22 noviembre 2024

(L-R) People's Party (PP) leader Mariano Rajoy, Spain's Socialist party (PSOE) leader Pedro Sanchez, Ciudadanos leader Albert Rivera and Podemos (We Can) leader Pablo Iglesias, pose at the start of a televised debate between the leaders of Spain's four main political parties in Madrid, Spain, June 13, 2016. REUTERS/Juan Medina

EL FORMATO por Juan Alfredo Bellón para EL MIRADOR DE ATARFE  del domingo 19-06-2016

Sabido y bien sabido es que quien hace la ley, hace la trampa y lo digo porque me admira la fruición con que los participantes en cualquier contienda pujan por meter la cuchara en el establecimiento de las reglas de juego, la cancha y el juego mismo, donde luego ellos también tienen que concurrir. Y todo esto viene a propósito del Debate televisivo que se ha celebrado el pasado lunes, día 13, entre los cuatro líderes de los partidos supuestamente mayoritarios de estas enésimas Elecciones Generales de la presente y vilipendiada democracia. Porque resulta que se ha abierto la veda y cualquiera se siente con fuerza y razón para explicar en qué han fallado las instituciones desde el comienzo y cómo hay que operar para hacerlas funcionar en adelante como Dios manda.

Para empezar, se ha acordado un formato de ménage à catre, y qué cuatro son quienes lo integran; luego se ha sorteado el orden de intervención en cada tanda temática y se ha predeterminado quiénes integran el trío periodístico arbitral, quién dirige el match y quiénes lo auxilian. Total que no ha quedado nada sin reglamentar para que nadie se aproveche de las reglas del juego ni cobre ventaja por haberlas usado indebidamente. Como si hubiera un solo foro en el mundo donde sus reglas del juego sean estrictamente neutrales y no favorezcan, de una u otra forma, los intereses o la voluntad de quienes las promulgan. En cualquier caso, es bien cierto que era necesario algún consenso sobre el formato del debate y la normativa para regularlo, empezando por establecer más de un encuentro dialogado entre los candidatos para que se pudiesen contrastar y confrontar suficientemente sus opiniones y recetas que permitan salir adelante con el gobierno de la cosa pública en una coyuntura tan complicada como la presente. Porque es bien cierto que la concesión tan cicatera de solo un encuentro es poco para el público y menos aún para casi todos los candidatos porque añade un elemento de angustia y urgencia innecesarias a su presentación ante el electorado y acomoda su discurso a un estilo envarado y poco natural de quien teme ante todo equivocarse y se preocupa por no hacerlo en vez de interesarse por colocar lo mejor de su mensaje inventando ideas nuevas y aportando propuestas ilusionantes.

Como estaba previsto, el debate del lunes pasado resultó un aquelarre lleno de incumplimientos ignominiosos de los que el que más clamó al cielo fue el encenagamiento con que el aparato periodístico y desinformativo de país envolvió un contraste de planteamientos que hubiera debido y podido ser un ejercicio normal de la democracia. No hubo medio oral o escrito que no forzara hasta el paroxismo su reinterpretacíón de los discursos y de los hechos por ellos referidos, de modo que el espesor de los mensajes y el grosor de los hilos argumentativos llegaron a tanto, que lograron borrar la comprensión sencilla de lo que se decía y de lo que se callaba, de lo que se esperaba y se desesperaba, tras la muralla aparente de las palabras y el foso infranqueable de los miedos. Hasta tanto llegó esta ceremonia de una aparente y falsa claridad, que se convirtió en un una feria exacerbada de la confusión que negaba cualquier discernimiento objetivo dando igual, a la postre, tubérculo que ver tu culo y Julio César que Julián Cerezas. Y, del dicho al hecho, no solo daba igual qué votar sino que era lo mismo si votar o no, lo que convertía en inamovible por inalcanzable cualquier expectativa de remover o trasformar la correlación de fuerzas vigente.

Y qué duda cabe de que esto favorece a quienes nos desgobiernan de hecho desde hace ya casi cinco años dando igual si consolidadamente o en funciones, porque ellos están entrenados en lo suyo y no lo necesitan aprender, como dijo Rajoy en el fragor de las disputas: -Oiga, aquí se viene aprendido y no a aprender. Lo que significa que solo podremos aspirar a llegar a este podio quienes pertenecemos a la casta de sus (legítimos) dueños y no estos tres botarates y malos chicos que ahora me rodean (y merodean) como una jauría de perros desdentados. Hasta ahí podríamos llegar. Y en estas, Rajoy descendió desde su cielo de plasma a Granada para comerse una cassata en Los Italianos, famosa heladería de la Gran Vía, rodeado por la enfervorizada cúpula provincial del PP, lo que vale decir la plana mayor del caso Nazaríes, a quienes, para alargarnos la ansiedad y el morbo, la juez le ha prolongado un mes más el secreto de su sumario. Como al padre Román y al Arzobispo. Como si la gente necesitara asistir el juicio oral y escuchar la sentencia para conocer el veredicto. O como si fuera necesario palpar en carne blanquecina y hueso pulido al señor Jiang Lizhang para saber que el nuevo dueño chino del Granada Club de Fútbol viene a lo que viene. Y si no, al tiempo.

Porque aquí el debate imperante no es si participamos en un ménage a cuatro jugando en realidad a dobles parejas o si actuamos sabiendo que hemos accedido a otro nivel de transgresiones, como es un ménage à tous, un revoltillo indiscriminado de todos y todas contra todas y todos y viceversa, donde todos y todas somos activos sodomizadores y enculados sufrientes, no solo sometidos a los envites de quienes nos traspasan por doquier sino al aliento pestilente, destemplado y abrasador que proyectan sobre nuestras nucas. Total que, como verán, es como una salchipapa, un formato verdaderamente moderno, de esos que tanto le gustan al cardenal arzobispo de Valencia, don Antonio Cañizares quien, por cierto, no ha denunciado el daño social y humano producido en Castellón por la volatilización de varios cientos de millones de euros de las cuentas del Hospital Provincial en favor de no se sabe qué empresa o compañía relacionada con la trama Gurtel. Pelillos a la mar oceana, en comparación con la monstruosidad de las ideologías de género y sus consecuencias nefastas para el presente y futuro de la Humanidad, conforme dijo no recuerdo qué Papa antiguo en comparación con el actual Francisco, ese mismo que ha negado obstinadamente el placet al embajador gay propuesto por François Hollande como representante de Francia ante el Vaticano. Porque, como dice un amigo mío muy aficionado a los toros, no hay quinto malo ni Papa bueno, que también viene a lo que viene, como Rajoy y como los chinos. Y si no, al tiempo.

Claro que a Cañizares ya lo están investigando por fomentar el odio homófobo y por ver si sus declaraciones públicas al respecto conectan con el conocido como espíritu de Orlando.