ATRANQUES Y LETRINAS por Juan Alfredo Bellón
ATRANQUES Y LETRINAS por Juan Alfredo Bellón para EL MIRADOR DE ATARFE del domingo 25-09-2016
Ahora cuando la mayoría de las aglomeraciones urbanas tienen ya agua corriente en ambos sentidos (el del imput y el del autput) parece como si así hubiera ocurrido toda la vida y ello no es cierto, ni en todo nuestro planeta, ni en nuestros días donde todavía quedan parcelas de territorio sin agua potable corriente o donde esta se ha introducido en época muy reciente. Así ha sido en nuestro mismo país, donde muchos de nosotros hemos tenido que vivir en pueblos de más de 30.000 habitantes, como mi Úbeda natal, donde hasta los años cincuenta y sesenta del siglo anterior había que abastecer las viviendas de las fuentes municipales y hacer cola en ellas con cántaros numerados o señalados con las iniciales de sus usuarios. O a lo más, había depósitos o cisternas donde almacenar el agua pero no agua corriente potable que llegara a la vivienda constantemente desde el exterior con caudal y garantías sanitarias apropiadas para el uso y consumo cotidiano.
Y a falta de pan, eran buenas las tortas del control doméstico de las aguas residuales que se almacenaban provisionalmente en fosas sépticas, letrinas, sentinas y pozos ciegos que se vaciaban periódicamente extrayendo su contenido para evitar las infecciones microbianas puntuales y los contagios colectivos incontrolados que podrían convertirse en amplias plagas mortíferas de efectos devastadores para el bienestar y la salud públicos.
Por eso, entre las expresiones cotidianas de quienes convivíamos con aquel estado de higiene semi y cuasi fecal eran frecuentes los usos metafóricos muy despectivos de vocablos escatológicos como mierda, retrete, suciedad, podredumbre, podrido, contaminación, corrupción, depósito séptico o sucio (lo contrario de aséptico) pozo infectado, fuente de infección, etc. para referirnos a los atributos físicos o morales de quienes practicaban la corrupción social o se dejaban contaminar, contagiar, inficcionar, infectar e inocular por ella.
Y resulta que, en nuestro imaginario colectivo moral de país que presumía de ser la reserva espiritual de Occidente, el paradigma de la degradación corrupta organizada era el de la Mafia estadounidense (muy ligada a la emigración italiana en las grandes ciudades: Nueva York, San Francisco, y al cine y a la literatura negra de Chicago Años Veinte) y el de la Camorra napolitana y la Mafia Italiana, de origen paradójicamente español y por tanto ligado a nuestra permanencia en Italia y a la novela Picaresca de nuestra etapa imperial, que tanta fuerza tuvo en la cárcel hispalense de la calle de la Sierpe, reflejada por Cervantes en sus Novelas Ejemplares y especialmente en Rinconete y Cortadillo y los personajes que se movían a sus anchas a su alrededor en la Sevilla marginal del Patio de Monipodio.
No hay duda de que, en tiempos recientes, la irrupción en España de la problemática de la corrupción social nacional como una preocupación que atañe a nuestra comportamiento colectivo, no es un asunto baladí ni novedoso sino una preocupación de antaño que repite algo no ajeno a las pautas sociales patrias. Y por fin, otra de las ideas que suele asociarse a la corrupción es la de la podredumbre que, como en el caso de la imagen de la cesta de manzanas u otras frutas podridas, se contagia y propaga con gran celeridad, así la sociedad se evenena con las prácticas corruptas y la podredumbre se transmite a través de larvas y gusanos que corroen la totalidad de las frutas anteriormente sanas que había en la cesta donde lo podrido era excepcional y ahora general.
De esta forma, resulta que en España estamos judicializando la vida nacional, no solo porque recurrimos fácil y muy laxamente a los tribunales para resolver cualquier asunto de poca monta, sino porque hemos ido haciendo evolucionar los comportamientos delictivos individuales y colectivos hasta socializarlos y hemos llegado a acostumbrarnos a tanta criminalidad, que el país parece una letrina o, como dijo el otro día Iñaqui Gabilondo, una fosa séptica o un tanque de chapapote que nos inunda hasta hacernos volver a nuestros orígenes renacentistas peninsulares e italianos en el caso de las aberraciones corruptas recientes de la Comunidad Autónoma Valenciana y de Baleares. Y en esas estamos cuando se nos han atascado las instituciones y se viene produciendo desde hace casi un año un colapso del normal desenvolvimiento constitucional y electoral con un cruce endiablado de ascusaciones de corrupción entre los partidos y las instituciones y hasta en el seno de todos ellos y ellas hasta llegar a borrarse la normal diferencia entre lo que son los fallos procedimentales en la administración de la cosa pública por inepcia o desconocimiento y lo que es la corrupción criminal propiamente dicha, entendida como un conjunto de conductas dolosas en el gobierno ciudadano especialmente relacionadas con el hurto, el engaño interesado y la apropación indebida de los bienes ajenos y públicos.
Así las cosas, el colapso ha llegado hasta el mismo Partido Socialista, donde estos días suenan tambores de guerra entre la secretaría general, los dirigentes sectoriales que la apoyan y las varonías territoriales que constriñen su capacidad de maniobra para hilvanar una salida al atranque institucional que padecemos, prisionera como está la dirección entre el rechazo absoluto de las bases al pacto con un Rajoy y un PP acosados por la corrupción y la negativa de buena parte de las direcciones territoriales a cruzar la linea del independentismo y de la presumible radicalidad de Podemos para componer un gobierno posible. La consecuencia de la suma y el cruce de estas contradicciones produce una gran confusión en tanto se nos presentan todas a la vez y nos dificultan asignarles el rango conveniente para irlas resolviendo en su orden natural y según las leyes de la Dialéctica.
Y luego está lo otro, lo próximo, lo cercano, eso que hace que Rita Barberá se pase al Grupo Mixto para blindarse y encima le suban más de dos mil euros el sueldo, eso mismo que hace que Juan José Millás los mande desde su columna ¡Al carajo! el viernes 22 y que la militancia socialista de base anuncie que lo deja si acaban permitiendo gobernar a Rajoy mientras la ciudad de la Alhambra se queda sin tren soterrado y sin el otro, sin estación de ferrocarril, sin la mitad del aeropuerto, sin presupuesto municipal, sin acelerador de partículas, sin arzobispo decente, sin fútbol de primera división, sin Vega y sin flamenco. ¿Cómo no los va a mandar la gente al carajo, a ellos y a quienes les permitan gobernar por activa y por pasiva? ¿No será esa, la cotradición principal entre la gente y la derechona nacional, regional y granadina? ¿Y no habrá que buscar luego la forma de resolver sucesivamente y por el orden de su rango el resto de las contradiciones?
¿Que cómo? Comiendo. Echándole memoria (histórica), inteligencia (dialéctica) y voluntad (progresista). Doctores tiene la Iglesia… y más aquí, con tantos doctores y doctoras en una ciudad ta culta, tan universitaria.