Borderline, la superación de una vida marcada por la inteligencia límite
La Asociación Borderline Granada apoyan en los aspectos formativos, educativos y de ocio a este colectivo para lograr su autonomía e inserción social
“¿Que qué quiero estar haciendo dentro de 15 años? Pues no sé, tener una casa, un trabajo… Vaya, como todo el mundo”. Las aspiraciones de vida de Ariadna son como las de cualquier otra persona, al igual que sus días se desarrollan de la misma manera que el resto de la sociedad. Solo un aspecto hace que Ariadna tenga una dificultad que solventar a diario: su condición de borderline por inteligencia límite.
Un término que, tal y como la propia junta directiva de la Asociación Borderline Granada señala, está erróneamente extendido entre la ciudadanía. Y es que son dos las acepciones diferentes que se aglutinan alrededor de la palabra “borderline”: por un lado, se refiere a las personas con Trastorno Límite de la Personalidad – que tienen patrones prolongados de emociones turbulentas o inestables que les puede hacer llegar a acciones impulsivas y relaciones caóticas con otras personas-, mientras que también se utiliza para quienes tienen Inteligencia Límite, como es el caso de Ariadna -la dificultad del colectivo radica en su inteligencia, cuyo coeficiente intelectual suele ser de entre el 70 y 85, siendo la media de entre 85 y 115-.
Según muestran desde la asociación, los usuarios con inteligencia límite tienen una serie de limitaciones mentales que les impiden un desarrollo adecuado a su edad cronológica que se manifiesta, sobre todo, en el uso de habilidades básicas y las relaciones interpersonales.
Además, el “empobrecimiento” a nivel mental que pueden poseer se refleja en problemas de aprendizaje, en la falta de razonamiento, la dificultad para resolver cuestiones, la falta de adaptación y de integración y las carencias en destrezas de la vida diaria, de comunicación y sociales.
“Lo primero que hacemos nosotros cuando alguien viene a la asociación es reunirnos con él y hablar sobre lo que sucede porque en muchas ocasiones las personas andan muy perdidas y confunden ambos términos”, señala Manolo Sastre, trabajador social de la Asociación Borderline Granada.
“NO CONSIDERA QUE SEA ALGO MALO TENER UNA DISCAPACIDAD”
Ariadna es una persona dulce, risueña y tímida. Hablar con ella resulta cómodo porque trasmite la sensación de tranquilidad de quien habla con alguien sin maldad ni tapujos. Alguien cuyo discurso puedes creer, pues la malicia nunca lo alcanzó.
Pero la Ariadna que en la actualidad tiene que ser acallada en la Asociación por las risas y conversaciones que no para de regalar a sus compañeros dista de la que entró por las puertas de la asociación granadina hace casi cinco años. “Al principio no quería venir, entré un poco tímida, pero empecé a soltarme. Ahora me encuentro genial con mis compañeros de la asociación, tengo muchos más amigos que antes”, destaca la granadina de 25 años.
Uno de los principales problemas que tienen las personas con inteligencia límite, según cuenta Manolo Sastre, es la dificultad para mantener relaciones personales y adquirir habilidades sociales. “Muchas familias, cuando vienen a la asociación por primera vez, nos muestran la necesidad de que sus hijos tengan relaciones sociales, porque es lo que más les cuesta. Y es que para integrarte en un grupo es importante compartir con ese grupo, para que te sientas a gusto y hayar el punto en común de que compartes algo con ellos. Así que cuando vienen al centro están tan bien, porque comparten el día a día con personas con sus mismos intereses que, por así decirlo, hablan su mismo idioma”, señala el trabajador social.
Así, Ariadna ha dejado atrás la época del instituto en la que, tal y como ella narra, no se encontraba demasiado a gusto con algunos de sus compañeros por decir “cosas de mí a mis espaldas”, y ahora cuenta sonriente las escapadas que continuamente hace con sus compañeros de la asociación: “Vamos muchas veces al cine a dar un paseo, a cenar…”.
Esta joven granadina no sabía qué era tener una discapacidad hasta que el certificado que lo acreditaba llegó a su casa. “Un día vino y me dijo ‘mi madre dice que tienes que hablar conmigo, que ha llegado este papel a mi casa’, indica Sastre. “Yo me enteré por el papel y no tenía ni idea de lo que era una discapacidad”, indica Ariadna.
Al preguntarle qué considera ella que es tener una discapacidad, las dudas pasan por su mirada y los nervios afloran en la comisura de sus labios. “A ver cómo te lo explico…”, se atranca. “Tengo una discapacidad porque me cuesta hacer algunas cosas. Me costaba mucho hacer los deberes en el colegio y lo que hacía, lo hacía más lento que otras personas. Pero para mí no es nada malo tener una discapacidad. Yo si alguien me dice que tiene una discapacidad, no lo considero malo, me da igual que la tenga. Para mí, no cambia nada ni hay un antes y un después desde que averigüé que la tenía”, expresa rotunda.
Gracias a la ayuda de la Asociación Borderline de Granada, Ariadna en la actualidad se encuentra haciendo unas prácticas en una residencia de Armilla. “La verdad es que estoy muy bien con mis compañeros y todo. Me gusta mucho ir allí. No son las primeras prácticas que hago. Antes ya estuve en otro sitio y las dos prácticas las conseguí gracias a la asociación”, asegura.
“HACEN COSAS QUE NI TENÍAMOS ESPERANZAS DE QUE PUDIESEN HACER”
La misma autonomía que ha conseguido Ariadna hasta encontrar trabajo y hacer una vida cotidiana como cualquier otra persona sin Inteligencia Límite es la que han alcanzado los hijos de Teresa, Antonio Amador y Mari Carmen. Los tres llegaron a la Asociación Borderline para encontrar ayuda a su situación y acabaron formando parte de la Junta Directiva del centro.
Cada vez que hablan de la propia experiencia que ellos mismos han adquirido durante sus años de batalla, un brillo especial aparece en sus rostros. No hay atisbo de pesadumbre o rencor por lo sucedido. No se escucha ni una vez la recurrida frase “por qué a mí”. No. Todos ellos se quedan con el orgullo de que sus hijos, a pesar de todas las dificultades que podían encontrar por tener inteligencia límite, han conseguido superarse día a día y llegar a realidades que ni siquiera sus progenitores tenían la esperanza de que alcanzarían.
“Hay algo muy positivo que vivimos los padres y es ver cómo ellos mejoran, cómo evolucionan e, incluso, hacen cosas que ni pensabas ni tenías esperanzas de que podían hacer. Consiguen sorprenderte día a día y, con esas cosas, son los que las que nos quedamos, con lo positivo”, asevera Antonio Amador, padre de una joven con inteligencia límite. Junto a esto comenta: “Nuestros hijos han conseguido sobrevivir a burlas, a lo que puedan decir los compañeros, a dificultades de todo tipo… y han logrado llegar al 100% de sus capacidad e, incluso, la mía trabaja y eso le ayuda a desarrollarse y sentirse bien. Estamos muy orgullosos de ella”.
Lo mismo sucede con Teresa, quien asegura que “con mucha ayuda hemos salido adelante y mi hijo ha conseguido terminar sus estudios y trabajar”.
Pero lejos de esa estela de positividad, tanto Teresa como Antonio Amador y Mari Carmen están de acuerdo en un asunto: en el caso de sus hijos es muy complicado conseguir la dependencia, algo fundamental para ellos pues, como la propia Mari Carmen señala, “dependen de nosotros siempre y para todo”. “Hay muchas dificultades para que se les reconozcan la dependencia. No es solo por la parte económica, sino que, para mí, el que no la tenga reconocida me imposibilita que pueda estar con ella en el trabajo en momentos en los que debería estar”, narra Antonio Amador.
Sobre el momento en el que descubrieron qué era lo que les sucedía a sus hijos, los tres coinciden en que siempre lo intuyeron. “No sabía qué era, pero sabía que algo no iba bien. Tardaba más en gatear, en hablar…, cosas así que vas observando y que te muestran que hay algo que no va bien”, comenta Teresa.
Y es que, tal y como el trabajador social asegura, entre los síntomas de la Inteligencia límite se encuentran el sentarse, gatear o caminar más tarde que los otros niños, aprender a hablar más tarde o tener dificultades en el habla. Además, les cuesta más recordar cosas y comprender órdenes fáciles, así como aprender las reglas sociales, ver las consecuencias de sus acciones, resolver problemas fáciles para su edad o pensar lógicamente.
LA NECESIDAD DE ACEPTAR LA DISCAPACIDAD
“Estos tres ejemplos son de padres que hicieron lo que tenían que hacer: vieron que había algo en sus hijos que no iba bien y, moviéndose, han conseguido ayudarles. Pero hay otros muchos padres que no son capaces de aceptar que sus hijos puedan tener algún problema. Siempre esperan a que haya un repunte, a que solo sea que van lentos en el colegio o les cueste aprender y, cuando se quieren dar cuenta, ya es tarde, no dan el despunte y ahí es cuando más difícil es ayudarles”, explica Manolo Sastre.
Para estos familiares, los primeros momentos fueron “duros” y se encontraban “perdidos” pero, tal y como ellos mismo comentan, la asociación fue su punto de apoyo principal al poder encontrar el respaldo de personas que no solo les entendieran y les mostraran con claridad su situación, sino que sabían perfectamente por lo que pasaban por sucederles lo mismo a ellos.
“Cuando tienes en tu familia a alguien con inteligencia límite, parece que ni los propios miembros de la familia entienden bien lo que pasa y ahí es donde entra la Asociación. Es un punto de referencia para ellos porque hay familias que entienden de lo que hablan y hace que todo parezca más liviano”, afirma Sastre.
Además, y tal y como cuenta Teresa, es una experiencia realmente enriquecedora para los hijos, porque consiguen sus propios amigos, comparten aficiones con otras personas y hacen algo tan corriente como pasar el día con amigos con los que se sienten cómodos y protegidos.
Desde su fundación, hace 19 años, la Asociación Borderline consigue todas estas metas con su amplio abanico de iniciativas, como son la información y asesoramiento, la formación profesional, la creación de actividades de ocio y tiempo libre, la incursión en el empleo y la mediación laboral, el apoyo a estas personas, entre otros.