La Europa de las reinas electas
«Es curioso que las principales voces femeninas en la política contemporánea europea sean (muy) de derechas, especialmente si tenemos en cuenta que hoy las mujeres son significativamente más de izquierdas que los hombres», escribe el politólogo Víctor Lapuente.
¿Quién manda? En América, Asia o África, son hombres. Y mayores: Xi Jinping, Modi, Biden. En Europa, también abundan los hombres, pero las figuras que marcan las nuevas coordenadas políticas son casi todas mujeres como, por ejemplo, la presidenta de la Comisión, Von der Leyen; la jefa del ejecutivo italiano, Meloni; y la líder del partido más votado en Francia, Le Pen. El continente secularmente famoso por sus reyes no electos, ahora lo es por sus reinas electas. Y esto debería alegrar a ambos lados del espectro ideológico.
La izquierda puede sentirse orgullosa porque, gracias en parte a sus medidas, la brecha de género se ha reducido. Queda mucho por hacer, pero, en los puestos de poder (político y funcionarial) de las administraciones, nos acercamos a la paridad. En el sector público sigue habiendo una brecha de género, pero se ha reducido de forma ostensible. Este progreso no ha caído del cielo. Ha sido necesario derribar las barreras invisibles que impedían el avance en la igualdad real, y no solo legal, entre hombres y mujeres.
Y el resultado de esta mayor paridad de género es una sociedad más justa, pero también más eficiente. Cuando otros ciudadanos del mundo venían a Europa y preguntaban «¿cómo podéis ser tan productivos pagando tantos impuestos?», la respuesta estaba aquí. Debido a nuestros Estados de bienestar, las mujeres se han podido incorporar al mercado laboral en condiciones relativamente igualitarias. Por tanto, debemos reconocer la labor llevada a cabo por políticos, y sobre todo políticas, progresistas en el diseño de políticas de protección social que han favorecido la conciliación familiar y la incorporación, en un pie creciente de igualdad, de las mujeres al mercado laboral.
Las tres grandes mujeres de la política europea actual –Von der Leyen, Meloni y Le Pen– pertenecen todas a la derecha conservadora
Pero la derecha también puede sentirse reivindicada: las tres grandes mujeres de la política europea actual –Von der Leyen, Meloni y Le Pen– pertenecen todas a la derecha conservadora. Y, en España, tenemos a Isabel Díaz Ayuso, una política particularmente de derechas. No es casual. De hecho, también son conservadoras las dos políticas más notorias de la izquierda continental en estos momentos: la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, socialdemócrata pionera en expulsar inmigrantes en situación irregular y recortar la protección de los solicitantes de asilo, y la exlíder de Die Linke y fundadora del quizá primer partido de izquierdas antinmigración exitoso de Occidente, Sahra Wagenknecht. Esta última ha creado un tipo de formación política en el nicho ideológico que, según los expertos, ha quedado más despejado en lo que llevamos de siglo: gente que, por un lado, son de izquierdas en lo económico, y que quieren un Estado interventor en los mercados y que reparta la riqueza; y, por el otro lado, son de derechas en lo identitario o cultural, y que tienen miedo de los rápidos cambios sociales, demográficos y migratorios.
Hay, y ha habido, en nuestro continente muchas políticas destacadas de izquierdas, de Sanna Marin en un extremo de Europa a Ada Colau en el otro. Pero es curioso que las principales voces femeninas en la política contemporánea europea sean (muy) de derechas, especialmente si tenemos en cuenta que hoy las mujeres son significativamente más de izquierdas que los hombres. ¿Son pues estas dirigentes conservadoras instrumentos al servicio del heteropatriarcado, como insinúan algunos observadores progresistas? El argumento en sí es machista, ya que cuestiona la libertad de acción a unas mujeres con las que, se puede estar de acuerdo o no, pero que atesoran un innegable capital político.
El ascenso de las políticas (muy) conservadoras obedece posiblemente a causas múltiples, pero no es descartable pensar que aúnan unas características que son bien recibidas en una fracción, sin duda creciente, de los votantes. Quizás es porque combinan tacto y determinación en un grado que es apreciado por un electorado europeo que, temeroso ante un escenario de riesgos económicos y desigualdades hirientes, pide protección.
En todo caso, y más allá de las etiquetas ideológicas, lo que está claro es que el carisma político hoy tiene rostro de mujer. De Kamala Harris o Meloni. Ellas nos guiarán en el futuro próximo. Y eso es en sí mismo positivo, aunque el destino sea incierto.