Padres “helicóptero”, el nuevo síndrome que afecta a los niños
Al procurar darle todo a su hijo, y facilitar así su vida, los progenitores les impiden madurar y responsabilizarse de sus actos. ¿Es usted uno de los que tiran de Whatsapp para inmiscuirse en las actividades colegiales?
A nivel emocional, los niños sobreprotegidos no aprenden a ser responsables de su propio bienestar ni de sus actos, porque siempre han obtenido de forma inmediata lo que han pedido. Con esa actitud, de la que son responsables los padres, los futuros adultos no reconocerán sus errores y serán más inmaduros. Debe haber límites, por supuesto, pero logrando que el menor asuma las consecuencias naturales de su comportamiento. «Desde hace unos años se está viendo una tendencia de los padres a sobreproteger a los hijos, impidiendo su autonomía», explica la doctora Lilia Marinas, psiquiatra infantil del Servicio de Psiquiatría y Psicología Clínica del Hospital Universitario HM Puerta del Sur. «Cada vez más padres interpretan que la mejor forma de cuidar a sus hijos es evitarles riesgos y dificultades, pero no se dan cuenta de que así limitan sus posibilidades de desarrollo».
A este tipo de progenitores que combinan la sobreprotección con un exceso de control y elevada exigencia, se les conoce como «padres helicóptero». «Los padres se preocupan por el futuro de sus hijos desde edades muy tempranas, fomentando la competitividad y una percepción del mundo laboral inseguro», dice la doctora Marinas. «Al final, con el deseo de darles lo mejor, acaban protegiéndoles de la vida en vez de prepararles para enfrentarse a ella».
Uno de los signos de este síndrome moderno es la actitud de los padres a la hora de apoyar a sus hijos en el colegio, mediante el uso de los grupos de Whatsapp, en el que se comunican con otros padres de la clase. Por esta vía se mandan los deberes que se olvidan los niños, la página que se tienen que estudiar, hacen reclamaciones casi sindicales para disminuir los deberes y, en definitiva, se convierten en secretarios de sus hijos. «Esta actitud priva al niño de aprendizajes muy valiosos para un buen rendimiento académico, como la organización, la memoria, la atención, la responsabilidad de hacer los deberes y las consecuencias de no hacerlos», asegura la psiquiatra Marinas.
Equivocarse para aprender
No sólo eso. Los «padres helicóptero» también se ven tentados a inmiscuirse en las actividades colegiales, llegando incluso a hacer los deberes y trabajos por ellos, para que saquen buenas notas. «El mensaje que transmiten es que lo único importante es el resultado, no el esfuerzo», afirma la doctora Marinas, que apunta que la ayuda en los deberes debe estar en función de sus capacidades, enseñándoles aspectos como organización, gestión del tiempo y lugar para la realización de las tareas escolares. «Los niños deben poder equivocarse, pues los errores son una fuente importante de aprendizaje».
En los niños, los efectos pueden ser tanto a nivel emocional, como de aprendizaje. En el primer segmento se encuentran los que, debido a haber obtenido de forma inmediata lo que han pedido, dejan de reconocer sus errores, son más inmaduros, a menudo se sienten insatisfechos y pueden reaccionar de forma irritable o agresiva si los demás no atienden a sus demandas. En cuanto a nivel de aprendizaje, el niño puede mostrar menos iniciativa propia y escaso desarrollo de la creatividad o tener una desmotivación por los estudios.
«El aprendizaje más eficaz es que asuma una consecuencia natural de su comportamiento; por ejemplo, si no hace los deberes a tiempo, no podrá bajar al parque», especifica la doctora Marinas. «Es bueno que los niños reciban una reprimenda o castigo de vez en cuando. Mostrar enfado sirve para enfatizar el desacuerdo con la conducta del niño. Hay que intentar destinar las regañinas a conductas que queramos corregir y no recurrir a ellas cada vez que no haga lo que esperamos. También se debe dar una explicación al niño del límite que se le está poniendo».
En cuanto a darles un móvil a los hijos, sobre todo adolescentes, puede ser beneficioso si va a ayudar a su autonomía, como cuando empiezan a ir solos a los sitios y avisar de que han llegado. Pero si es para dejar de ver a sus amigos, no estudiar, o para un control excesivo de los padres, será un arma perjudicial. En todo caso, hay que establecer normas de uso. «Es aconsejable pautar unos horarios para usar estos dispositivos y supeditarlo al cumplimiento de tareas», recomienda la doctora Marinas, que recuerda la obligación de informar los hijos de los riesgos del mal uso de las redes sociales y adecuar el contenido de internet a la edad del menor.