Muere a los 103 años la maestra republicana que defendió la educación pública frente a Primo de Rivera, Franco y Wert
Alejandra Soler luchó contra las leyes educativas de la dictadura de Primo de Rivera y Franco y salió a la calle, con casi 100 años, para unirse a la ‘primavera valenciana’ en protesta contra la conocida como ‘ley Wert’.
Valencia. Febrero de 2012. Miles de estudiantes salen a la calle en defensa de la educación pública. El movimiento pasa a conocerse como ‘la primavera valenciana’. El entonces jefe superior de Policía de Valencia, Antonio Moreno, comparece en rueda de prensa y califica de «enemigo» a los manifestantes. Entre aquellos miles de jóvenes en lucha, considerados como enemigos, se encuentra una mujer de 98 años, Alejandra Soler, que ya lleva a sus espaldas una vida en lucha por la educación pública contra los dictadores Primo de Rivera y Francisco Franco y que no dudó en salir a protestar con la ‘ley Wert’.
Alejandra Soler ha fallecido esta semana (el miércoles) a la edad de 103 años. Como legado deja una vida de lucha por la educación pública que quiso compartir hasta el final con los más jóvenes: «Mi lucha es para que el saber sea asequible para todas las clases sociales. El saber no puede ser monopolizado por una clase social», señaló Soler en una entrevista concedida a Público en 2014.
«La ley ‘Wert’ es una concesión a la educación fuera del Estado y a favor de las élites. Quieren que la gente piense menos y tenga los oídos menos abiertos»
Soler, que fue condecorada con la Alta Distinción de la Generalitat valenciana en 2016 y nombrada hija predilecta de València, comenzó su lucha estudiantil durante la dictadura de Primo de Rivera. Con apenas 14 años se afilió a la Federación Universitaria Escolar (FUE) y su objetivo era tumbar la nueva ley educativa de la dictadura, conocida como ‘ley Callejo’, en honor a su promotor Eduardo Callejo. «Me afilié porque era una joven batalladora. No podía consentir esa ley educativa. Querían hacer de la educación pública una enseñanza dogmática muy influenciada por la Iglesia Católica«, señalaba.
De la lucha contra la ‘ley Callejo’ a la de la ‘ley Wert’ pasaron 85 años, pero Soler identificó claramente que, pese al tiempo transcurrido, la batalla era la misma: «La ley ‘Wert’ es una concesión a la educación fuera del Estado y a favor de las élites. Quieren que la gente piense menos y tenga los oídos menos abiertos. Ese era el objeto último de la ‘ley Callejo’ y ese es el objetivo de la ‘ley Wert’. Están hipotecando el cerebro español«, denunciaba la mujer en 2014.
Los tiempos de la República
El 14 de abril de 1931 fue uno de los días más felices de la longeva vida de Alejandra Soler. Tenía 17 años. Estaba en València. «Me volví loca. Salí a la calle gritando. Todos estábamos como locos. Era maravilloso. Entonces los comunistas eran grupos muy pequeños y dogmáticos. Recuerdo que salieron a la calle gritando ‘Viva los soviet y abajo la República’. Casi los matamos», recordaba Soler con una sonrisa en la boca.
«Mi lucha es para que el saber sea asequible para todas las clases sociales. El saber no puede ser monopolizado por una clase social»
Soler, de hecho, se afilió al PCE tras la fallida revolución de octubre de 1934. Apenas dos años después, una parte del ejército, con el general Mola, Franco y Queipo de Llano al frente, se levantó en armas contra la República: «Durante la guerra estuvimos defendiendo a la República. Y esto es muy importante. Defendimos la República y no una transformación en un régimen que estuviera más a la izquierda (en referencia a Estado comunista). Nos jugamos la vida por la República y no había ningún peligro de llegar a esa situación. Eso lo utilizó Franco para justificar su golpe de Estado»
De un campo de concentración francés a Leningrado
Con la victoria de Franco en la Guerra Civil, Alejandra Soler cruzó la frontera francesa en 1939 y fue a pasar a un campo de concentración. Su marido, a otro. El reencuentro entre ambos se produjo en Leningrado, hoy San Petersburgo. Ella quería vivir en la URSS y allí se convirtió en la maestra de los niños de la guerra. Pero la vida aún le depararía más sorpresas.
Al poco de llegar a Leningrado el ejército nazi inició el asedio a la ciudad y Alejandra y su marido buscaron refugio en el sur. De su memoria no se borrará nunca la crueldad de la histórica batalla de Stalingrado ni la desilusión que supuso conocer la URSS de Stalin: «Sigo siendo comunista y siempre lo seré, pero lo que se hizo no se puede tolerar».
«El mundo cambiará»
En aquella entrevista en 2014, Soler señalaba a Público que sentía mucha rabia porque sabía que moriría pronto y mantenía intacta la «magnífica curiosidad de saber lo que va a pasar». «Estamos en un momento histórico. Se está viviendo el final de una época histórica y va a acontecer un cambio en la vida de la gente. Están intentando mantener el statu quo, pero ya no se puede seguir así. No hay salida económica, ni política, ni intelectual, ni científica», aseguraba Alejandra, que decía entonces: «El mundo no cambiará mañana, pero cambiará».
Alejandra no ha vivido lo suficiente para ver el cambio que deseaba, pero su lucha hace que ese momento esté más cerca. Su legado sirve de ejemplo. Descanse en paz.
A. TORRÚS