El fin del ‘hasta que la muerte nos separe’ o por qué nos casamos cada vez menos

Los enlaces matrimoniales caen y hasta se habla de su extinción. ¿Es por dinero, porque está pasado de moda, por pereza? Explicamos las causas

Qué poco nos casamos ya y qué poco tiene que ver esta evidencia numérica con el amor. De hecho, al hacer una radiografía sobre las causas del descenso de la nupcialidad, los factores sentimentales son irrelevantes. No es que nos hayamos vuelto unos descreídos sobre este vínculo concebido para toda la vida –que es un periodo endiabladamente largo para cualquier cosa en los tiempos que corren–, lo que pasa es que parece que valoramos mucho los pros y los contras antes de dar este paso. Y la reflexión, en este caso, inhibe. Así lo demuestran los datos del INE y del Observatorio Demográfico CEU: los matrimonios han caído a la mitad en 50 años. Nos casamos menos y, además, más mayores, en concreto unos 10 años más que en los años 70 (y a más edad, menos impulsividad a la hora de lanzarse, claro). Encima, no nos dura: el 50% de los casamientos acaba en divorcio, lo que convierte las bodas casi, casi en un acto de fe solo para valientes (a veces parece que hasta en la ruleta rusa tienes más posibilidades de librar).

Esto, desde luego, no solo pasa en este país, es una tendencia general. Según los útimos datos del INE, correspondientes a 2022, se formalizaron casi 179.107 matrimonios en España. En 2000 hubo 216.451. Y, aunque las cifras han presentado algunos dientes de sierrra –con una caída tremenda y lógica de los enlaces durante el covid (solo se celebraron 87.481)–, la tendencia general apunta hacia el desplome. Cinco expertos nos explican qué motivos justifican la caída desde sus respectivas áreas.

Ay, la economía

«La falta de estabilidad económica lleva a muchas parejas jóvenes a no contraer matrimonio o a aplazarlo en el tiempo. Dificultades para conseguir estabilidad laboral, precariedad, problemas para acceder a una vivienda… Si a estos aspectos les unimos las dificultades para conciliar vida laboral y familiar, estar años priorizando la carrera profesional, los costes de las futuras cargas familiares…, resulta lógico que los jóvenes no se planteen el matrimonio como una opción», repasa Adriana Auset, abogada experta en derecho de familia y fundadora de Auset Abogados. Y está el coste de la boda en sí, que en España ronda los 21.000 euros  (aunque luego, sí, con los regalos se suele recuperar todo o parte). En este sentido, nuestro país es, junto con Italia y Reino Unido, donde más caras salen las bodas, según un estudio publicado en ‘The Conversation’ por Sonia Aránzazu, investigadora de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR).

De todo ello, la vivienda es el principal escollo. Lo de ‘el casado casa quiere’ parece que es una realidad: si no hay casa, no hay casados. Un proyecto de investigación financiado por la Fundación Ramón Areces estudió el impacto que el precio de la vivienda tenía en la cantidad de matrimonios que se celebraban y reveló que, cuando los precios de la vivienda aumentaron, los matrimonios cayeron. Esta relación negativa fue más acusada durante los años de la burbuja inmobiliaria en 2008, según estas investigaciones. En 2007 hubo más de 200.000 bodas y, a partir de esa fecha, se bajó de esa cifra mágica y ya no se ha vuelto a rebasar.

Para 2062 se extinguirán los casamientos

¿A alguien le extraña la caída? Parece algo lógico y sin mucha posibilidad de repunte. Más bien todo lo contrario: de hecho, algunos estudiosos se han aventurado ya a avanzar una fecha de ‘defunción’ para el matrimonio como institución. Será en 2062, según un análisis realizado por el Instituto de Estudios sobre la Familia de Reino Unido. «Para entonces se casará una pareja por cada 400 adultos en Reino Unido cada año. Hoy lo hace una de cada 100. Esto supone un descenso del 70% en dos generaciones», indica Frank Young, uno de los responsables de este trabajo. Estas cifras, desde un punto de vista demográfico, supondrían lo que él llama ‘extinción’ en la segunda mitad de este siglo.

Tal y como explica, sentir que se pierde la estabilidad y la autonomía económica si uno se casa es otro de los motivos (lo ve en su despacho a menudo). «El hecho de unir patrimonios y sueldos puede resultar una fuente de problemas diarios que muchas personas prefieren evitar. No se casan para no unir sus finanzas con las de la otra persona, pensando que así disminuirá el conflicto. Y si además se piensa en los costes de un divorcio con las posibles pensiones económicas, la ilusión por escuchar la frase ‘hasta que la muerte nos separe’ desaparece, sobre todo cuando se trata de parejas con diferencias salariales y patrimoniales importantes», añade la experta.

¿Tanto peso tiene la economía en las bodas? Hay estudios que hasta vinculan el PIB per cápita con una mayor tendencia a casarse o no.Aunque los investigadores lo apuntan con precaución, sí se intuye una «aparente relación positiva» entre un mayor PIB per cápita y los matrimonios, concretamente civiles.

Uff, qué compromiso

Hay una metáfora que suele usarse en el campo de las relaciones: una pareja debe ser como un tiburón, avanzar de forma constante para obtener oxígeno y sobrevivir. Si dejas de nadar, si te rindes, ese vínculo se hunde. Así lo explica la psicóloga y escritora Valeria Sabater. ¿A qué se refiere? A algo que ve en terapia casi a diario: «La falta de inversión o responsabilidad afectiva de las personas para mantener a flote la relación y crear un compromiso sólido y saludable». Tal y como destaca, en los tiempos que corren muchas parejas no van más allá de esa primera fase del enamoramiento, «la definida por el subidón embriagador de las oxitocinas, serotonina y dopamina».

La cifra: 3,7 matrimonios por cada 1.000 habitantes es la tasa bruta de nupcialidad en España

Por eso no se llega al matrimonio, porque, cuando la pasión ya no es tan intensa y hay que seguir construyendo entre dos la relación para pasar a una etapa más madura del compromiso, «se desnudan las realidades subyacentes de cada uno: problemas de apego, inseguridades, falta de habilidades de comunicación, incapacidad para tomar decisiones consensuadas, miedo a perder la libertad y de ver vetados los propios proyectos…», enumera la psicóloga. Es el fenómeno que definió el sociólogo Zygmunt Bauman: vivimos una realidad de vínculos frágiles. «Las relaciones son cada vez más débiles, casi líquidas. Se busca la satisfacción puntual y se pasa por alto el compromiso porque conlleva un esfuerzo excesivo. No apetece», añade Sabater.

¿Más motivos para no casarse desde el punto de vista de la Psicología? Sí, la gamofobia o miedo irracional al compromiso. Son personas que se obsesionan con el temor a ser abandonadas y quese ven incapaces de construir una relación estable y feliz. «Lo que pasa en muchos de estos casos es que, antes de que les abandonen, les traicionen o se evidencie su falta de habilidades en materia relacional, son ellos quienes terminan dejando la relación», indica Sabater

La ‘tumba’ de la pasión

«Parece que hay un cambio de etapa cuando las parejas deciden formalizar su situación. Toda esa parte sexual de descubrir al otro… Mucha gente da por sentado que, una vez casados, su pareja va a estar para el resto de la vida y ya no hay que currárselo. Y, cuando tenemos algo para toda la vida, las personas tendemos a dejar de vivirlo con tanta pasión y el deseo puede reducirse… La novedad es una dopamina maravillosa para el cerebro», apunta Alba Povedano, sexóloga y encargada de la firma de bienestar sexual Amantis Gràcia.

Cambios sociales

  • Menos bodas religiosas: Los enlaces en general han caído, pero en los religiosos ya… el desplome es total. Según datos del Observatorio Demográfico CEU, las bodas por la iglesia han pasado de ser el 99% en 1976 a menos del 20% actualmente.

  • Tardamos más en elegir pareja: En la década de los 70 la probabilidad teórica de hallar pareja antes de los 50 era prácticamente del 100% (de hecho, no tenerla se veía con recelo, como algo raro). En esta década solo el 43% de los hombres y el 47% de las mujeres lo logran. Los que se casan antes de los 30 no llegan ni al 20%.

Claro, quienes aprecian esa pasión… ¡no quieren matarla casándose! Aunque vamos a romper una lanza en favor del matrimonio (para no asustar): de acuerdo con un estudio de la Universidad de Nueva York, el 45% de las personas con pareja estable practica sexo entre 2 y 3 veces por semana, mientras que sólo el 8% de los solteros logra llegar a esta cifra. Entre los casados, el 1% de los hombres y el 3% de las mujeres admitieron no haber tenido sexo en el último año, frente al 23% de solteros y al 32% de solteras.

Vínculo obsoleto

Antaño, el matrimonio era fundamental: suponía la unión de dos linajes con su correspondiente red social (familia, amigos…). «Tenía reconocimiento y prestigio social, algo que no sucede hoy en día», sentencia José Jiménez Cabello, del departamento de Sociología de la Universidad de Granada.

Tal y como explica, la unión de una pareja ya no pasa necesariamente por el matrimonio. Existen múltiples formas para conformar un vínculo: desde un pacto invisible de los miembros hasta modalidades como las parejas de hecho… Además, el sociólogo pone sobre la mesa otra realidad que retrae a las personas a la hora del matrimonio: «Las biografías amorosas han ido cambiando y estamos presenciando una suerte de carrusel donde los procesos de emparejamiento y desemparejamiento son cada vez más comunes. El imaginario de ‘pareja para toda la vida’ se difumina», aclara Cabello. Tanto, que se estima que casi la mitad de las personas que ahora mismo son jóvenes nunca se casarán, según cálculos del Observatorio Demográfico CEU. Esto contrasta con la realidad que existía en España hace casi 50 años: solo el 8% de los jóvenes de aquella época se quedaron solteros. Para Cecilia Bizzotto, socióloga y portavoz de JOYClub, el matrimonio como tal ha perdido el significado de «unión de por vida» que tenía antiguamente. «Como sociedad, ya no necesitamos firmar en un juzgado o pasar por la iglesia para declararnos amor y fidelidad. Para muchas personas, la institución del matrimonio ha perdido valor y ha pasado a ser sencillamente un papel vacío acompañado de una fiesta absurdamente cara. Que para muchas personas el matrimonio o la boda no tenga valor en sus vidas, no significa que sea el ‘fin del amor’ ni implica en sí una disminución del compromiso y o del modelo relacional monógamo». No obstante, como portavoz de una red social sobre sexualidad liberal, quiere matizar que casarse ya no implica «que todas las personas que se casan lo hagan en monogamia (hay triejas, personas poliamorosas, parejas swingers… que deciden casarse) o que lo hagan acogiéndose a estos ideales del amor romántico. Una boda puede simbolizar lo que tú quieras que simbolice y puede ser simplemente un rito de paso (como tantos de los que hacemos en nuestras vidas: funerales, graduaciones, cumpleaños…)»

Solange Vázquez

FOTO: Felip Ariza

https://www.ideal.es/vivir/relaciones-humanas/fin-muerte-separe-casamos-vez-20240608173911-ntrc.html

 

 

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