ANCHE UN’ALTRA FURTIVA LACRIMA por Juan Alfredo Bellón para EL MIRADOR DE ATARFE del domingo 09-10-2016

Cuando Gaettano Donizetti compuso Una Furtiva Lagrima, no era plenamente consciente de estar creando la letra para una música melancólica y llena de matices nimbados por la tristeza del desamor que llegaría, con el trascurso del tiempo, a tener tantas aplicaciones como aristas tiene el desarrollo de la profundid afectiva y su consiguiente desengaño, cuando el desamor nos llega o somos nosotros quienes lo ejercitamos.

Yo mismo, hace ahora veinte años, compuse un soneto titulado También en el fútbol hay lucha de clases a propósito de una de las reiteradas y tristísimas bajadas de mi Beti gúeno a Segunda División, que empezaba así: Una furtiva lágrima me asoma / por este lagrimal acostumbrado / a sentirlas pasar porque ha bajado / el Betis a Segunda. Vaya broma.

Y ahora pienso que podríamos rizar el rizo y afirmar sin miedo a equivocarnos que también hay lucha de clases en la polìtica, aunque haya a quien pueda parecerle extraño por evidente. Hasta ahí y hasta tanto hemos llegado en el proceso de degradación de nuestra vida pública nacional, que periódicamente, cuando se produce el hundimiento téctónico de una institución política patria, nos invade la melancolía y pensamos andar en el acabóse, en el rien en vas plus que dicen los croupieres en las ruletas de un casino francés. Y es que, en efecto, ya no es posible que llegue a más la corrupción de la vida pública nacional ni a menos el crédito moral del partido gobernante, no siendo demasiada tampoco la confianza que, con mayor o menor fundamento, inspiran los demás.

Sin entrar a juzgar el fundamento de estas valoraciones, hay que reconocer que a ellas han contribuido las trifulcas en el seno del Partido Socialista y la avalancha de inmoralidades públicas encontradas en las actuaciones del Partido Popular que estos días se examinan en las más altas intancias judiciales y que han hecho de España, en los últimos lustros, el paradigma del país de la corrupción, tal y como se ha venido viendo estos días con la coincidencia en las puertas del local donde se juzgan el asunto de la trama Gurtel y el de las tarjetas black que hacían amontonarse en sendas colas a varios cientos de encausados que en su día fueron personajes famosos de la vida nacional y ahora ostentan la triste fama de tener que responder ante la justicia por diversos delitos bien poco ejemplares que salpican a los más altos dignatarios de nuestra vida pública. Y lo que no era poca ni bonita cosa, varios centenares de afectados hostigándolos con gritos y frases ofensivas que les afeaban y censuraban su conducta; pero respondidos malencaradamente por la altanería de más de un acusado que se encrespó y se pasó tres puertos de montaña increpando a su vez a los acusadoresd espontáneos populares.

Y entonces, me he acordado del cuento popular decimonónico de Bartolomé José Gallardo que relata una historia ocurrida en Granada donde encontraron y apresaron a un moro y a un granadino practicando las artes sodomitas. Tras ser detenidos por la Inquisición, se dispuso que fueran paseados por la ciudad, montados en un jumento y vestidos de reos de la Santa Hermandad, para someterse al escarnio popular que les cubrió de brea, los emplumó y les arrojó diversos frutos y ballas mientras vociferaban su escarnio. El castellano iba con la cabeza gacha, aceptando afligido la penitencia, mientras el moro increpaba a sus atacantes y, en ademán desafiante, vociferaba lo relativo y especifico de su sodomía: -¡No estar la jembra yo; yo estar el macho!

Esa parece la pedagogía gestual de muchos de estos reos modernos de corrupcíón que pululan hoy por los tribunales madrileños donde declaran con gestos y palabras chulescas y desafientes, como cuando, durante el Franquismo, si un guardia te pedía el nombre y el carnet, tú… contestabas ensoberbecido: –Usted se está jugando el puesto; usted no sabe quién soy yo. Pues eso; así es como hoy nos comportamos las personas modestas y honradas; si acaso, poniéndonos de soslayo y anunciándo que apoyaremos con la abstención mientras se nos nubla la vista y se nos humedecen furtivamente sendos lagrimares, a saber, el derecho y el izquierdo, viéndolas venir, anche, otra y otra y otra vez más. Y mira si no, que ahora el arzobispo declara su escepticismo absoluto ante la culpabilidad del padre Román y el mismo cura presuntísimamente goliardo, filta a través de su abogado en la propia prensa granadina que la causa camina inexorablemente hacia el sobereseimiento más papable, digo palpable. Pues eso anche un’altra furtiva lagrima, otra y otra. Amen.

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