PERSONAJE DE ATARFE: Don Martín Vázquez de Arce: El Doncel de Sigüenza (1) por Juan Antonio Martínez Gómez-Gordo

I. Las grandes figuras históricas, al paso de los siglos, alcanzan la categoría de un mito, cuando las envuelven amorosamente las leyendas, o de arquetipos, cuando su figura representa a una época, como en el caso de nuestro joven Comendador santiaguista don Martín Vázquez de Arce, el famoso “Doncel” de Sigüenza.

Vivió y murió don Martín en una época gloriosa de la Historia de España, en aquellos momentos estelares en que los Reyes Católicos forjaban a punta de espada la unidad española, surgida de un belicoso conglomerado de reinos peninsulares, y hacían nacer con bríos el Renacimiento ya soñado por el rey aragonés Juan II, padre de Fernando el Católico, y a un paso de la reconquista de Granada y del Descubrimiento colombino, cubriendo de gloria, entre otras, a la poderosa familia de los Mendoza que tuvo una intensa participación en todos estos hechos.

Época también gloriosa para Sigüenza, bajo el mecenazgo de los Mendoza, en la figura de su más digno representante: el ya cardenal don Pedro González de Mendoza, quien nunca abandonó la silla episcopal seguntina, pese a ser nombrado Arzobispo de Sevilla y más tarde regentar la primada de Toledo, el cual alcanzo las mayores glorias y el mayor poder terrenal y espiritual, como Tercer Rey, al ejercer como Gran Cardenal, Canciller Mayor de los reinos de Castilla y Toledo, y Capitán General de los ejércitos en la Cruzada contra el reino de Granada. Por su munificencia fue posible la creación de la Universidad de Sigüenza, llevado de la ingente labor y poderosa influencia de su Vicario, don Juan López de Medina, así como la atinada orientación y consejo del futuro gran Cardenal y Regente del Reino, a la sazón el Bachiller don Gonzalo Ximénez de Cisneros, que cambiaría mas tarde su nombre por el de todos conocido de Francisco al profesar de monje en La Salceda. Dos recios pilares en quienes sustentar la mitra seguntina, ante la permanente ausencia de Mendoza, por razones de estado.

Constituida por aquellos siglos la ciudad de Sigüenza un “Señorío de la mitra seguntina” que venia disfrutando desde su Reconquista en el siglo XII, y era por entonces una ciudad fuertemente amurallada, con numerosas puertas defendidas por torreones, y regida en lo civil y militar por un Alcalde Mayor y cinco Alcaides de portazgo. Se trazaba por entonces la actual Plaza Mayor, derribando las cercas que separaban la ciudad de la Catedral, para hacer allí el nuevo Mercado, y se trajo el agua del Pinar mediante el acueducto de los Arcos Viejos, por el batan frente al Portalejo, en la actual Puerta del Sol.

Castilla por entonces había soportado una endémica guerra civil en la que no dejaron de intervenir aragoneses y navarros, tanto en los reinos de Juan II de Castilla como de Enrique IV, con tremendas acciones particulares entre validos y poderosos caballeros castellanos, los Infantes de Aragón, el conde de Benavente, el inquieto Adelantado Pedro Manrique o los partidarios de la Beltraneja a la muerte en 1474 del rey Enrique IV, o la memorable Batalla de Toro (1476), en que las tropas castellano-aragonesas derrotaron al rey Alfonso V de Portugal que intervenía a
favor de Juana en contra de Isabel y en la que intervino la familia de los Mendoza, sobre todo don Diego Hurtadode Mendoza, aunque no fuese nada mas que por agradecer su reciente nombramiento como Primer Duque del Infantado, y que acaece en plena juventud de nuestro “Doncel”, con quince abriles.

II. Demos una ojeada al ambiente en que se educo don Martín Vázquez de Arce.

En primer lugar hemos de suponerle nacido como su hermano Fernando en Sigüenza. Luego, de joven, sin duda criado y educado en la Casa Palacio de los Duques del Infantado, que por entonces se había convertido en una Corte brillante, sobre todo a partir de 1479 cuando al fallecer el primer Duque del Infantado, toma las riendas de su gobierno don Iñigo, conde de Saldaña, convertido
en poderoso segundo Duque del Infantado, con 41 años, en plena madurez, y con una esposa que gustaba verse rodeada de amigos y servidores, doña María de Luna, rica hembra heredera del poderoso don Alvaro. A la sagacidad de Don Diego Hurtado de Mendoza, primer duque del Infantado, con quién aprendería sin duda las primeras armas nuestro Doncel, le siguió el arrojo y la gallardía de Don Iñigo, así como la diplomacia y poderosa influencia del Cardenal, en un ambiente de Corte, ya que a partir del momento en que Guadalajara fue titulada ciudad se llenó de palacios y vinieron a residir a ella grandes y poderosos caballeros.

Matizando todo el ambiente que rodeaba a don Martín Vázquez de Arce (acusadamente político de los Reyes Católicos, sobre todo de don Fernando) el obispo de Sigüenza, don Pedro González de Mendoza, daba lecciones de alta política y se había hecho rogar su adhesión a la reina Isabel, para a cambio pedir el capelo cardenalicio, en franca lucha contra el poderoso Carrillo, Arzobispo de Toledo.

Más tarde, se hizo nombrar Arzobispo de Sevilla, fallecido el Cardenal Fonseca, y asimismo, muerto Miguel Lucas, se le nombró Canciller Mayor de los reinos de Castilla y Toledo. Muerto el rey Enrique IV, el Cardenal Mendoza se apresuró, como albacea, a proclamar a la reina Isabel como reina de Castilla, incluso antes de que su esposo Fernando tuviese noticias de la muerte de su
suegro. Su fina política y fuerte influencia, le había hecho intervenir en la boda de su hermana María de Mendoza con don Beltrán de la Cueva, en presencia del rey, y a la muerte del valido don Alvaro de Luna, le consiguió el nombramiento de Maestre de Santiago en contra de los deseos del Infante don Alonso. Asimismo, intervino en la lucha de los regios esposos, y con su sabia  orientación daría origen al lema del escudo:”Tanto monta, monta tanto, Ysabel como Fernando”, dando fin a la lucha plurisecular por la supremacía en la Península, que hacía llamarse a los
reyes de Castilla, “Reyes de España”, motivo por el cual se enfrentó Castilla con Aragón o con Portugal.

III. La familia de los Arce tuvo entronque y profundo trato con los poderosos Mendoza arriacenses.

Don Fernando de Arce, aunque con solar y casona propios en Sigüenza, de donde durante muchos años se citan como vecinos, sabemos que adquirió una casa y corral anejo en Guadalajara, en la calle que llaman de Santa Clara, por donación de Don Diego Hurtado de Mendoza, conde de Priego, en 1485, un año antes de la muerte heroica de nuestro joven comendador Martín, sin duda cuando marchaba a las Guerras de Granada con las tropas del Duque, su señor.

En calidad de Secretario y con el título de Comendador, sirvió Don Fernando al primogénito del Marqués de Santillana, don Diego Hurtado de Mendoza, primer Duque del Infantado, y a la casa Palacio de su hijo, don Iñigo, el segundo duque, a quien acompaña en las citadas guerras de Granada.

Don Martín debió recibir educación y formación militar en esta corte palaciega y literaria de Guadalajara, que pujaba en lujo y boato con la de los mismos reyes, en aquel viejo y grandioso palacio que construyera don Pedro González, el de Aljubarrotas, el heroico y patriota abuelo del Cardenal, que murió al ceder su caballo al rey, y apenas pudo vivir en el nuevo Palacio que construyera el segundo Duque hacia 1480, puesto que sólo llegó a conocer su fachada y alguna otra parte noble.

Sería uno de los ilustrados pajes en la corte de don Diego Hurtado y con él aprendería, a la sombra de don Iñigo, las primeras artes marciales. En dicha corte literaria del Marqués de Santillana, poeta renacentista de la lengua castellana, a los vientos de la nueva cultura que soplaba en Europa, habíase traducido a Ovidio, Virgilio, Séneca y a Platón y se leyó a Dante, Petrarca y Bocaccio, una generación antes de haber nacido nuestro don Martín.

Finalmente, el Duque de Iñigo, con la poderosa influencia de su cuñado don Beltrán de la Cueva, Maestre de Santiago, le haría Comendador santiaguista y así tenemos ya a nuestro héroe como joven caballero dispuesto para la Cruzada contra el Islam en las “Guerras de Granada”. Fue en Uclés (Cuenca) en 1480 donde fue armado caballero de la Orden.

Aunque el Renacimiento y el Humanismo eran conceptos apenas vigentes en aquella época en una minoría muy reducida, puesto que perduraban aún profundamente arraigados en todo el pueblo los valores medievales, no hay duda que el ambiente en que se educó y formo era el de una minoría selecta y cultivada: un Comendador santiaguista, cargado con la herencia y el espíritu de la
época, que son las fuerzas que modelan con más hondo vigor la personalidad humana.

Ser Comendador era entonces una alta dignidad, que se concedía a aquellos caballeros que conocían perfectamente el uso de las armas y que tenían una conducta cristiana intachable.
Y él, además se adornaba sin duda con los valores del Humanismo impregnado del Renacimiento español impuesto por la poderosa familia de los Mendoza, como nos asegura la tesis de la americana Nader.

Artículo editado por Corporación de Medios de Andalucía y el Ayuntamiento de Atarfe, coordinado por José Enrique Granados y tiene por nombre «Atarfe en el papel

FOTO:

Escultura del poeta y guerrero Martín Vázquez de Alce, más conocido como el Doncel de Sigüenza, que recrea el momento de su muerte en la batalla de la Higueruela, en los campos de Atarfe, Comarca de la Vega de Granada. Su autor es Ramiro Megías. El monumento conmemorativo se encuentra en el Parque de La Higueruela en Atarfe, construido en 2008 para conmemorar el acontecimiento de la batalla que tuvo lugar entre las tropas castellanas y andaluzas que protegían Granada. La escultura fue realizada en 2008 por el escultor andaluz Ramiro Mejías López.

A %d blogueros les gusta esto: