La vida universitaria busca una ruta lowcost
Los pisos cada vez más caros, la reducción de la oferta y el poco cuidado de muchos inmuebles abren la puerta a extender al Cinturón la vida de los estudiantes
Fernando ha llegado este curso a estudiar a Granada. Es de un pueblo de la provincia. Trabaja por las mañanas y estudia por la tarde. Ha encontrado un chollo: un piso que no llega a los 500 euros y que comparte con otros dos compañeros que están en su tercer y cuarto curso. Tiene claro que es una excepción, porque las casas son cada vez más caras. «Lo mío es raro. Pero es porque el piso está hecho polvo. El casero lleva años sin aparecer», indica. Eso sí, al menos tienen ventanas al exterior. En el grupo de WhatsApp a través del que encontró su habitación hay más de mil miembros, el máximo que permite la plataforma. Inquilinos y propietarios mueven este submundo inmobiliario, el de los chavales que llegan a la ciudad para formarse y encuentran viviendas cada vez más viejas. «La mayoría de las habitaciones cuestan entre 300 y 350 euros», explica el joven de 22 años. «Cuanto más cerca del centro, además, los pisos son más antiguos y más caros», señala. En el grupo, hay chicos que sustituyen a un compañero por otro, facilitándole la vida a propietarios algo despreocupados.
La cosa ha cambiado mucho en unos años, sobre todo en lo que a precios se refiere. Hace una década, cuando Blanca llegó a la ciudad para estudiar, una habitación en Camino de Ronda costaba 150 euros, menos de la mitad que ahora. En barrios más alejados del centro, la encontrabas por 120, algo que ya no sucede ni fuera de la capital. Los datos lo demuestran. El precio del metro cuadrado ha subido casi un 68%. Parece que lo único que se ha mantenido en este tiempo ha sido el precio del menú del comedor universitario. ¿Ha dejado de ser Granada una ciudad (casi) hecha para sus miles de estudiantes? Seguramente no, o no más que otras. Pero hay que buscar nuevas fórmulas.
En los portales de alquiler, las habitaciones más económicas (nunca menos de 250 euros), están ubicadas en barrios como Casería de Montijo o el Polígono de Cartuja, no tradicionalmente de estudiantes, pero que se han abierto también a este tipo de arrendatarios. Hay facultades cerca y se han subido a un carro que funciona. Son viviendas grandes y en las puertas de cada cuarto cuelga un número. Algunos apenas tienen salón, un sofá de dos plazas y una mesa baja. Pero están por debajo del coste medio del mercado. La vida universitaria se expande, parece, a todos los rincones de la ciudad. ¿Puede aún extenderse más? Puede, si se mira hacia el Cinturón.
Por poco más de lo que se paga ahora por un estudio (no menos de 500 euros y casi siempre más), un joven echaba el mes hace unos cuantos años. Íñigo Alvite, del Consejo General de Estudiantes, órgano que representa los intereses de los estudiantes en la Universidad de Granada, también es consciente de ese encarecimiento y de lo cutres que son a veces esas casas tan caras. «He llegado a ver una habitación separada de otra por una cortina», indica. En mitad de este contexto, en el que los pisos para estudiantes cada vez son menos y lo único que no cambia es que siguen siendo los más viejos, afloran las plazas de residencias universitarias y se empieza a vislumbrar una nueva opción: extender la vida universitaria al Área Metropolitana. Dos estudiantes de posgrado franceses llegan con su coche cargado hasta Maracena, es lo mejor que han encontrado por un precio decente. Y en el portal Idealista.com ya se pueden encontrar anuncios pisos para estudiantes en Armilla. ¿Pasa la solución por extender la Universidad de Granada al Cinturón? Parece que sí.
La UGR mira al Cinturón
Desde la UGR ya trabajan en esta línea. El vicerrector de Estudiantes, Juan Benítez, apunta que es el momento de empezar a mirar al Área Metropolitana, aprovechando que las conexiones en transporte público son cada vez mejores. «Si facilitamos la movilidad, también fomentamos la opción de vivir en el Área Metropolitana», afirma.
La Universidad sigue atrayendo a prácticamente al mismo número de estudiantes (están cubiertas ya el 95% de las plazas ofertadas de primer año para este curso) y parece lógico buscar nuevas fórmulas. El acceso en metro a muchos pueblos del Cinturón (que pronto serán más), o la cercanía del campus del PTS a Armilla, hacen cada vez más atractivo moverse fuera de la capital. Benítez se muestra convencido de que de esta forma se podrá reducir la tensión de la vivienda. Y además es una vía para tratar no sólo de que los pisos sean más económicos, sino también de que cumplan unos estándares mínimos de calidad.
Y precisamente en este punto, el de la calidad, también se está moviendo la UGR. Hace poco más de un año se puso en marcha un sello obligatorio para todos los inmuebles que se anuncian en la página de alojamientos de la universidad. «Todos los pisos y habitaciones que hay ahora en nuestra web han sido visitados para que cumplan unos requisitos», explica el vicerrector, que reconoce que esto ha hecho que se reduzca la oferta en esta plataforma, pero ha reducido los riesgos de ‘engaños’ para los estudiantes. También van a publicar una guía en español e inglés con consejos para los universitarios que buscan alojamiento. Se han renovado convenios con colegios mayores y residencias. Y se ha firmado un convenio con la Junta para el fomento del uso del transporte público enfocado, precisamente, a fomentar que se plantee la opción del Área Metropolitana.
Situación generalizada
A la Universidad le ocupa y le preocupa la situación, pero no creen que vaya a influir en la llegada de estudiantes. «No es algo que ocurra solo en Granada, es una situación generalizada», recalca el vicerrector, que apunta que sigue habiendo ciudades cercanas en las que los precios son aún más elevados.
Desde el Consejo General de Estudiantes se pronuncian en una línea algo similar. Hay muchos problemas que solucionar, pero hay sitios donde la cosa está peor que en Granada. Aún no se han extendido demasiado los pisos ‘patera’ de estudiantes, aunque empiezan a verse inmuebles de 6, 7 y hasta 10 habitaciones con salones minúsculos e incluso cocina office. El primer año, apuntan, es el más complicado. Ahí los chicos tiran de inmobiliarias (la mayoría de los anuncios de portales web son a través de ellas) o de residencias. Después, como toda la vida, funciona el boca a boca y hasta los carteles en tablones de anuncios que ya parecen hasta vintage.
En septiembre, la capital se llena de la efervescencia de la juventud a pesar de todo. Quizás ese bullicio llegue más pronto que tarde más allá de las fronteras de la capital. Al fin y al cabo, la capital está indisolublemente unida a un Cinturón que la hace más grande.
Entre 400 y 1.000 euros por un cuarto en una residencia
Una habitación en una residencia va desde los cerca de 1.000 euros por un cuarto individual con pensión completa (todas las comidas) y gastos incluidos, hasta los alrededor de 400 por una cama en una habitación para dos. Algo que muchas familias no se pueden permitir. Sin embargo, el mercado de este tipo de alojamientos no deja de crecer. Las cifras hablan por sí solas: a inicios de 2024 había en la ciudad 4.916 camas. El número, asciende ya a las 6.022, según los datos facilitados por la consultora inmobiliaria JLL, que hace informes periódicos sobre la situación de este mercado inmobiliario. La previsión de cara a los próximos años es que la oferta continúe aumentando. En concreto, los números que maneja la misma fuente apuntan que se sumarán 680 camas con dos proyectos en marcha. Uno que estará listo este 2025 en la zona del PTS y sumará 300 camas y otro que desembarcará en la ciudad para 2027 y ofrecerá otras 380 plazas. El campus del PTS ha propiciado que en esa zona crezca la oferta de este tipo de alojamientos. Las últimas residencias se han abierto este mismo curso. Y algunas de ellas ya ofrecen incluso espacio para otros perfiles. Las soluciones habitacionales cada vez son más diversas. Aunque eso no siempre sea sinónimo de mejores.
FOTO:Pepe Marín
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