determinadas edades pongan en práctica esta actividad. E incluso existe un libro de Margareta Magnusson, que fue traducido también al castellano, que da pautas de cómo llevarla a cabo. Se trata de seleccionar de nuestras pertenencias lo esencial, lo que nos conecta con nuestra historia, y deshacerse de todo lo demás para facilitar el duelo de nuestros allegados una vez que nos hayamos muerto.

«Hay gente con miedo a la muerte, pero más que a morise, temen cómo quedarán las cosas cuando ellos no estén y el sufrimiento de sus familiares más cercanos. Así que qué mejor regalo les podemos hacer que facilitarles ese duelo», anima Levit, que dirige la Escuela de Cuidadores de la Fundación La Caixa, un programa de voluntariado que ofrece atención psicosocial y espiritual a personas que se enfrentan al final de la vida.

Póngase en situación: pierde a un familiar muy querido y además de todo el proceso de despedida y de ocuparse de los flecos legales del asunto, también tiene que ir a su casa y hacer limpieza, vaciarla. Seguro que le gustaría no encontrarse con demasiadas cosas y, sobre todo, absurdas o sin valor alguno. «Vivimos en una sociedad con mucho apego a lo material y muy consumista», explica el psicólogo. Así que será probable que lo que hallemos sea una montaña de trastos con los que no sabremos qué hacer y que, además, supondrán una carga mayor en un momento en el que estamos emocionalmente sensibles.

Pero ojo, que no es solo un regalo para quienes nos sobrevivan, el ‘dödstädning’ también es un ejercicio muy positivo para los que ven su final cerca. «Es un ritual en el que tomamos conciencia de aquellos objetos que nos rodean, los situamos, los resignificamos y nos despedimos de los que no necesitamos», prosigue Levit.

– ¿Hay que tirarlo todo?

– No se trata de deshacerse de todo ni de conservarlo todo. Se trata de dejar espacio a lo esencial.

Proteger nuestra intimidad

Y de controlar nuestro propio legado. Hay familias que han descubierto secretos muy íntimos al hacer limpieza tras morir un ser querido. Historias ocultas que avergonzaban a sus protagonistas. Si hacemos esta limpieza sueca antes de morir podemos evitar estas situaciones. El dödstädning es también «proteger lo íntimo, aquello que no quiero que los demás sepan de mí».

En su libro, ‘El arte sueco de ordenar antes de morir’, Magnusson, que ronda los 90 años, aborda el asunto con cierto humor y cuenta su propia experiencia cuando, una vez fallecido su padre, médico, vació su hogar y se encontró un bloque de arsénico de la II Guerra Mundial en un cajón. En el caso de su madre, halló lo contrario: notas en sus cosas sobre qué hacer con ellas cuando ella no estuviera. Y le sirvió de inspiración para escribir un manual con el que iluminar un proceso cada vez más necesario e, incluso, sanador.

«Es un proceso muy exigente en la parte emocional que se ha de hacer por partes»Jonathan Levit Psicólogo

«Es exigente emocionalmente hablando», reconoce Levit. Hay que «contactar» con nuestra historia y nuestros recuerdos, lo que nos hace ser conscientes de que somos seres finitos y que no nos llevaremos nada a la tumba. Sin embargo, también nos permite hacer las paces con nuestro pasado y cuidar nuestra imagen: ¿nos gustaría que nuestros hijos encontrasen nuestros juguetes sexuales? ¿Y las fotos de nuestros antiguos amantes? «Seguramente cuando acabemos de hacerlo nos sentiremos en parte liberados pero también muy cansados», prosigue el psicólogo experto en duelo.

– ¿Por qué nos cuesta tanto deshacernos de las cosas?

– Tiene que ver con las gratificaciones inmediatas: a veces, nos recompensamos con objetos porque es la manera más fácil de calmar ciertos sentimientos como el dolor, la tristeza, el miedo… Es como quien intenta acallar sus preocupaciones consumiendo azúcar.

La guía para hacer bien el ‘dödstädning’

Los cincuenta es la edad adecuada para empezar con este proceso, según Margareta Magnusson. Estamos bien de facultades físicas y psíquicas, y tampoco tenemos el final tan cerca como para que nos espante. Por su parte, el psicólogo Jonathan Levit cree que cualquier momento es bueno, dado nuestro consumismo creciente. Pero siempre que nuestro bienestar físico y mental esté asegurado: es decir, si acabamos de recibir un diagnóstico nefasto, lo primero es cuidarnos y recuperarnos.

El proceso también se puede hacer acompañados de nuestros seres más queridos e, incluso, puede resultar muy enriquecedor para hijos y nietos: es tiempo compartido contando historias que, a lo mejor, no se ha tenido oportunidad de relatar antes. No obstante, como bien apunta Levit, es un ejercicio y un proceso: no se trata de hacerlo todo en un día. Hay que ir por partes y con tiempo.

Magnusson aconseja empezar por el armario, donde a menudo guardamos tantas cosas que ya no nos ponemos y que no son más que ropa que nos ayudará a coger ritmo. Luego, los documentos y las fotos. Para los muebles, podemos incluso ponerlos a la venta o donarlos a una ONG. Lo más importante, sugiere la escritora, es que el proceso sea agradable:«Nos deberá servir para darnos cuenta de todo lo que hemos amado, vivido y disfrutado la vida».

Julia Fernández

FOTO: Higinia Garay

https://www.ideal.es/vivir/relaciones-humanas/ordena-casa-antes-morir-20240410161004-ntrc.html

 

 

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