Seamos PRE-mayores
Exceptuando las pocas horas que hemos disfrutado en la entreplanta de la edad adecuada, las mujeres pasamos de estar de menos a estar de más.
Desde que nacemos, nos espolean para que corramos a consumirnos la vida como un chupito. Al principio, la dopamina del «¡qué mayor estás!» evita que sientas cómo restalla el látigo de la prisa en tu lomo. ¡Juanita, qué grande! ¡Anita, estás hecha una mujercita!… Todo parece una maravilla, crecer mola, ser ‘senior’ es un goal y la edad, un trofeo. Lo tienes todo menos experiencia, así que, ¡a por ella!
Entonces, todo se acelera a ritmo de PRE: prescolar, preadolescencia, precontrato, pre-congelación de óvulos, preparto, premenopausia, y así hasta la premuerte, que empieza a los 49. Sí. R.I.P. Amén. Caput. CIAO.
Una vez que te vuelves ‘senior’, pero de verdad, una joven con un latte macchiato en la mano te indica muy amablemente dónde está la puerta de atrás. Eso sí, todo muy polite, muy inclusivo, muy genial, te dan hasta una tote bag. Entonces, te miras en su reflejo y ves la trampa: al principio te falta experiencia y luego te sobra, bótox. El caso es que siempre te falta o te sobra algo. Ella insistirá en que salgas sin prisa, claro, comentando que le encantan tus canas, que ahora son trend, que es súper fan de Jane Fonda y Andie MacDowell, y que, por favor, te vayas, que tiene que llegar otra en tu lugar. Alguien, ya sabes, más fresco.
Ahí llega el punto de inflexión señoras y señores, cuando comprendes que la mayor tragedia de tu vida es que tú también has sido ella. Que tu briosa juventud expulsó, sin querer (o no), a las que estaban antes. Que nunca denunciaste por qué, mágicamente, desaparecían las mujeres mayores de las agencias de publicidad y no solo ellas, también ellos, y no solo aquí, también en otros trabajos molones. Estabas programada para no verlo, estabas embriagada de ti misma.
Ahora querrías susúrrale a esta joven (si tuviera el detalle de quitarse los AirPods y dejara el multitasking) que la sociedad acelera nuestra ‘caducidad’ al mismo tiempo que nos exige alcanzar logros que requieren esfuerzo, dedicación y: Guess what?, tiempo. Observas su inocencia, la pobre, la que le espera. Y quieres salvarla, a ella, a las de antes, a todas y, seamos francas, también a ti, que a los 50 no estás para perderte la fiesta. Pero ¿cómo contarle que el adelanto del reloj vital crea una paradoja espaciotemporal del tamaño del trasero de una Kardashian, y que para cuando ella alcance su punto de plenitud, carrera y sabiduría, una jefa Gen Alpha la habrá colocado en la línea de pre-salida a los 42? Que ya no será la joven prometedora, la musa, la bella, la fresca… sino una versión desactualizada de sí misma, y que alguien le dirá: «Tus canas molan, pero necesitamos a alguien más, ya sabes…» —Fresco, sí. Esa palabra con puerta giratoria, que te saca automáticamente de la conversación, justo cuando sentías que estabas en tu mejor momento. La joven, que en ningún momento se habrá quitado los AirPods, te mirará sin entender nada y sonreirá, porque esto es lo normal (otra palabra trampa), y quizá, si tienes suerte y ha leído a Susan Sontag, escribirá un informe y lo elevará a Dios en las alturas. Pero Dios, ya se sabe, no está para estas cosas.
Así que, entre nosotras, seamos todo lo MAYORES que podamos, GRITEMOS lo mayores que somos, celebrémoslo. Al carajo con el bótox (o no), abramos las ventanas de nuestras menopausias, normalicemos ser mayor y hagamos spoiler a las que vienen por detrás. Que se entere el patriarcado que nos hemos sentado a la fresca, juntas.
Virginia Mosquera es directora creativa, escritora, cineasta, feminista, amiga de sus amigas y madre. A veces en la ventana toca el ukelele.
FOTO: https://tangente.coop/cotidianas-mujeres-mayores/
https://www.mujeresaseguir.com/social/opinion/1185056048615/seamos-pre-mayores.1.html