23 noviembre 2024

Del proletariado al ‘precariado’: así es la nueva clase obrera que reniega de sí misma

La mitad de los asalariados en España son precarios. Según el CIS, hay un 41% de clase obrera en España, pero solo el 11% de la población se percibe como tal. El periodista Sergio C. Fanjul analiza en el podcast Hoy en EL PAÍS las consecuencias de que la sociedad se perciba como clase media sin serlo:

  • Se suaviza la desigualdad. “Los más pobres prefieren pensar que son de clase media baja y muchos ricos quieren maquillar su privilegio diciendo que son de clase media alta”.
  • Se busca escalar. “Ahora los orígenes humildes sirven casi como estrategia de marketing personal: demuestras que eres un producto del mérito”.
  • Y se pierde la conciencia de clase. “La clase obrera tradicional […] tenía un orgullo. No era un sitio del que escapar, sino un lugar desde el que reivindicar derechos o cambiar el mundo”.
  • El precariado, el nuevo proletariado. “Esta nueva clase es muy débil porque todavía está adquiriendo conciencia y no está muy bien organizada. […] Son riders, kellys…”. Con esta desorganización, advierte, retroceden sus derechos.

    Todos somos clase media

    Hay peces gordos y chicos, pero el sistema quiere hacernos creer que somos medianos para que no salgamos a denunciar la desigualdad salvaje.

  • Tengo una querida amiga, jubilosa jubilada con dos pensiones máximas en casa, que, siempre que habla de los hijos de sus amistades, se refiere a ellos como “los niños” o “las niñas”, incluidas las mías, cosa que me pone mala. Ya pueden ser bebés de teta o cuarentones con canas en el pubis y sus propias camadas a cuestas. Da igual. Los vástagos de sus pares son y serán niños desde la cuna hasta que la palmen. A ver: mi colega, pija de izquierdas como tantos en mi gremio, no es ciega y sabe contar los años ajenos y los propios, aunque ella se quite unos cuantos. Podría pensarse que lo de “niños” es solo un modo cariñoso de nombrar a los descendientes de sus íntimos. Y lo es, claro. Pero además ahí hay, o mi paranoia me hace verla, la perpetuación de un sentimiento de clase que hace saltar mi complejo de pobre. De clase media, por supuesto. Porque mi amiga, más rica que pobre según las estadísticas, se considera pura clase media, aunque no lo sea. Como el 58% de los españoles.

    Lo contó Sergio C. Fanjul en este periódico. Solo el 10% de los encuestados por el CIS se autopercibe como clase trabajadora, aunque, con sus oficios y sus ingresos en la mano, lo sean el 41%. O sea, que nos autoengañamos. Los de abajo, quizá, para darse el mérito que merecen, aunque no se les reconozca. Los de arriba, para quitarse la etiqueta de privilegiados, aunque se la merezcan. Naturalmente, nada es blanco ni negro. Hay cerrajeros que facturan más que doctores en Clásicas, y niños de papá que curran como condenados. Hay peces gordos y chicos en el estanque desde que hay agua. Pero el sistema quiere hacernos creer que somos todos medianos para tenernos narcotizados con nuestros juguetes en nuestras burbujas y que no salgamos a quemar contenedores para denunciar la desigualdad real y salvaje. No sé. No soy socióloga. Lo que sé es que muchos hijos de pobres, pobres, dejan de ser niños y niñas para convertirse en chicos y chicas para todo en el mercado en cuanto acaban la ESO, y eso si la acaban. Por cierto, mis niñas fenomenal, gracias. Este mes se me gradúa de la uni la pequeña. Ya tengo comprado el modelazo.

    Luz Sánchez-Mellado

    https://elpais.com/autor/luz-sanchez-mellado/