13 octubre 2024

«Frente a la sostenibilidad, el problema no es el turismo sino la intensidad turística»

Las golondrinas ya no son tantas como antaño; las olas de calor se suceden, cada vez más apocalípticas; el turismo se está desplazando hacia el norte, al igual que la fauna y flora del país; los incendios son tan colosales como destructivos y nuestro cuerpo y mente se agostan frente al calor. De esto habla el periodista experto en cambio climático, medio ambiente, biología y antropología Miguel Ángel Criado (Almería, 1968) en su último ensayo, ‘Calor. Cómo nos afecta la crisis climática’ (Debate).

Ya lo está modificando. Sobre todo, en cuanto a flora y fauna ya está habiendo un cambio significativo, pero también en el turismo, la economía y la vida en las ciudades. La distribución geográfica de las especies animales y vegetales está cambiando. El clima se está desplazando de las zonas más mediterráneas, de Castellón hasta Granada, hacia el noroeste, y eso afecta directamente a las especies, produciendo una traslación. Ya es complejo hablar de esa simplificación que se empleaba antes de clima mediterráneo, atlántico y continental. La agricultura es uno de los sectores más afectados, sobre todo la cerealística: no va a haber agua, no solo por falta de precipitaciones, sino por la bajísima humedad ambiental, esa cantidad de vapor de agua que hay en el ambiente, que no tiene que ver tanto con la lluvia como con la temperatura y que no ha sido tan baja desde hace ochocientos años. Eso afecta, por ejemplo, directamente a los árboles y plantas de toda Europa, y amplifica el problema del agua.

Sin embargo, pareciera que la gente de campo, de la más directamente afectada por el campo climático, fuera la más reticente a la Agenda 2030, la menos receptiva a las propuestas que enfrentan la emergencia que vivimos…

Es la condición humana, la actitud frente al cambio climático. Las medidas que se están implantando y las que se quieren implantar para mitigar los efectos del cambio climático y adaptarse a las nuevas condiciones no siempre tienen una buena recepción en sectores más tradicionales, como lo es el campo. No ha habido, además, una gran labor pedagógica que explique bien cuál es la situación y cuál será si no hacemos nada. Y, mientras, algunos políticos se agarran al descontento y hacen demagogia. Hay que explicar que no va a haber agua en el futuro, no es una suposición, es una certeza. Y tener en cuenta que todo gran cambio genera beneficios enormes, pero también perdedores, y los perdedores, en este caso, están en la agricultura. Pero más perderán si no se adaptan a los cambios. Esto lo explica la disonancia cognitiva. Te pongo otro ejemplo: en las zonas donde hubo campos de exterminio de los nazis, que se supone tendría que haber servido de vacuna, en los últimos veinte años el porcentaje de votos hacia los partidos neonazis es mayor que en ciudades y pueblos cercanos donde no hubo campos de exterminio. Eso es la disonancia cognitiva, cuando tu visión del mundo crees que es la única válida, y no tomas en consideración los datos, las certezas de los expertos.

«No ha habido una gran labor pedagógica que explique bien cuál es la situación y cuál será si no hacemos nada»

Pero su libro, pese a contemplar la gravedad de la situación, se abre a cierta esperanza.

Es que se pueden hacer muchas cosas. Me contaba Fernando Martínez de Toda, catedrático de la Universidad de La Rioja, que antes la uva se cosechaba en torno a la festividad de Todos los santos. Después, por el Pilar. Y ahora se está cosechando a finales de agosto. Eso supone adelantar la cosecha casi dos meses; en algunos productos, como los frutales, las consecuencias son menores, pero en la uva tiene serias consecuencias. Desde hace unos años, las viñas se están orientando al norte, incluso subiendo las viñas a zonas montañosas. A veces se trata de desplegar un espíritu adaptativo, sabiendo que la situación es dramática.

¿Y qué hacemos con el turismo?

El turismo representa un 14,5% del PIB de España, más de tres millones de personas viven del turismo. Será el sector más afectado por el calor. ¿Quién quiere ir a Egipto, Túnez o Argelia en verano? Algo así pasará con el sur de España, la gente dejará de venir a las zonas más turísticas. Hace uno o dos años, vi una fotografía de un periódico en la que se veía una playa llena de ingleses. Lo llamativo de la imagen, tomada en junio, es que era el sur de Inglaterra. Ya se están haciendo informes que apuntan que se está perdiendo turismo en el sur. Entonces, hay que apostar por la desestacionalización del turismo, tratando de que haya turismo todo el año, como sucede en Canarias, y eso acabaría con tres de los problemas que genera el turismo: permitiría que el trabajo del sector fuera de mayor calidad, al generar empleo todo el año, no solo estacional, que los servicios públicos de los ayuntamientos, que se ven superados siempre en verano e infrautilizados en invierno, funcionaran con mayor normalidad y se aliviaría la presión sobre el medio natural. La mayoría de las visitas a ecosistemas y sistemas protegidos suele ser en verano, las Tablas de Daimiel, pongamos. Si espaciamos el turismo, el impacto sería mucho menor.

«Sí, es posible que haya un boom turístico en el norte de España, pero hay que aprender de los errores cometidos en la zona de Levante y el sur»

Es decir que, en breve, los turistas preferirán la costa norte de España que el sur.

Sí, se quedan cada vez más en el norte, en los antiguos destinos de la belle époque, de La Coruña hasta San Sebastián. Leí un artículo en El Diario Vasco en el que se lamentaban de que, en 2023, hubo menos pernoctaciones que en 1923 en San Sebastián, lo cual nos da una idea de cómo fue el turismo entonces. Sí, es posible que haya un boom turístico en el norte de España, pero hay que aprender de los errores cometidos en la zona de Levante y el sur.

¿El turismo es incompatible con la sostenibilidad?

No tiene por qué. El problema no el turismo sino la intensidad turística, es un error asociar el turismo con la insostenibilidad. Lo que no puede ser es que suba al Everest tanta gente a la vez. Desde luego hay crímenes turísticos, basta pensar en El Algarrobico, pero si se aligera la intensidad turística, el problema decae.

¿De qué manera afecta el calor a la salud mental?

Hay películas, novelas y estudios que han estudiado su incidencia en los conflictos raciales. Recuerda Un día de furia, esa película en la que un tipo que está en un atasco, muerto de calor, estalla en un ataque de ira. El calor nos afecta al carácter, nos pone de mal humor, esto lo hemos comprobado todos. Ya hay estudios de cómo afecta el calor a la violencia de género. Afecta mucho más de lo que pareciera, desde luego.

«Cuanto mayor es el calor, menor es el consumo en todos los sectores, salvo en uno: el farmacéutico»

La sostenibilidad del planeta, ¿depende de la caída radical de la población mundial, del consumo o de ambos variables?

En cuanto a una menor población, no estoy seguro. Y tampoco considero creíble la posibilidad de que se produzca un decaimiento del consumo, ni en los países desarrollados ni en los menos desarrollados. El consumo es, de alguna manera, un derecho a la felicidad. Lo que hay que hacer es actuar sobre los modos de consumo, cambiar la calidad de ese consumo. El ejemplo evidente es el de los combustibles fósiles. De acuerdo, las soluciones a veces generan otros problemas laterales, cómo el impacto ecológico durante el ciclo de vida o el impacto de las baterías, pero se están solucionando. El número de coches eléctricos aumenta; es decir, uno de los mayores focos de emisiones, el motor de combustión, desaparecerá en diez años. El 93,8% de los nuevos vehículos en Noruega son eléctricos. Hay que recordar que Noruega es el principal productor de petróleo de Europa occidental. También hay que actuar sobre lo que comemos y cómo lo comemos. Se pueden hacer cosas, muchas. Aprender a comer de otra manera.

¿De veras es tan importante reducir el consumo de carne?

Sí, sobre todo por cómo se consume, cómo se produce y cómo se utilizan determinados productos agrícolas, el estiércol o el arroz, mismamente, que es un emisor de metano bestial.

Es curioso que el calor sea inversamente proporcional al consumo.

Sí, los informes aseguran que cuanto más altas son las temperaturas, el calor, menor es el consumo en todos los sectores (restaurantes, ropa, ocio) salvo en uno: el farmacéutico. Por la noche, que la temperatura deja respiro, aumenta el consumo. Es decir, con las olas de calor nos agostamos.

 
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