El precio de informar sobre violencia machista
Las mujeres seguirán hablando porque ya no buscan ni cárcel ni condena, solo vivir tranquilas.
Antonia Dell’Atte y Mar Flores. Violencia machista y medios. ¿Postureo y espectáculo? Antonia Dell’Atte ha hablado en El País sobre Alessandro Lequio. Relata agresiones físicas y verbales y recuerda que, tras ser denunciada por injurias, la justicia le dio la razón. Ahora vuelve a ser denunciada por su ex. Días antes, la protagonista fue Mar Flores y sus memorias. Cuenta su etapa con el padre de su hijo, Carlo Costanzia, y qué ocurrió cuando quiso denunciar. Aún más, en una época donde ni existía la ley de violencia de género.
Estos casos abren, una vez más, el debate de la prensa del corazón y los medios. Recuerdo que durante el programa de Rocío, me preguntaban: ¿Telecinco o la prensa rectificarán y serán más feministas? El paso del tiempo retrata todo. Caen caretas y postureos. Sin rodeos: los medios solo son feministas mientras no toquen a los suyos y mientras hagan caja. Cuando acaba esa etapa, recuerdan que más negocio les da llevar a quienes dañaron a esa mujer por los platós. Y vuelta a empezar. El compromiso feminista, que les iba bien en campañas de causas sociales, salta por la ventana. En resumen: no hay medios feministas porque perro no come perro y porque el espectáculo es más rentable que el compromiso.
Mientras, quienes sí hemos estado con víctimas, en casas de acogida, en juicios, dando el pésame a familiares por sus asesinadas o abrazadas a madres arrancadas de sus hijos e hijas, hemos vomitado viendo cómo se usa la violencia de género para limpiar una imagen. O cómo hay programas, con un toque facha, que solo hablan de feminismo si hay broncas entre feministas, o para hablar del peligro de los inmigrantes a las mujeres. Estos han sido estos últimos años.
Con Antonia Dell’Atte, Mar Flores y con otras hemos visto cómo fueron deshumanizadas en los medios. A veces, impulsados por ex parejas, previo pago siempre. Ellas eran las locas o las golfas y, cómo no, las malas madres. Dell’Atte cree que el Ministerio de Igualdad debe intervenir en los programas que «revictimizan» y «frivolizan» la violencia machista. Hay una ley de publicidad que multa a las empresas que incumplen las normas, pero en los medios nunca ocurre.
Hace unos meses lo hablé con Antonia Dell’Atte. Las víctimas demandan medios comprometidos, pero es que, en ese compromiso, no suelen estar los medios. Estamos unas cuantas periodistas, solas, enfrentándonos a titanes mediáticos, intentando crear un canal de conciencia para otras mujeres. Pero ya advierto a Dell’Atte y a tantas víctimas: van a por ellas y van a por nosotras. Si hablas, pretenden ponerte un bozal. Si trabajas en esto, te apartan. Si apoyas, te quieren arruinar. Pasamos a estar en el centro de su diana. Yo lo digo claro: no soy libre en mi profesión. No puedo ejercer mi libertad de expresión porque cuando lo hago tengo amenazas de muerte o un tipo delante acosándome y atacándome… Te hacen la vida imposible hasta que tires la toalla. Se alegran de cada programa que te aparta, porque saben que al final hacer el trabajo conforme a los principios éticos de tu profesión no tiene recompensa. Lo peor es que de algunos medios te lo esperas; pero en este recorrido, a veces, la puñalada por la espalda la da incluso por quienes pusiste la cara, sin hacer caja. Y ves cómo se sientan en platós de espacios que considerabas feministas a psicólogas a favor del SAP, abogadas machistas o periodistas que han dañado a las víctimas. El feminismo en los medios se ejerce todos los días, en los temas y en quiénes llevas al plató. De la misma manera que tampoco se puede ser feminista si la afectada es tu amiga y comportarte como una machista si es tu enemiga. Eso es feminismo de quita y pon.
Algunos tienen tanto miedo que reaccionan de una forma torpe, contribuyendo a reforzar el perfil del que quieren huir. Pero las mujeres seguirán hablando porque ya no buscan ni cárcel ni condena, solo vivir tranquilas. Dijo Nevenka hace unos días: «Atreverse a contarlo, no necesariamente denunciarlo, hablar me salvó la vida. Busquen redes de apoyo». Los medios serán un canal pero nunca esa red. Como mucho, serán apoyo algunas de sus periodistas, que solo resistirán cuando se entienda que detrás de cada artículo hay un riesgo y un precio personal: ser silenciadas por informar. Porque vienen a por nosotras y porque no soportan un periodismo que les pone frente a un espejo muy incómodo. Como decía mi abuela, «quien se pica, ajos come».