Frida Kahlo murió «tras siglos de tortura» sin conocer el diagnóstico de su enfermedad
Tras un accidente a los 18 años, la pintora Frida Kahlo nunca volvió a ser la misma. El dolor y las dificultades para moverse la acompañaron el resto de su vida. Y, a pesar de que se sometió a múltiples operaciones y tratamientos, los médicos no consiguieron dar con su diagnóstico. Hasta hoy.
«Tengo la impresión de haber sufrido siglos de tortura y, a veces, casi me vuelvo loca«, dijo Frida Kahlo en 1953 cuando, tras la amputación de parte de su pierna derecha, seguía soportando un intenso dolor neuropático (causado por una lesión o funcionamiento anormal del sistema nervioso). Un año después, esta pintora que trasformaba su sufrimiento en arte, murió. Se sospecha que por suicidio.
Setenta años después, su historia no dejaba de inquietar a la doctora Hatice Kumru, neuróloga en el Institut Guttmann. «Me encanta la pintura, es uno de mis hobbies, y soy médico especialista en dolor y en lesión medular», cuenta a Público. Una combinación muy especial que hizo que le resultara muy llamativo el cuadro donde Frida Kahlo se autorretrata con la columna rota.
La pintora había padecido lo que hoy llamamos fatiga crónica y dolores intensos en la espalda, las piernas y los genitales, y había tenido que permanecer en cama durante largas temporadas.
Tras la pista de los síntomas
«El hecho de que la artista declarara que ella no dibujaba su mundo onírico, sino su realidad y su dolor, me hizo interesarme por su dolencia en particular», nos dice Kumru. Así que empezó a estudiar las cartas de la artista, en busca de referencias a sus síntomas. También consiguió reunir algunas de sus historias médicas, incluso, antiguas radiografías.
La pintora hablaba en sus escritos de «ciática» persistente e hipersensibilidad al tacto, también en las zonas genitales. Además, Kumru encontró las notas de su médico, el cirujano torácico estadounidense Leo Eloesser, que describe «una disminución de la sensibilidad en la parte inferior de su cuerpo».
Así, esta neuróloga fue encajando las piezas del puzle de un sufrimiento casi insoportable, en un artículo que acaba de publicar en Journal of Neurology.
Dolor suicida
Kahlo padecía un «dolor neuropático refractario y resistente al tratamiento», señala. Y todos los datos apuntan a un diagnóstico que en tiempos de la pintora no se conocía: síndrome de cola de caballo.
Se trata de una lesión de las raíces nerviosas de la parte inferior de la médula espinal –cauda equina– que «causa un dolor brutal, tanto que lleva a los pacientes a quitarse la vida», nos explica. En el caso de la artista, fue de origen traumático, provocado por el accidente que sufrió el autobús en que viajaba, con solo 18 años. Entre otras roturas –en la pelvis, costillas y pie–, sufrió fractura vertebral y de médula.
Aunque, en otros casos, la SCC puede estar causada por un tumor o por una hernia discal, es, de todos modos, una enfermedad rara que afecta a una parte muy pequeña de la población. Para entender sus síntomas y su impacto en la calidad de vida de los pacientes, el legado que dejó Kahlo puede ser una ayuda inestimable.
Diagnósticos fallidos
En su época, no solo no se conocía este síndrome, sino que no había la tecnología que tenemos hoy para detectarlo, como tomografías y resonancias magnéticas para observar la compresión de la médula. «Solo había radiografías simples y ahí apenas se puede observar», apunta Kumru.
En aquellos años de mediados del siglo pasado, los médicos ofrecieron varios diagnósticos para su tormento. Algunos eran de fractura, otros de post-polio –había sufrido la enfermedad con seis años– y otros de espina bífida.
Sin embargo, ninguno de ellos explicaba del todo lo que le sucedía. Antes del accidente, su espina bífica congénita nunca le había provocado molestias y el síndrome post-polio, además de que suele aparecer 50 años después de haber tenido polio, no se asocia con los síntomas que Kahlo tenía.
Tratamiento equivocado
Para colmo, el tratamiento que recibió Frida Kahlo no hizo más que empeorar la situación. «Su primer diagnóstico fue dislocación y, por eso, estuvo inmovilizada en una cama un mes. Su segundo diagnóstico fue fractura vertebral, pero se hizo demasiado tarde. Habría que haber hecho la fijación de la médula en las 24 horas siguientes al accidente. Hoy ese es el protocolo», explica la neuróloga.
Asimismo, llevó una faja ortopédica, como la que aparece en su obra Columna rota. Y «hoy se sabe que estos métodos a menudo pueden conducir a una atrofia muscular, empeorar el dolor y causar trastornos de la marcha, lo que probablemente contribuyó a su discapacidad», según Kumru. «No puedo ni imaginar por lo que tuvo que pasar esa mujer», añade. En solo cuatro años, entre 1946 y 1950, se sometió a ocho operaciones.
En la actualidad, existen tratamientos que antes eran impensables, como la neuromodulación o estimulación cerebral para tratar el dolor, así como nuevos fármacos. La receta, según Kumru, hubiera debido completarse con rehabilitación, psicoterapia y fisioterapia del suelo pélvico.
FOTO: El venado herido, Frida Kahlo, 1946. — Wikimedia Commons