22 noviembre 2024

El PP está aprovechando la actual situación de crisis para introducir reformas que vinculen el desarrollo de los sistemas educativos al crecimiento económico y donde la educación deje de ser un valor en sí mismo.

La profusión del señor José Antonio Marina en realizar libros blancos sobre la educación en una determinada orientación política, primero uno sobre el profesorado y ahora otro sobre el Pacto educativo, no deja lugar a dudas, de que contamos con todo un gurú para guiarnos en la solución de los problemas de la educación.

Cómo es posible arrogarse la representación de la sociedad civil para elaborar un ‘libro blanco’ sobre el ‘Pacto Educativo’, cuando su legitimidad para hacerlo procede sólo de la consideración que él mismo hace y sin representar a un colectivo, movimientos ciudadano, grupo de profesionales o sector de las comunidades educativas o de la sociedad… Nadie le ha otorgado legitimidad para tan valiosa tarea; a no ser la Universidad Privada ‘Nebrija’ y él mismo.

El miedo o la desazón generada por la crisis y los discursos sobre el deterioro del sistema educativo de nuestro país, que no  produce trabajadores cualificados (sic), lleva a vincular el desarrollo de los sistemas educativos al crecimiento económico.

Con esta estrategia de crisis y desastre, en la que se colocó el gobierno del Partido Popular y ahora el mediático Marina, cuya finalidad poco tiene que ver con la educación, y cada vez más con la economía capitalista, orientada por las líneas establecidas por la OCDE, organismo económico internacional. Esta es la orientación de las últimas leyes que ha emprendido el PP buscando, como ellos mismos declaran: mejorar los rendimientos para mejorar la economía nacional y la adecuación de las escuelas a entornos competitivos para producir trabajadores adaptados a las sociedades capitalistas.

Como planteaba Milton Friedman, líder intelectual del capitalismo de libre mercado, en The Wall Street Journal la crisis es una tragedia, pero “también es una oportunidad para emprender una reforma radical del sistema educativo”. Friedman afirmaba que la Administración tiene que actuar con rapidez, para imponer los cambios de forma irreversible, antes de que la sociedad afectada por la crisis vuelva a instalarse en lo que él denominaba la «tiranía del status quo». Lo importante era generar un estado de shock en la población que facilitara el “tratamiento de choque” de los programas de ajuste. Aprovechar momentos de trauma colectivo para dar el pistoletazo de salida a reformas económicas y sociales de corte radical. Se tiende a aceptar esos “tratamientos de choque”, decía, creyendo en la promesa de que salvarán de mayores desastres.

Por eso el PP está aprovechando la actual situación de crisis para introducir reformas que vinculen el desarrollo de los sistemas educativos al crecimiento económico y donde la educación deje de ser un valor en sí mismo. Desde cualquier enfoque educativo, con un mínimo de rigor, la educación no debe estar al servicio prioritario de las demandas del mercado, como se pretende. No es nuestro punto de vista. La educación no tiene como finalidad única conseguir personas “técnicamente competentes” (los mejores técnicos diseñaron las cámaras de gas de Auschwitz), sino formar a las futuras generaciones para que sean capaces de desarrollar y expandir sus mentes y su compromiso ciudadano por construir un mundo más justo y mejor. Esto es lo que posteriormente repercutirá en el desarrollo científico y tecnológico y en el desarrollo socioeconómico respetuoso con nuestro mundo, pero no puede ser su único objetivo. La educación debe considerarse un valor en sí misma.

Solo hay dos modelos de educación, uno es considerarla un bien público promovida por los estados para el ascenso de la población en equidad (educación pública gratuita), o es un servicio, una mercancía más, como la consideran las políticas de globalización y algunos organismos internacionales, y que por lo tanto debe ser liberalizada para competir en el mercado educacional mundial.

Para estas políticas las instituciones públicas son por definición ineficientes y por ello introducen mecanismos de mercado, entre los que se encuentran; la desregulación, la competencia, la privatización y la libre elección de servicios. Para sus promotores la provisión pública no responde a las demandas de los consumidores y no cuenta con los incentivos necesarios para la mejora educativa, como justifica Marina en su libro blanco del profesorado.

Chile fue uno de los primeros laboratorios donde se experimentan estas políticas competitivas, desde hace treinta años, al que seguirán EEUU e Inglaterra. Para ello es necesaria, además de la desregulación y liberalización del sistema educativo: una financiación competitiva pública, según demanda de las escuelas, evaluaciones externas con informaciones públicas para la creación de ranquines y la elección de centro. El libro de ruta que se incluyó en la LOMCE.

Sin embargo, los resultados ya evaluados desdicen la prometida mejora educativa y concluyen que: 1) se eleva el número de centros privados pero financiados con dinero público (en Chile se triplican), 2) distribuyen a las personas por su nivel socioeconómico, 3) mejoran solo en aspectos formales para atraer a estudiantes buenos, 4) estimulan el pensamiento único y estandarizado y 5) sustituyen el liderazgo educativo por la gestión financiera y las relaciones públicas.

Marina que afirma (en los comentarios de su blog a la propuesta del Foro de Sevilla), que no es importante la financiación, ni la formación del profesorado y sus condiciones laborales, y que entrar en “eso” sería ideología y empañaría el “carácter científico” y el pacto, nos da la solución mágica. Necesita poco tiempo: dos meses es el encargo realizado. Lógico ya que en realidad no inventa nada, recogerá las propuestas de las políticas educativas neoliberales, de las dos últimas décadas, que vinculan las reformas de los sistemas educativos al crecimiento económico y a la competitividad.

Consideramos arrogante afirmar que, sobre la base de una serie de informes escritos, aportados por determinados organizaciones, va a definir el territorio en el que moverse ese Pacto que los políticos terminarían por concretar. Por cierto, faltarían muchos más, avalados, en este caso, por movimientos sociales como la ‘Carta por la Educación Pública (Mareas por la Educación Pública)’, ‘Modelo de Educación Infantil para niños y niñas de 0 a 6 años’, ‘Carta por la Educación que queremos’…, todos ellos surgidos desde la sociedad civil, e incluso, algunos otros, que han generado un fuerte debate entre los movimientos sociales y/con propuestas elaboradas también desde la docencia universitaria como el caso del ‘Documento de bases para una nueva ley de educación. Acuerdo social y político educativo’.

Es también irresponsable afirmar que a través de “su Web como cuaderno de campo, la bitácora, el diario de la investigación” va a conseguir conectar con la sensibilidad de la ciudadanía y poder afirmar que sus sugerencias (interpretadas por el mismo y ‘su equipo’) recogerán perfecta y participativamente las demandas reales y necesarias de la sociedad civil.

Por ello el profesor Marina no entiende la propuesta del Foro de Sevilla, asociaciones, movimientos y partidos políticos que han participado en la elaboración del “Documento de bases para una nueva ley de educación. Acuerdo social y político educativo”. Promover un proceso de participación a lo largo del tiempo, incorporar en el debate a los colectivos que han manifestado su deseo de participar y que han hecho propuestas estructuradas de crear una red pública de calidad con la suficiente financiación. No necesitamos dos meses para saber lo que va a proponer.

Si el Sr. Marina se considera un experto, que escriba como tal, pero que no se arrogue la representación de la ciudadanía. Desde esta posición es evidente que no necesita la colaboración de propuestas ciudadanas, él se define interesadamente como experto en educación y por ello considera su gestión científica y no ideológica, solo necesita tiempo para redactarlo y eso lo hace bien. Felicidades por ser el “aladid” de las políticas de derechas en nuestro país.


(*) Carmen Rodríguez, Enrique Díez, Rodrigo García y Francisco Imbernón | Miembros del Foro de Sevilla.