22 noviembre 2024

Las fiestas caen tarde este año, lo que ha alargado el segundo gran periodo educativo, además de provocar la pérdida de días lectivos y un tercer trimestre muy compacto

Cantabria ha estrenado un sistema de cinco periodos de dos meses de clase con una semana de descanso entre ellos.

Alumnos exhaustos, profesores que no dan más de sí y un tercer trimestre del curso que va a quedar bastante desdibujado. Este año son especialmente visibles los efectos derivados de que el calendario escolar se vea marcado por las fases de la Luna y el calendario judío. La Semana Santa ha caído tarde y el segundo gran periodo educativo del año se ha alargado más de lo habitual.

Es cierto que los trimestres escolares no coinciden exactamente con el calendario festivo, pero se ven muy influenciados. Muchos profesores admiten que, aunque el segundo trimestre concluyó y se evaluó hace una o dos semanas, el bajón que se produce en alumnos y maestros tras el intenso periodo de evaluación provoca que esta última semana (o 15 días, incluso) se haya trabajado entre poco y bastante poco; todos tenían en mente las vacaciones.

La situación es así por cómo se fija cuándo cae la Semana Santa. Y el calendario de Semana Santa se obtiene a partir del día de la Resurrección, que es el domingo siguiente a la luna llena del mes de Nisán –el primer mes del calendario judío–, que corresponde a los días entre el 22 de marzo y el 25 de abril. Aparte de ser un lío, esto provoca diferencias hasta de un mes de año a año y altera el normal funcionamiento de los cursos escolares.

El melón está abierto

Por estas y otras razones, cada vez son más los que piden que se dé una vuelta a los calendarios escolares. En Cantabria ya lo hicieron, estableciendo cinco periodos de unos dos meses de duración con una semana de descanso entre ellos. La medida, polémica en su inicio entre los padres por cómo se gestó, va ganando adeptos. Para CCOO, está siendo un éxito. Las familias admiten, a través de la FAPA, que no está siendo tan horrible cuando la Administración pone medidas para facilitar la conciliación.

En Madrid, los sindicatos también lo pidieron, pero la Consejería de Educación lo ha rechazado. «Las familias no lo quieren», adujo el consejero. El melón está abierto, sin embargo. «Lo que menos me gusta es que nos altere el calendario la Semana Santa, es alucinante que sea la Luna quien marque el calendario», resume Alberto Arriazu, presidente de la federación de directivos de instituto Fedadi.

Los defensores de un cambio argumentan, como hace Arriazu, que no tiene ningún sentido fijar el calendario en base a una celebración tan aleatoria como la Semana Santa, que provoca situaciones como la de este año. Pedagógicamente, dicen, el mejor modelo es el francés, replicado en Cantabria: dos meses de clase, una semana de vacaciones. «Los profesores cuentan que este año los alumnos y profesores estaban ya desbordados al final del trimestre», cuenta Maribel Loranca, secretaria general de FETE-UGT. Este segundo trimestre escolar, primero del año natural, es especialmente duro en las escuelas por la falta de festivos.

«Llegas muy justo de tiempo»

«Cuando es tan tarde la Semana Santa, en el último trimestre vas muy justo de tiempo», coincide una maestra. Al poco tiempo que queda para el tercer trimestre del año hay que añadir que es en este cuando se hacen las pruebas de evaluación que prevén la Lomce y las diferentes comunidades autónomas. Pruebas que hay que preparar y que también quitan tiempo de clase. Súmense unos currículos cada vez más cargados de contenidos y tenemos algo parecido a una tormenta perfecta.

El «pero» fundamental al modelo cántabro es que las familias se encuentran con los hijos en casa durante una semana a mitad de año. «El principal problema es la conciliación laboral y familiar», concede Loranca. «Para solventarlo hace falta voluntad política, avanzar en medidas reales de conciliación en los convenios y tener en cuenta que los centros educativos, que son de todos, pueden prestar otros servicios que no sean los docentes y lectivos», explica.

Esa es, precisamente, la ruta elegida por Cantabria. Dos de los cuatro parones que se hacen al año coinciden con la Navidad y la Semana Santa (se para, pero no se organiza el curso escolar en función solo de estas fiestas), por lo que no plantean problemas añadidos. Luego queda uno a finales de octubre y el otro a principios de marzo. Para facilitar la vida de las familias, la Consejería y los Ayuntamientos han abierto centros donde las familias pueden llevar a sus hijos, que son atendidos por monitores de tiempo libre y realizan actividades diversas durante el día a un coste de 35 euros semanales (cinco para los alumnos con beca).

«Algo escaso, pero lo han hecho», admite Leticia Cardenal, presidenta de la FAPA Cantabria. «Lo lógico sería que hubieran abierto todos los centros, pero en Santander, por ejemplo, solo lo han hecho dos». Suficiente, si se pregunta a Conchi Sánchez, secretaria general de la Federación de Enseñanza de CCOO en Cantabria, que explica que en el primer corte se ofrecieron 600 plazas de comedor y no se llenaron.

El descanso

Entre las ventajas de este calendario está el descanso de alumnos y profesores. «Viene muy bien», aseguran todos los profesores consultados. Para los pequeños, porque los esfuerzos se hacen largos. Para los mayores, porque la exigencia es mayor y necesitan desconectar. Otra cosa es que realmente lo hagan, como advierte Cardenal. «Para muchos alumnos, no es una semana de descanso. Tienen que ir a los centros, van a ludotecas, etc. Y todo eso se complica cuando para esa semana de parón se les manda una cantidad de deberes exagerada y a la vuelta tienen exámenes», sostiene.

Otro de los problemas de modificar el calendario hacia un modelo con más parones entre medias es que el año escolar se alarga ligeramente. Los días lectivos anuales son los mismos (entre 175 y 180), pero se empieza unos días antes y se acaba unos días después. Pocos, apenas tres o cuatro por cada lado. Y en comunidades como Andalucía o Extremadura a finales de curso ya empieza a hacer mucho calor como para estar metido en un aula sin aire acondicionado, advierten los docentes.

En Cantabria, banco de pruebas, el calendario tendrá que ser refrendado de nuevo de cara al año que viene. Parece que saldrá adelante, ya que el Gobierno lo ve como una apuesta estable a largo plazo, los sindicatos lo apoyan y las familias, principales opositores el pasado año, fueron ignoradas en su momento y ahora están por la labor de no marear más la perdiz y dejarlo como está, según Cardenal. Como toda experiencia piloto, tiene sus pros y sus contras. La cuestión es ir ajustando.