«AÑO NUEVO, PLAZA DE TOROS NUEVA » ( artículo publicado en el mirador de Atarfe en Papel en 2002) Por MARÍA DOLORES MARTÍNEZ
Magistral disertación del director de la información taurina en Televisión Española, Vía Digital y Radio Nacional de España, Fernando Fernández Román, quien abordó el tema “El torero frente al nuevo siglo” abogando por la necesidad de defender la Fiesta, de huir de tópicos y de proyectar toda su enorme riqueza patrimonial y cultural.
En el 2003 verá la luz la Plaza de Toros de Atarfe, un moderno coso multifuncional con capacidad para 5500 espectadores cuyas primeras mimbres comenzaron a tejerse la noche del pasado día 30 de noviembre, en el Salón de Plenos de la Casa Consistorial, con la colocación simbólica de la primera piedra de la que será la tercera plaza en importancia de la provincia granadina tras la capitalina Monumental de Frascuelo y el coso de Baza.
Un emotivo acto que puso el “cartel de no hay billetes” y que de seguro quedará grabado en la memoria de los asistentes por la magistral disertación del director de la información taurina en Televisión Española, Vía Digital y Radio Nacional de España, Fernando Fernández Román, quien abordó el tema ‘El torero frente al nuevo siglo’, pero, sobre todo, por la culminación gozosa de años de trabajo, muchas ilusiones y no pocos esfuerzos, los de su alcalde, Víctor Sánchez, su exconcejal José Prieto, su actual concejala Yolanda Fernández, la Tertulia Taurina Los Tres Juanes, la Peña Miguel Morilla ‘Atarfeño’ y otros muchos atarfeños y atarfeñas. Al mismo tiempo comenzaba la cuenta atrás hacia la inauguración de la plaza y el compromiso firme por parte del alcalde del municipio, Víctor Sánchez, de que ésta viera la luz a finales del mes de julio, coincidiendo con las fiestas del pueblo y si “el tiempo no lo impedía”.
A escala más pequeña, no obstante, comenzó a vislumbrarse el pasado 19 de julio cuando el arquitecto municipal, Luis Gustavo García Camacho, presentó la maqueta en la Ermita de los Tres Juanes y explicó las características del nuevo coso: de estilo ecléctico aunque respetuoso con la arquitectura tradicional, de forma ovalada, con 22 metros de altura, ruedo circular de 50 metros de diámetro, ocho toriles, seis corrales, un desolladero, enfermería, capilla, una galería porticada, exteriores dedicados a jardines, y una cubierta fija, ya en una segunda fase, con una estructura metálica, policroma da trasparente y con aperturas para ventilación.
En total 3.700.000 euros que serán sufragados, casi en su totalidad, con la explotación de los bajos comerciales del coso.
Fernando Fernández Román denunció en la conferencia organizada con motivo de la colocación simbólica de la primera piedra del coso la necesidad de defender la Fiesta, de huir de tópicos y de proyectar toda su enorme riqueza patrimonial y cultural. Desmenuzó las partes que integran ese gran patrimonio “que nos corresponde-dijo-administrar y rentabilizar”. Habló del toro como eje de la Fiesta y de los problemas que se derivan de la situación por la que atraviesa la cabaña brava española, significando que el lamento por el toro es tan antiguo como la Fiesta misma, “inevitable compañero de viaje en el vehículo de su evolución”.
“La Fiesta -señaló- cambia porque la vida cambia, arrastrada por las corrientes del progreso. Cambian las costumbres, cambian las sensibilidades, cambia el toro.
Todas las artes-añadió-presentan una nueva faz a medida que pasa el tiempo”. Puso de relieve el prestigioso crítico en su interesantísima disertación que “en el caso del toro bravo el afinamiento de la sensibilidad de los públicos y su exigencia progresiva en la perfección de las suertes precisan un animal que dé respuesta a la de manda, un toro que nada más salir haga frente a una muralla, en la que se estrella y donde es castigado impunemente y, a continuación, que sea capaz de aguantar una sucesión de largas embestidas describiendo círculos, con la cabeza humillada y sin apenas tiempo para repostar oxígeno en sus pulmones. Y que no se caiga durante la lidia. Y que acuda a los cites con prontitud y alegría. Y que su serio aspecto infunda respeto. Y que no se dude de su integridad. Y que emocione por su temperamento. ¿Dónde está ese toro?”, se preguntó. Fernando Fernández Román aseguró que, aunque muy de tarde en tarde, ese toro sale a los ruedos y que la historia del toreo recoge un contumaz empeño de los aficionados por agorar la decadencia del toro.
También dijo que en la época actual, en la que se lidia el toro más grande y cornalón de los últimos sesenta años, se añora igualmente al toro de otras épocas, como ha ocurrido siempre. ”El toro, ciertamente, ha ganado kilos y cuernos pero ha perdido casta en los últimos decenios. Es esta una tarea en la que deben emplearse los ganaderos, apartándose de vanidades y rentabilidades desmedidas y acercándose al rincón de la conciencia”.
Fernández Román abogó por mentalizar a las nuevas generaciones de aficionados sobre la necesidad de reducir el tamaño del toro sin que por ello se pierda seriedad y se refirió después, con gran riqueza de anécdotas y citas, a hechos puntuales de la historia del toreo, a polémicas estériles y fuera de lugar sobre las técnicas del toreo, al escaso eco de la fiesta en los medios de comunicación, al lamentable catastrofismo imperante en el ejercicio de la crítica y a la situación actual de la Fiesta ante los nuevos retos que se avecinan.
Entre esos retos y en el futuro de la Fiesta gratifica saber que Atarfe tiene reservado un papel relevante. El maestro Antonio Ordóñez tenía a gala torear sólo en aquellos lugares donde existía plaza de toros de obra, algo que siempre ha sido una seña de identidad de las localidades con un grado mayor de prestigio. Atarfe tiene ganado ese prestigio por otras muchas cosas, pero es indudable que su plaza de toros acentuará su importancia.