«ANTONIO» por Ana María Guerrero Pozo
Por el camino del Sacromonte, Antonio el mendigo va, viene, se santigua, reza de pronto, se para, mira el sol rutilante que parece que reverdece el reflejo de la sierra, de esa nieve que a pesar del calor que hace ya en este mes de junio todavía hay jirones que parecen encajes, trozos de velo de un traje nupcial que hubiera llevado el viento.
Aún me acuerdo del mes de enero, cuando a la fuerza quisieron meterme en el albergue, algunos compañeros murieron de frío en esas largas noches granadinas. La noche de San Juan, noche bendita, los ríos llevaran polen y aroma, en los estanques de la Alhambra dormirán rosas de oro, y nos embriagaremos con el perfume de los arrayanes y mirtos y el aquelarre acudirá a su cita; si me vieran los directivos del banco con esta barba y estos andrajos no se lo creerían.
Yo les dije, mire usted don Pedro, que aquí se queda con sus dividendos y sus cuentas, que yo ya estoy aburrido de mi vida de autómata. ¿Qué harás sin mí, mujer, y cuando yo muera? Que tú te fuiste Ana, antes que yo y ya la vida para mí carecía de sentido, que desde que nuestro hijo murió en aquel estúpido accidente, todo fue distinto y cuando vienen mal las cosas, todo es cuesta abajo.
¿Qué enredadera abrazará tu vida, que río en tu montaña perecerá e inundará tu soledad dormida? No sé como se me vienen estos versos a la cabeza, será que tengo alma de poeta, siempre vagabundeando de un lugar para otro, que estoy harto, todos los días con la misma canción, que si capital autorizado, que si títulos, valores, que sí sociedades de inversión mobiliaria y nada de puestas de sol al atardecer, ni respirar el aire limpio de la mañana, que ahora todo el tiempo es para mí; Ana no se merecía aquella enfermedad tan larga y los dolores tan espantosos, que el sufrimiento humano no tiene límites y don Pedro, que no puedo creerlo Antonio, que es usted un elemento importantísimo en el organigrama de la empresa, y que me da a mí del organigrama ni otras zarandajas.
¿Qué cosas mágicas ocurrirán la noche de San Juan?, que me han contado que pueden verse brujas volando en sus escobas, por encima de las chumberas de los cerros del Sacromonte cuando los lugareños hacen fogatas y bailan alrededor de ellas, que ya el banco no lo necesito para nada después de tantas desgracias juntas, primero mi hijo, después mi mujer, que todo fue una cuesta abajo, que no tenía ganas de nada y, me encerré en mi cuarto y me pasaron los días y las semanas. ¿Qué harás sin mí, mujer, con el vestido de tu alba inocencia; que harás sin mi, mujer, cuando escuches el silbo estremecido de mis poemas, en la espesura agreste? Y Granada me parece una maravilla y la vida de mendigo no es tan mala, que puedo ver el sol al amanecer y el paisaje esplendoroso de la vega granadina, yo viajaré por mares y montañas, cuando el solsticio de verano llegue y sobre un enjambre de viñas y trigales volverán a perfumar las flores en las largas jornadas estivales, la naturaleza bulle con hervores de magia la noche de San Juan, nunca me sentí más vivo que ahora, déjame que te nombre Alhambra, pájaros de otros tiempos están contando sobre tu luz de piedra.
Yo, Antonio, el mendigo, el más feliz de los mortales danzando alrededor de una hoguera en el camino del Sacromonte; yo seré la estrella matutina, la náyade solar de los sentidos, la estela del cometa que cabalga, que a veces, las lágrimas saltan de mis ojos acordándome de mi mujer y de mi Andrés, tantos desvelos para darle una educación, número uno de su promoción en la Universidad y después aquel absurdo accidente, si hoy te sientes mortal que el barro ha forjado, la semilla callada de la sangre, y yo lo decía, Andrés, ten cuidado con esa moto, si eres fuerte hijo mío y te sustentas sobre tu propio credo y tus verdades, mañana de la herencia que has nacido, carne mía, menuda ayer, hoy chopo grande, podrás decir al fin que eres un hombre.
Ya siento el embrujo de la noche, la brisa sopla ligeramente por los bosques de la Alhambra, meciendo el extenso panorama que domina las grandes cumbres coronadas de blanca nieve, ¿comenzará pronto el aquelarre? Si Don Pedro, el director del banco me viera así con esta pinta, danzando alrededor de una hoguera se moriría del susto; una luz dorada alcanza en la llanura la cima de las más altas flores ¿estará encantado este bosque? Pues mis ojos ven un magnífico palacio a las orillas del Geníl. Sobre su vistoso y principal minarete veo una hurí que se posaba rodeada de vaporosa nube que despedía celestes resplandores. Pues el sol comienza a teñir de escarlata los montes de risco que ciñen por levante a Granada. Granada tan bella, tan alabada por poetas y escritores encantados de la belleza del morisco vergel, pues desde cualquier punto de la Alhambra se ve la vega, que extendiendo sus verdes tapices a los pies de Sierra Nevada, presta vida a los lindos pueblecillos que descuellan en sus llanuras y colinas, entre cuyos contornos se deslizan el Darro y Genil bañando con sus plateadas ondas, los vecinos campos que florecen con tanta abundancia, como cual otra tierra de promisión, y semejante aquel lisonjero cuadro, al prometido paraíso que en noches de insomnio crea la imaginación volcánica de un árabe, viendo allí realizados esos paisajes deliciosos que el Génesis describe con tan halagüeño colorido, a cuya contemplación el alma se dilata y se remonta la fantasía a sueños de ventura que sólo puede concebir la mente del poeta.
Pero estoy sólo, ante ese gran rubí que parece el cielo al ocultarse el sol, por el horizonte, y Ana con tanto como sufrió que no era necesario tanto dolor, pues desde lo de nuestro hijo no levantó cabeza. ¿Otra vez la danza de las brujas? ¡Oh musgo! ¡Oh jaramago! La noche de San Juan (pero en el bosque va danzando la noche), estará tejiendo miles de historias de dolor o alegría, y he pasado los días enteros embebido en las cuentas, en los intereses en los valores, que han secado mi rostro y marchitado mi juventud, pero no lo sentía; mi vida estaba cifrada en el trabajo para poder dar a los míos lo mejor, noche bendita, seré un ángel en el espacio cósmico, un Orfeo divino, cruzaré la columna de Karmack, cielos repletos de estrellas luminosas, la constelación de Perseo yParsifal, ya no siento mis pies sobre la tierra, pero veo el bosque ¿estará encantado?, pero en la espesura de sus raíces y sobre los matorrales, ocurren mil historias maravillosas, siento una ingravidez total, me elevo en el firmamento ¿será el misterio de la noche de San Juan?.
La noche de San Juan, el sol nos infundirá el aliento de la vida y al despertar de las trompetas ¿será esto el Juicio Final? Los muertos saldrán de sus tumbas, inocentes como ángeles, y renacerán los almendros en flor y las tinieblas temblarán de soledad y recogerán las uvas de la alegría y el rosal silvestre mostrará sus flores, ¿Ya estáis aquí conmigo, Ana, Andrés? Y habrá un hermoso esplendor, ¿estás soñando Antonio?, un aura renaciente y renovada ¡vuelas, Antonio vuelas!, mira los caudales de átomos invisibles, las estalactitas de espuma, la niebla espesa y misteriosa, allá por el mar. ¿Cómo es que el tiempo no se detiene? Y voló lo más alto que sus alas le permitían: Esta noche ha venido la luna; a inundarme de plata la cara; y su luz me ha traído de noches; de amor en tus brazos, la horrible nostalgia.