Teóricos internacionales señalan que de los 18 a los 28 se toman las decisiones que determinan el futuro. ¿Es eso acorde con la realidad de nuestro país?

Si existiera una franja de 10 años realmente determinante en nuestra vida, ¿cuál sería? Sociólogos y psicólogos llevan años filosofando sobre el momento clave en el que se debería abandonar el síndrome de Peter Pan y tomar decisiones que marcarán los siguientes años

En el libro La década decisiva. Por qué son importantes de los veinte a los treinta años y cómo sacarles el máximo partido (Asertos, 2016), la psicóloga clínica Meg Jay plantea la teoría de que los veinteañeros son seres “confundidos y desorientados”, que no saben que de los 20 a los 30 años, supuestamente, se debería encauzar la vida para que esta sea satisfactoria.

 Conseguir un trabajo y una casa, elegir a la pareja perfecta y tener hijos deberían ser, según Jay, las preocupaciones de los millennials y la Generación Z (nacidos entre 1995 y 2000). En sus charlas TED, la autora defiende que “cuando se dejan muchas decisiones para los 30 se sufre una gran presión para empezar una carrera, elegir una ciudad, elegir una pareja y tener dos o tres hijos en muy poco tiempo. Algunas investigaciones señalan que es mucho más difícil hacerlo todo a la vez a los 30”. No solo eso; la psicóloga advierte que “el 80% de los momentos decisivos tienen lugar antes de los 30 o 35 años, por lo que nos vemos obligados a enmendar las decisiones que tomamos con 20 años o a aceptarlas”. Es decir, si tienes entre 30 y 35 años y no has tomado las decisiones correctas, según esta coach, vas por mal camino.

En la misma línea se posiciona Steven Mintz, profesor de Historia en la Universidad de Texas (EE UU) y director del Instituto de Aprendizaje Transformacional. Su teoría considera que de los 18 a los 28 años, concretamente, los errores tienen consecuencias determinantes en las siguientes décadas. En su libro The prime of life. A history of modern adulthood(Lo principal de la vida. Una historia de la vida adulta moderna) señala que quien se queda a vivir en casa de sus padres es debido a cierta comodidad que retrasa cualquier responsabilidad. Y los que no tienen familia en la que apoyarse están condenados a trabajos precarios y relaciones inestables.

Jóvenes a la espera

Más allá de las teorías “yes, you can” lanzadas desde un despacho, ¿qué hay de cierto en esta corriente determinista que azuza a los jóvenes para que se responsabilicen de sus vidas a los 20 años? ¿Es realista este planteamiento en el contexto de crisis socioeconómica del mundo occidental?

Un estudio piloto elaborado en 2013 por el Centro de Investigación en Evaluación y Medida de la Conducta (Cramc) de la Universitat Rovira i Virgili (URV), en Tarragona, proponía el test PSYMAS (Psychological Maturity Assessment Scale) para conocer la madurez psicológica de los jóvenes, influida por el desarrollo cerebral, el entorno y las experiencias vividas. Las conclusiones de su estudio es que los jóvenes españoles no mostraban rasgos de madurez hasta los 27 años, pero tiene una explicación.

“En la juventud se supone que decidimos cómo será la etapa adulta. Pero ¿qué define realmente el paso de joven a adulto? Que te puedas emancipar» (Guillermo Fouce, psicólogo social)

“El fenómeno que posiblemente se da en España y que estamos intentando analizar ahora con un nuevo estudio en marcha —que pasará el test PSYMAS a una muestra más amplia de jóvenes universitarios y estudiantes de FP, que trabajan o no trabajan, para buscar cuál es el punto de inflexión de la madurez— es la identidad en moratoria o identidad en espera”, describe Fàbia Morales, directora de la investigación. “Es decir, encontramos jóvenes que teóricamente ya tienen conocimientos sobre sí mismos, pero no viven de acuerdo a esa identidad porque al seguir viviendo con sus padres no pueden desarrollarla. Parece que se comportan de forma más inmadura de lo que realmente son porque no pueden vivir de acuerdo a su forma de ser. Y cuando consiguen salir del hogar familiar maduran muy rápidamente. Lo que subyace a todo esto es un motivo económico. Con trabajos precarios y sin estabilidad laboral no pueden independizarse ni desarrollarse en la veintena”.

Esta supuesta parálisis no es algo exclusivo de los millennials españoles, de los que un 61% aún vive con sus padres y el 80% solo se plantea un alquiler, según un reciente informe de la consultora inmobiliaria CBRE. En otros países, la situación tampoco es mucho mejor. Los investigadores del Pew Research Center advierten que el 36,4% de mujeres y el 42,8% de hombres estadounidenses de entre 18 y 34 años viven aún con sus padres, volviendo a niveles de los años 40. Esta generación boomerang tampoco tiene viviendas en propiedad ni hijos. En Italia existe incluso un término despectivo, mammoni, para describir a los jóvenes que siguen viviendo en la casa familiar (uno de cada tres, según un estudio de la organización Coldiretti, que señala también al 43% de jóvenes entre 25 y 34 años que dependen económicamente de suspadres). En Japón los definen como “solteros parásitos”. Lo que todos estos juicios no consideran es que muchos millennialsy centennials no han podido elegir.

“En la juventud (que se define de dos formas, biológica o subjetiva), se supone que decidimos cómo será la etapa adulta: qué profesión, qué estilo de vida, qué pareja queremos. Pero ¿qué define realmente el paso de joven a adulto? Que te puedas emancipar. Y hoy tenemos un bloqueo del plan de emancipación social. Encontramos modelos que se están extendiendo desde Centro Europa: tienes una habitación en casa de tus padres y eso es lo máximo a lo que puedes aspirar. Vas saltando de trabajo en precario a trabajo en precario, muchas veces ni siquiera relacionados con la profesión que habías elegido. Con un 60% de paro juvenil en España, ¿cómo no se va a alargar la toma de decisiones hasta los 30 años o más?”, describe Guillermo Fouce, doctor especializado en Psicología Social y profesor de la Universidad Complutense de Madrid. En su opinión, para muchos de ellos esa década crucial nunca llegará: “Puede que ni siquiera suceda un cambio, que se mantengan permanentemente en trabajos que no garanticen la inserción y la identidad. Son individualistas, hedonistas, competitivos, viven al día porque se han adaptado, porque la sociedad les obliga a ser así”.

¿Cuál es la década decisiva? Aquella en la que los jóvenes recuperen las riendas de su vida, sustraídas por el sistema económico y político. Según el sociólogo y politólogo Juan María González-Anleo, profesor del ESIC, lo que falta a los millennials es una “conciencia de generación” porque el individualismo no les permite organizarse y reclamar un cambio. “Confío en que antes o después suceda un crack, como un hueso que sufre una presión y no pasa nada hasta que rompe. Si realmente sucediese esa fractura, si tomasen conciencia de sí mismos como grupo al que se está poniendo las cosas muy difíciles, entonces podría suceder un cambio”. Habrá que ver que si esta ruptura en el hueso de los jóvenes sucede antes de que sea demasiado tarde.

CÓMO ESE RETRASO EN LA TOMA DE DECISIONES AFECTA A LOS DEMÁS

El peligro de no poder tomar decisiones a los 20 años ya no es solo que las siguientes décadas vendrán determinadas por este inmovilismo. Es que ni siquiera el sistema económico lo podrá soportar. El modelo universitario actual, con grados de cuatro años más dos de máster, nos lleva a jóvenes sin experiencia laboral con 28 años que no consiguen acceder a un empleo. Por si se nos ha olvidado: de ellos depende el desarrollo económico y las pensiones.

“El adjetivo antieconómico para describir a los millennials, citando a un político, se basa en que estos jóvenes no mantendrán el ritmo de crecimiento. Por un lado, este ritmo es insostenible, y por ello las soluciones tipo economía colaborativa ofrecen las únicas alternativas posibles para aunar ambos aspectos: unas generaciones no interesadas en la compra y adquisición, y un sistema que puede permitir un desarrollo económico, aunque rompiendo gran parte de las reglas del juego”, afirma Gerard Costa, profesor de ESADE. Y añade: “La decisión es muy compleja porque el estado actual sufre con ello. ¿Cómo nos planteamos los impuestos, las tasas, por no hablar de las jubilaciones, y en definitiva el Estado del Bienestar? El sueño de los boomers [nacidos en el baby boom de los años 40 y 60] era un sueldo, una casa, un automóvil y una jubilación, y eso lo compraban en parte con el voto. Ahora los sueños son distintos: no funcionará si les tildamos de antieconómicos porque esta no es su economía”.

Si no tienen opciones para elegir su vida a los 20 años, ¿significa eso que son adolescentes tardíos hasta los 30, como critican los teóricos norteamericanos? Para el sociólogo y politólogo Juan María González-Anleo, profesor del ESIC, la “sociología de salón” que traduce estos informes extranjeros no tiene en cuenta la realidad española. Y esta realidad es desoladora, como desarrolla en su libro Generación selfie (Editorial SM, 2015). “En los países nórdicos se favorece la independencia de sus jóvenes con presupuestos concretos y subvenciones, algo que en España no sucede porque la sociedad les ha abandonado. Esto provoca un enroque de los jóvenes en sus guaridas: la familia, los amigos, el ocio nocturno. No empiezan a integrarse económicamente hasta los 30 años y eso les hace estar desconectados de la sociedad”, afirma González-Anleo.

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