23 noviembre 2024

Los acontecimientos de los últimos tiempos quizás nos hayan hecho centrarnos en exceso en lo cotidiano, en el culebrón aún inacabado del intento de montar un gobierno para nuestro país después del 20-D.

Han sido ya casi tres meses abstraídos del resto de acontecimientos, las peligrosas primarias en EE.UU. con un facineroso como Trump a punto de competir para ser Presidente del país más poderoso del mundo, el auge del racismo y la xenofobia en lo más selecto del primer mundo, la guerra inacabada en oriente próximo…

Hemos dedicado nuestra atención, nuestros esfuerzos intelectuales, reflexiones, comentarios, artículos, tertulias a lo nuestro, nuestro, ignorando que ahí fuera el mundo sigue moviéndose, que unos pocos centenares de kilómetros hay miles y miles de personas, un tercio niños y niñas, que están sufriendo la peor pesadilla de los últimos tiempos.

A la puerta misma de nuestras casas, esos millares de seres humanos están al borde del desastre total, primero machacados por una cruel guerra que nosotros hemos provocado, después jugándose la vida para llegar a Europa, convirtiendo el Mar Mediterráneo y el Egeo en la mayor fosa común de nuestra reciente historia, para terminar hacinados como ganado, peor que ganado, explotados por las mafias, apaleados por la policía, perseguidos por los fascistas de los diferentes países, mientras nosotros seguimos embelesados el devenir de Pedro Sánchez, Mariano Rajoy, Albert Rivera, o Pablo Iglesias.

¿Cómo hemos llegado a ser tan insensibles al sufrimiento de nuestros congéneres? ¿Quizás miramos hacia nosotros para no emplazar nuestra propia responsabilidad en este genocidio? ¿Cómo, incluidos los partidos de la izquierda, callamos ante él?

Pero quizás lo más grave se vaya a producir los próximos 17 y 18 en Bruselas, en la reunión de jefes de Estado y de Gobierno para tomar medidas sobre los refugiados. ¿O debemos decir “contra” los refugiados? Aprobar tal y como está el indigno pacto al que se ha llegado con Turquía, con un cuestionado, en lo que a derechos humanos se refiere, gobierno turco, supondrá la mayor transgresión a esos derechos humanos de la historia de la UE.

Todas las organizaciones humanitarias, los propios organismos de la ONU, juristas de todo el mundo advierten de la ilegalidad de expulsar a quien llegue irregularmente a Grecia, incluidas aquellas personas que huyen de guerras o sufren persecución, como los refugiados sirios. De aprobarse definitivamente ese acuerdo Europa habrá cruzado una línea roja que jamás debería cruzar.

¿Dónde quedan las buenas intenciones de hace apenas seis meses? ¿Dónde las proclamas humanitarias comenzando por la propia Merkel y su Alemania abierta a los refugiados? ¿Dónde los 18.000 refugiados previstos por Rajoy y España que han quedado reducidos a la ridícula cifra de 18? ¿Dónde las organizaciones de izquierdas calladas como muertos ahora? ¿Por qué? Pues parece evidente que la respuesta tiene que ver con el número de esos refugiados, no era lo mismo las insensatas cifras que se daban entonces, incluso barajaban unas ridículas 190.000 perronas, que el millón largo que ya están aquí y las decenas de miles que estando allí ya tienen previsto dar el salto.

Claro, ahora resulta un problema y la manera de solucionarlo es como el avestruz metiendo la cabeza bajo el ala, impidiendo su entrada, intentando acallar a las organizaciones, a los medios de comunicación que denuncian esta situación. Aunque parece que la ciudadanía europea, cómodamente instalada en sus guarida, se hace cada vez más insensible, más inmune a las imágenes de esas personas hacinadas sobre el barro, con hambre, frío, penurias, o ante las miradas suplicantes de los niños. Recordar que según los datos el 36 % son precisamente niños y el 20 % mujeres. Es una de las diferencias con los flujos que nos vienen por el sur en los que la mayoría son hombres. La tragedia es si cabe mayor.

Pero Europa ha encontrado una solución fácil, liquidar el problema con euros y quizás con una bajada de pantalones histórica con una Turquía que no merece entrar en la UE, al menos mientras no pongo en orden su falta de respeto a los derechos humanos. Seis mil millones de euros para que esas gentes desesperadas se hacinen allende nuestras fronteras, en tierras turcas en lugar de tierras griegas, serbias, croatas o húngaras y mucho menos entren en los países “privilegiados”. Perfecto, así podemos mirar sin pudor hacia otro lado. Pero el problema existe y existirá mientras no seamos capaces de resolverlo en origen, donde se produce. ¿Alguien es tan ingenuo de que disolviendo, destruyendo el emplazamiento de Calais es problema desaparece? ¿O simplemente se transforma, se traslada?

Pero todo ello con el silencio cómplice de nuestras organizaciones de izquierdas, partidos o sindicatos. Quizás lo más doloroso de esta situación, lo más vergonzante, preocupante, sea eso incluido ahí nuestro silencio.

Me avergüenzo de ser europeo ahora, de esa Europa cruel, miserable, me avergüenzo de militar en una izquierda amordazada, me avergüenzo de mí……me avergüenzo de ver los toros desde la barrera, de indignarme con las imágenes que veo desde la comodidad del sillón, de mi casa con calefacción, o mi despensa a cubierto. Me avergüenzo, de avergonzarme.

Fdo.: José Luis Úriz Iglesias (Afiliado al PSC viviendo en Navarra)

Artículo publicado en Publicoscopia y Diario de Noticias de Navarra 15 Marzo y Gara 17 Marzo 2016