La contaminación marina es un problema grave. Y no sólo en el sentido de “amplio y muy preocupante”. Profundo en el sentido de que hay basura, producida por los humanos, a cuatro kilómetros y medio de profundidad a lo largo de la plataforma continental del Atlántico.

Un estudio reciente, realizado por un grupo internacional a lo largo de todo el mar Mediterráneo y en la parte europea del océano Atlántico así lo demuestra. Los investigadores han recogido muestras en 600 puntos distintos, desde una profundidad de 35 metros hasta 4,5 kilómetros. Y en todos ellos han recogido restos de la actividad humana.

Este es un problema bien conocido, pero que merece ser explicado cada vez que se habla de él. Los restos que lanzamos al mar – como bolsas de basura, paquetes de alimentos, latas de aluminio y demás – tienen un gran impacto en la fauna y la flora marinos, y en sus ecosistemas.

Por una parte, porque muchos animales los confunden con comida. Y al tratar de comerlos, se ahogan y mueren. También porque su degradación produce sustancias tóxicas, especialmente en el caso de los plásticos.

Y en tercer lugar por lo que se conoce como “pesca fantasma”: los restos de basura producen un sustrato artificial, y cuando especies sésiles – que no se mueven y viven ancladas al suelo – tratan de asentarse, no lo pueden hacer. En muchos casos llegan a morir. También se le da este nombre a la situación en la que distintos animales se quedan atrapados en redes desechadas por los pescadores.

Otro dato interesante de este muestreo es la diferencia entre la basura que se puede encontrar en un sitio y otro. En las zonas más cercanas a la costa, los restos que predominan son bolsas de plástico, envases y latas. En cambio, en zonas de mayor profundidad se pueden encontrar redes y anzuelos descartados por los pescadores, que en lugar de recogerlos y desecharlos al volver a tierra, utilizan los mares como vertedero.

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