Las rebeldes del Imperio español: las mujeres que armaron la independencia de América
Los movimientos feministas en Latinoamérica llevan una década redescubriendo y reivindicando a las olvidadas revolucionarias que participaron en las guerras de independencia hispanoamericanas
En una sala del Museo Histórico Nacional de Argentina, en el barrio porteño de San Telmo, cuelga un cuadro titulado Damas patricias. No es una de las pinturas más importantes o famosas de este museo, una institución centenaria que, según diferentes historiadores, se levanta en el mismo lugar donde el conquistador Pedro de Mendoza fundó Buenos Aires en 1536. Damas patricias tampoco tiene la calidad pictórica o técnica que tienen otras obras de los fondos. Su autor, José Gerompini, un pintor de finales del siglo XIX, es poco conocido. Sin embargo, la obra en cuestión tiene un gran valor por otras razones. Es la única pintura que se conoce sobre un acontecimiento clave en la historia del país: la reunión secreta que tuvieron 14 damas adineradas del virreinato del Río de la Plata la noche del 30 de mayo de 1812 para financiar la revolución. En esa velada, las participantes decidieron donar parte de sus fortunas (onzas de oro, pesos, reales y joyas) para la compra de fusiles con los que armar al Ejército Libertador que entonces luchaba contra las tropas reales españolas.
Damas patricias es un homenaje a las catorce mujeres criollas, todas ellas descendientes de españoles, que se rebelaron contra España. Con su dinero se financiaron las armas que ayudaron a liberar a países como Argentina, Chile y Perú de un imperio español que empezó a tomar forma el 12 de octubre de 1492. Los nombres de Tomasa de la Quintana, Remedios de Escalada, Nieves de Escalada, María de la Quintana, María Eugenia de Escalada, Ramona Esquivel y Aldao, María Sánchez de Thompson, Petrona Cordero, Rufina de Orma, Isabel Calvimontes de Agrelo, María de la Encarnación Andonáegui, Magdalena de Castro, Ángela Castelli de Igarzabal y Carmen Quintanilla de Alvear fueron grabados en los fusiles para que en el momento del triunfo las patriotas pudiesen exclamar: “Yo armé el brazo de este valiente para asegurar su gloria y nuestra libertad”. Su iniciativa fue imitada por más de un centenar de poderosas damas de otras provincias del virreinato.
“Hasta que llegué al museo, en 2020, yo no sabía de la existencia del cuadro Damas patricias. Todas las protagonistas de la obra son mujeres, algo muy raro en la pintura argentina de finales del siglo XIX. Decidimos exponerlo por eso, por su excepcionalidad. Y porque hay una demanda y una necesidad de visibilizar a las mujeres que tuvieron un papel en nuestra historia”, explica Gabriel di Meglio, director del Museo Histórico Nacional, en conversación telefónica. Según Di Meglio, el interés por las mujeres que participaron en las guerras de independencia hispanoamericanas cogió fuerza con el auge de Ni una menos, el movimiento feminista que surgió en Argentina en 2015 y que se ha expandido a otros países de la región. “Desde entonces, se habla más sobre ellas en los colegios y espacios públicos”, apunta el historiador.
Mujeres revolucionarias
Di Meglio no quería colgar Damas patricias en una sala aparte ni crear un “rincón de las mujeres”. Quería integrar el lienzo con el resto de obras del museo, una institución con enorme influencia en la iconografía argentina: muchas de las imágenes tradicionales de los manuales escolares, los retratos oficiales y los billetes de los pesos argentinos provienen de los fondos pictóricos del Museo Histórico Nacional. “Esa integración no es una tarea sencilla porque el patrimonio está desbalanceado en términos de género”, aclara el historiador. El museo rebosa de retratos y documentos de próceres como José de San Martín, libertador de Argentina y Chile, impulsor de la independencia de Perú y una de las figuras más trascendentes de las guerras de independencia junto a Simón Bolívar. Pero apenas guarda testimonios sobre muchas de las mujeres que participaron en los procesos revolucionarios de América.
Según Magdalena Candioti, historiadora e investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), el estudio del papel de las mujeres en las guerras de independencia “es un campo historiográfico en ebullición”. “Han emergido nuevas formas de llegar a las historias de estas mujeres que durante tanto tiempo estuvieron opacadas por la falta de fuentes y por una manera de pensar la política y lo históricamente relevante como algo ligado exclusivamente a los hombres”, explica Candioti. “Hasta hace poco, la historia era androcéntrica, centrada en los hombres que ocuparon espacios de poder y de toma de decisión. Los nuevos estudios demuestran que incluso espacios como la guerra estaban llenos de mujeres”, continúa.
Ahora se sabe que las mujeres de la América colonial desafiaron los roles establecidos. Las damas de la élite no solo financiaron los ejércitos patrióticos que lucharon contra España. También dirigieron las empresas de sus maridos cuando estos fueron encarcelados, tejieron redes políticas, cobijaron a aliados y denunciaron a traidores, organizaron arengas públicas y escribieron manifiestos. Las mujeres del pueblo, por su parte, asistieron a los hombres en el campo de batalla y ellas mismas lucharon, ejercieron de espías e informantes, remendaron uniformes y participaron en grandes hazañas como el cruce de los Andes, la gesta que lideraron José de San Martín y Bernardo O’Higgins para enfrentarse a las tropas realistas en Chile.
A finales del siglo XIX, Adolfo Carranza, fundador del Museo Histórico Nacional, fue uno de los primeros historiadores que se interesó en lo que él mismo llamó “damas patricias”. Carranza reunió abundante material sobre esas mujeres de la élite del virreinato y en 1901 publicó el libro Patricias argentinas, obra en la que, según el autor, “desfilan modestas, pero impertérritas, las madres, las esposas y las hijas de nuestros próceres y algunas de las que alentarían el fuego sagrado durante el desarrollo de la revolución”. En el libro ya se denunciaba “la indiferencia que ha dejado morir en la oscuridad y el silencio a esas damas excelsas”.
La publicación de Patricias argentinas popularizó el término patricio para referirse a las clase altas del país. En la antigua Roma, los patricios eran los que descendían de los primeros senadores y estaban en la cúspide de la pirámide social. En el Museo Histórico Nacional de Argentina cuelga otro cuadro que rinde tributo a las revolucionarias con alcurnia, un óleo de Pedro Subercaseaux que capta el momento en que se cantó por primera vez el Himno Nacional argentino en el salón de la casa de María Sánchez de Thompson, en 1813. Hija única de una de las familias más acomodadas de la época, Thompson es considerada como la figura femenina más importante en el proceso revolucionario. Fue una de las primeras mujeres políticamente activas y cronista de los sucesos que conformaron la fundación de Argentina como república.
La socióloga e historiadora Dora Barrancos, uno de los grandes referentes del feminismo en Argentina, no se siente cómoda con el término patricia. Para ella, se trata de un nombre evocativo “muy patriarcal” que se enmarca en la patrística historiográfica. “Desde el punto de vista académico, ese término ha sucumbido. Hoy, la historia y los feminismos populares buscan visibilizar a las mujeres de todas las clases y etnias que tuvieron un papel en los procesos de independencia, más allá de aquellas que venían una extracción de clase patricia”, explica. “Esto está ocurriendo en toda América Latina”, añade. La heroína insurgente mexicana Manuela Medina, de sangre indígena, o la espía chilena Águeda Monasterio, que provenía de una familia de clase media, son solo dos ejemplos.
Figuras rescatadas
Entre las revolucionarias redescubiertas en los últimos años también destacan Juana Azurduy, hija de una mestiza boliviana y de un rico blanco de ascendencia española, que luchó en las guerras de independencia. En 2015, el gobierno de Cristina Fernández Kirchner sustituyó un monumento de Cristóbal Colón por uno de Azurduy. El gesto causó controversia y malestar en ciertos medios de comunicación y en los sectores más conservadores de la sociedad.
Otra figura rescatada recientemente ha sido la de María Remedios del Valle, militar afrodescendiente que luchó en la guerra y consiguió el rango de sargento mayor del Ejército. Considerada una “parda” (así llamaban en la época colonial a los descendientes de esclavos africanos que se mezclaron con europeos e indígenas), Del Valle se ganó el apodo de “madre de la patria” por su valentía en el campo de batalla, aunque tras la guerra se encontró reducida a la mendicidad. En la actualidad, cada 8 de noviembre se celebra el Día Nacional de los Afroargentinos en homenaje a ella. En mayo de este año, el Banco Central de Argentina puso en circulación los nuevos billetes de 10.000 pesos argentinos que llevan impresa su imagen.
Cristina Kirchner incluyó los bustos de María Remedios del Valle y Juana Azurduy en el Salón de Mujeres de la Casa Rosada, un espacio inaugurado en 2009 para homenajear a las heroínas de la Independencia. Mauricio Macri, sucesor de Kirchner, desmontó el Salón, y el gobierno de Alberto Fernández lo recuperó. En marzo de este año, coincidiendo con el Día Internacional de la Mujer, el presidente Javier Milei anunció que el Salón de las Mujeres pasaría a llamarse Salón de los Próceres. “Que haya un Salón de la Mujeres tal vez sea hasta discriminador para los hombres”, sentenció Manuel Adorni, portavoz presidencial. El gobierno de Milei también ha disuelto el Ministerio de la Mujer y ha cancelado proyectos e instituciones que participaban en el fomento de la memoria histórica en torno a las mujeres patriotas.
“El gobierno de Milei no parece estar dispuesto a continuar con las políticas feministas y de género que tratan de deconstruir este mundo tan desigual y androcéntrico”, denuncia la historiadora Magdalena Candioti. “Hay un retroceso, pero hay un movimiento feminista desde abajo que no se puede desarticular de la noche a la mañana. Yo creo que no hay marcha atrás”, concluye. Para Dora Barranco tampoco hay marcha atrás. “Ninguna guerra se puede sostener sin las retaguardias de mujeres”, dice la historiadora. “La historia nos ha demostrado que sin mujeres no hay posibilidad de supervivencia común”.