QUE VIENEN LOS RUSOS por Juan Alfredo Bellón
QUE VIENEN LOS RUSOS por Juan Alfredo Bellón para EL MIRADOR DE ATARFE del domingo 19-02-2017
Hay que ver lo liadas que andan la prensa, la radio y la televisión informativas, doctrinales y de opinión de todo el planeta mundo a propósito del papel de los espías americanos y rusos (iba a decir soviéticos) en relación con la manipulación de nuestras conciencias y del papel que en ella juega el flamante Presidente USA, porque todavía no he llegado a saber si él quiere a Putin, o lo odia, o lo usa para odiarnos más a quienes no lo queremos a él ni a los que son de su ralea. Porque vamos a ver, qué ha pasado con sus varios asesores en asuntos rusos para que hayan tenido que dimitir por dejarse contagiar de rusofilia y ¿consecuentemente? de antiamericanismo mientras la opinión pública da menos pie con bola que el Barça en París ante el PSG y no sabe qué ha pasado en las votaciones para la elección presidencial porque, una de dos, o la opinión se ha dejado influenciar por los rusos (ya no volcheviques pero sí, a la postre, imperialistas) para impedir que ganara Hilary Clinton y facilitar el triunfo de Trump, que sería más amigo de Putin que la antedicha, no se sabe por qué; o, por el contrario, la gente ha votado de acuerdo consigo misma y contra el sentido común, a favor de la opinión antinorteamericana, que ya, de lo liadas que están las cosas, no se sabe ciertamente lo que es.
De modo y manera que, en el país más rico y fuerte del mundo, nadie sabe por qué calle tirar sin encontrarse antes con los rusos sabiendo a qué carta quedarse, si a la de repartirse las zonas de influencia, como en Yalta, y comprometerse a respetárselas al enemigo-amigo, según la entente alcanzada; o a sonsacárselas con toda la mala intención del mundo y así procurarse la ventaja para ir decantando cada vez más en su favor propio la hegemonía mundial hasta conseguir doblarle el pulso irreversiblemente al oponente,
¿Y cuál será entonces la representación del escenario resultante? ¿La de un mundo nuevo y absolutamente globalizado, a favor de unos u otros y en espera de concluir venciendo definitivamente al oponente? ¿O la de una cancha también definitivamente particularizada donde nadie logrará reclamar para sí la exclusiva de la victoria con la gloria de haber vencido irreversiblemente al adversario? Ya no será una resultante similar al escenario posterior a la Guerra Fría del paisaje después de la batalla, sino al que precede a la guerra caliente del paisaje anterior al holocausto sobrevenido entre enemigos cordiales que fueron guerreros intachables y sempiternos.
Por eso, la economía volverá a determinar las posiciones enfrentadas a partir del desarrollo de la segunda revolución industrial y de la primer evolución electrónica, basada en el excedente irreversible de mano de obra tradicional que convertirá el ocio creativo en un motor formidable que dará las de ganar a los pueblos más imaginativos en detrimento de los menos acostumbrados a la improvisación creativa. Solo los más acostumbrados a dejar volar las emociones bajo el control de las mayores singularidades imaginativas lograrán equilibrar y flexibilizar los resultados de futuro.
Y así, la libertad de ese futuro logrará equilibrar y potenciar el futuro de la libertad en beneficio del polo antes llamado occidental y la fuerza del antiguo polo oriental beneficiado por la fuerza del pasado colectivo. Y no se olvide que, por mucho que los neoimperialistas rusos consigan someter a sus enemigos naturales en los escenarios del Oriente Próximo, no logrará haber dado el primer paso hacia la superación de la actual desventaja hasta que se les vea venir en los escenarios mundiales con la exclamación de asombro ponderativo que encabeza este artículo y que coincide simple y llanamente con el intento imberbe de Mariano Rajoy de repetir la machada de Aznar en época de Gorge Busch II: ¡Que vienen los rusos! … y los otros. Así los jueces condenando a seis años a Undangarín y a más a su socio y dejando sin pena a la Infanta puede que por enchufe. Y vienen los obispos, como el de Salamanca, tierra mía, como cantaba Rafael Farina, advirtiendo a sus feligreses del peligro que entraña el andalucismo semanasantero: “nunca se ha dicho en tierras recias como la nuestra eso de la levantá, la chicotá o al cielo con ella, que son cosas del Andalucía donde, como dijo Juan de Valdés a propósito de Nebrija, la lengua no está muy pura y según el obispo salmantino, la religión tampoco. Y es que no ven con buenos ojos el desembarco de Susana.