21 noviembre 2024

La verdad de la dictadura aún molesta

Almudena Grandes se interesó por el pasado al descubrir que el progreso no viaja recto. A lo más convulso del siglo XX español le está dedicando una serie de seis novelas, Episodios de una guerra interminable. Julián Casanova comenzó a mirar atrás al concluir sus estudios de historia, asombrado por la amnesia respecto a aquellos traumáticos años. Mirta Núñez Díaz-Balart, que está al frente de la cátedra de Memoria Histórica de la Universidad Complutense, investiga la represión desde los noventa. Los tres reflexionan sobre el legado de la dictadura en este encuentro.

PREGUNTA. ¿Queda algo del franquismo 40 años después de la muerte de Franco?

ALMUDENA GRANDES. Lo que queda, que es muy poco, tiene que ver con Franco. Cuarenta años de represión atroz para bordar en el alma de los españoles el ideal imperial y ultracatólico no han servido para mucho porque, tras su muerte, la sociedad española dejó de tener que ver. Esa herencia se evaporó en la vida cotidiana, en los usos, en las costumbres. Sin embargo, queda una imagen del propio Franco que a él le habría gustado bastante.

JULIÁN CASANOVA. Quedan memorias divididas, que es normal siempre que hay pasados traumáticos. Tienen tres peculiaridades. La primera: dado que no se estudia el franquismo en las escuelas hasta tarde, una parte de la memoria se debe más a propaganda que a conocimiento. La segunda: el principal partido de la derecha tiene una relación poco libre con el estudio del franquismo, lo que no pasa en otras sociedades. Y tercero: tampoco ha habido buena gestión pública del pasado, con lo cual en 2015 no sabemos qué hacer con el Valle de los Caídos.

MIRTA NÚÑEZ. Hay estrategias en las que el franquismo fue muy eficaz: la criminalización de las víctimas de la Guerra Civil. También consiguió que la gente asuma los mitos y leyendas de los golpistas. ¿Cómo es posible que a estas alturas la gente siga hablando de alzamiento o de nacionales? Hay un sector amplio al que le molesta la historia, somos deudores del franquismo en la actitud ante la política.

A. G. Tenemos la única derecha europea que no ha roto sus vínculos con el fascismo y eso hace muy difícil llegar a un consenso.

J. C. Lo que ocurre en España hasta 1945 está metido en el escenario europeo, y de 1945 a 1975 es una gran anomalía junto a Portugal. En Europa, son las tres décadas de fortalecimiento de la sociedad civil, de escuela y sanidad para todos, de confianza en el Estado porque da servicios. Ahora bien, cuarenta años después, tanto la Transición como la democracia como los españoles han tenido tiempo de echar abajo todo eso. Los vicios actuales son producto de gente que está en la actualidad. Que los políticos sean corruptos no es culpa de Franco y que los ciudadanos apoyen a corruptos no es culpa de Franco. Es verdad que queda mucho del franquismo en las memorias, pero también que es difícil encontrar en la historiografía europea un periodo tan bien estudiado en los últimos años con proyectos de investigación. La paradoja está en que los historiadores hemos dicho muchas cosas pero pasamos por mentirosos.

A. G. Por mentirosos o por sectarios.

J. C. Si yo me diera la vuelta al mundo con Julio César en vez de con Franco, la gente diría que soy el máximo especialista. Si lo hago con Franco, sobre el que tengo más fuentes, estoy bajo sospecha siempre. Mientras que a Elliott nadie le discute lo que dice sobre el imperio. Esto es curiosísimo. Muestra una desconfianza hacia la ciencia porque está hablando de cosas que te molestan y rompen la transmisión que te han hecho.

A. G. Una de las grandes hazañas intelectuales del franquismo, perpetuado por la generación de la Transición, es no desligar jamás la dictadura de la guerra. Es decir, son la misma cosa. Hacer un paquete para que la dictadura sea la consecuencia esencial de una cruzada por el bien y por Dios. Si eso era bueno, entonces su fruto también tiene que ser bueno.

M. N. Uno de los grandes éxitos del franquismo fue la estrategia de culpabilizar y otro el no cuestionar la estrategia de la benevolencia porque el régimen tenía una política de atrocidades terrible. Desde la muerte de Franco se ha trabajado exhaustivamente por los historiadores, pero han calado más los historietógrafos porque estaban más en sintonía con lo que generaciones de españoles estudiaron en el colegio o en su vida diaria.

A. G. La ignorancia tiene mucho que ver con esto. Los niños del franquismo no estudiamos el XIX porque era la bestia negra del régimen. Si lo hubiéramos estudiado, habríamos aprendido que en los levantamientos absolutistas, las partidas las dirigían curas y en los conventos se conspiraba. Como eso no forma parte de nuestra memoria porque no se estudia el XIX, la imagen de la Iglesia católica es la inmaculada de las pobres monjitas y frailes indefensos. Se ha roto el vínculo de la Iglesia de Franco con la Iglesia de Fernando VII, con el cura trabucaire.

Si diera la vuelta al mundo con Julio César en vez de Franco, me reconocerían como especialista”

Julián Casanova

M. N. Lo peor es que seguimos igual. El XIX se estudia muy poco. La historia se estudia muy poco.

J. C. Hay una perspectiva comparada que vale para todo esto. Hitler y Franco se las arreglaron para desvincularse de la parte más sucia de su pasado de tal forma que ha pasado mejor a la historia Hitler que el nazismo y Franco que el franquismo.

P. ¿En qué se diferencia España de otros países en la gestión de la posdictadura?

A. G. España es el único país europeo donde no hay una política pública de memoria. Somos el perro verde.

J. C. En esto hay tres modelos. El primero es en el que caen los fascismos a partir de 1945 y a la altura de los sesenta hay debates entre historiadores a propósito de lo que había significado el fascismo. Francia fue un poquito excepcional porque hasta finales de los setenta Vichy fue un problema. El segundo modelo viene de Grecia, Portugal y España. La revolución portuguesa marcó una transición diferente y en la española hay una excepción porque el partido de la derecha no tiene una mirada libre hacia el pasado. Y después está el modelo de las repúblicas exsoviéticas, que es muy traumático porque tienen Trianon, Versalles y fueron derrotados en el XVIII… Las memorias divididas van en la línea de qué les pasó para perder el imperio. Pero la excepcionalidad del PP es muy palpable en la historia europea.

A. G. Si el primer Parlamento democrático hubiera hecho una declaración de repulsa de la dictadura, todo habría sido diferente. Y lo que los españoles no comprenden es que un alemán, un húngaro o un danés no entienden que eso no se hiciera.

M. N. Vamos a la Transición. Hubo un mecanismo efectivo que fue el del silencio, y eso no fue replanteado. Por eso algo tan terrible como las exhumaciones…, ¿por qué no se apoya a nivel estatal las exhumaciones? ¿Por qué el PP ha bajado a cero el presupuesto de la memoria mientras dedica un cuarto de millón al Valle de los Caídos?

A. G. Que una familia de Murcia sepa dónde está su abuelo y quiera enterrarlo en su cementerio no tiene que ver con la política ni la ideología, es una cuestión de derechos humanos. Es muy desesperante que haya tanta gente que vincule esto a una posición política.

No se ha afrontado una política de la memoria y se ha dejado en manos de asociaciones y familias”

Mirta Núñez

J. C. La larga duración de la dictadura, que hace difícil conceptualizar de una sola pieza al franquismo, pesa muchísimo en las transiciones. La sombra alargada de los 40 años es muy importante. Hay represión y complicidad, pero el miedo, que no es cuantificable, permea en todos los

ciudadanos.

A. G. Ese terror creó una memoria muy duradera que llega. Yo recuerdo muy bien el miedo ambiental y ya nací en el año 1960. Hubo una década de terror desatado, pero luego el control de la sociedad fue posible porque ese terror creó una memoria.

M. N. Hay mecanismos que confluyen. Por un lado el miedo, que es lógico porque se mata masivamente desde 1936 en zona ocupada hasta 1948 o 1950. ¿Que luego no se siguió matando igual? Lo sabemos, pero es que ya no hacía falta.

J. C. El terror burocrático que forja el miedo es un control de la sociedad impresionante. Ninguna dictadura dura 40 años solo con el terror. La represión tiene también consecuencias no contables. Los contables son los muertos, los expedientes de depuración, los presos, los juicios militares, pero hay consecuencias no contables a través de un control social donde el ciudadano medio que socialmente no le corresponde estar allí está con el franquismo.

P. ¿Qué se ha hecho bien y qué se ha hecho mal en estos 40 años?

M. N. Lo negativo es que no se ha afrontado una política de la memoria, no se ha hecho una comisión de la verdad desde el Estado cuando fue una dictadura sangrienta, lo poco hecho ha contado con una financiación que se ha racaneado y se ha dejado en manos de asociaciones y familias. Se han hecho bien aspectos que han resultado cojos, como la Ley de la Memoria Histórica.

J. C. Hay cosas que se han hecho bien. Los historiadores hemos tenido apoyos institucionales para la investigación de la Guerra Civil y la dictadura. Ha habido proyectos de I+D aplicados a la historia sin censura. La parte más negativa son las fosas y que tener a gente en las cunetas sea un objeto de discusión porque hay quien considere que no es importante. Tiene que haber una política pública de memoria.

M. N. Las asociaciones de la memoria histórica han sido muy positivas.

A. G. Es difícil ver aspectos positivos en lo institucional. La blandura de la Ley de la Memoria Histórica ha hecho daño a mucha gente. Una ley tan poco eficaz acaba empeorando más de lo que mejora. La sociedad civil ha ido muy por delante de las instituciones. La primera causa que fue capaz de movilizar a la sociedad después de largos años de atonía fue la memoria histórica. Todo lo conseguido, la sociedad se lo ha ganado a las instituciones por la presión. Falta un impulso nacional, pero estoy convencida de que esta batalla se va a ganar no por la Ley de la Memoria Histórica, sino por la ley de la gravedad. Las manzanas se caen de los árboles. Yo soy optimista.