«Noruega, diez euros por una cerveza y un euro por mearla»
El nivel de vida de los noruegos está muy por encima del de los españoles. En pocos menos de cincuenta años ha pasado de ser uno de los países más pobres del Europa a ser el más rico.
Dicen que el pintor noruego Edvar Munch quiso pintar en su cuadro El Grito al hombre moderno en una profunda angustia y desesperación existencial. Yo tengo otra teoría: cuando Munch pintó ese famosísimo cuadro, que está hasta en los emoticonos del móvil, al ver la cara de un granadino que había viajado a Noruega cuando le dieron la cuenta por una ronda de cervezas. Y es que con esa expresión ‘munchiana’ me quedé yo cuando hace poco me cobraron en Oslo casi veinte euros por dos cervezas. Y a palo seco. Enseguida me entraron ganas de volver a Granada, a donde por dos euros te tomas una cerveza con una buena tapa. En el país vikingo todo está muy caro y hasta te cobran cuando vas a mear. Así que si vas a un restaurante y pides una cerveza, ya sabes que te cuesta once euros: diez por el líquido y uno por mearlo.
Aunque allí no se puede pedir cerveza o vino en cualquier sitio. Por lo pronto no hay bares como aquí. En Noruega existen unas restricciones con el alcohol muy severas. Solo se pueden comprar en unas tiendas que se llaman Vinmonopolet, que pertenecen al Gobierno y en las que se venden todo el alcohol superior al 4,75 por ciento de graduación. En estas tiendas, donde hay grandes colas los viernes por la tarde, una botella de ginebra te cuesta cincuenta euros, una de freixenet veintidós y un ‘rivera’ de crianza o de los más normalitos, quince. Bueno pues a pesar de esos precios y de la ‘ley seca’ implantada, los noruegos ocupan el quinto lugar en el ranking de los más borrachos del mundo. Será que se emborrachan para olvidar los impuestos que pagan, no sé. Muchos noruegos se escapan los fines de semana con el ferry a Dinamarca o Suecia a comprar alcohol, donde no existen esas restricciones y mucho menos esos precios. Cuando se hacen viejos se vienen a España. Aquí con su pensión pueden vivir como reyes y se pueden comprar toneladas de cerveza.
El nivel de vida de los noruegos está muy por encima del de los españoles. En pocos menos de cincuenta años ha pasado de ser uno de los países más pobres del Europa a ser el más rico. Todo gracias al petróleo. Allí los impuestos son muy altos (un cuarenta por ciento), pero dicen que se invierten en mejorar la vida de los habitantes de ese país, en el Estado del Bienestar. Los sueldos, por supuesto, son más elevados que los de aquí y apenas existe paro. Eso sí, no se han librado de la inmigración de súbditos de países del Este. No hay subsaharianos pero sí muchos rumanos y polacos. Yo creo que los subsaharianos no van hasta allí porque saben que se puede tirar tres meses seguidos lloviendo y allí no pueden vender paraguas porque todos tienen cientos de ellos en sus casas. Un guía chileno nos contó que en 2008 estuvo 86 días sin parar de llover en el condado de Bergen. Allí montar un lavadero de coches sería sin duda un negocio ruinoso.
Aunque sus paisajes son espectaculares, Bergen es la única ciudad realmente bonita y con historia que hay en Noruega. Es curioso el escudo de esta ciudad. Está pintada la mitad de un águila y un bacalao con una corona encima. Y es que allí en la economía y en la historia de la ciudad quien parte el bacalao es este pescado. El guía chileno nos contó que a Bergen llegan diariamente cuatro o cinco cruceros con dos o tres mil personas cada uno. Hay noruegos que no quieren que entren cruceros porque piensan que los cruceristas comen y duermen en el barco y no consumen durante su paseo por Bergen. Si acaso se gastan un euro en mear.
Pero una cosa que me sorprendió en esta ciudad es ver los contenedores de basura con cerraduras. Por lo visto allí el que más basura genera más paga. Por eso los contenedores se abren con llave, para evitar que alguien eche basura en un contenedor que no sea el suyo. Y parece que lo aceptan bien. No quisiera pensar el trapicheo que se podía montar si aquí en Granada si los contenedores se cerraran con candado y cada uno tuviéramos una llave.
Eso sí, las mujeres que van a Noruega vienen más contentas: todas las noches se acuestan con un nórdico. Yo particularmente vine contento pero más pobre. A la vuelta a Granada paré en Almuradiel y pedí dos ‘cruzcampos’ fresquitas y un bocadillo de queso manchego. Jo, la cuenta no llegó a seis euros, lo que cuesta en el país escandinavo una Coca Cola. Lo dice un amigo mío: viajar está bien, pero mejor es regresar.
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