Fer inició una relación con Jorge en una web de citas y de ahí nacieron sus dos niños. «No le había visto jamás. Llegué a pensar que ese noviazgo era una locura». Parejas formadas en la red son ahora padres de la primera generación de ‘baby apps’ del planeta
El 8 de noviembre de 2010 Vera intercambió «una sonrisa» con un chico que parecía amable. A él también debió parecerle bien la chica, porque unos minutos después habían comenzado a chatear y un par de frases más tarde decidió quedar. Aquel primer contacto tuvo lugar un lunes; el jueves, a las once de la mañana, Vera estaba tomando un café con Manuel. Las horas siguientes de aquel día las pasaron mostrándose los rincones de la ciudad que más les gustaban hasta que, a las 11 de la noche, «él me besó». Sin siquiera imaginarlo, Vera y Manu iniciaron aquel día una relación que a la vuelta de unos meses acabaría en boda. «Poco después comentó que podíamos casarnos, pero en un principio nos lo tomamos a broma. Finalmente, en el mes de julio, decidimos poner fecha, y qué mejor que hacerlo coincidiendo con nuestro primer aniversario: el 11 de noviembre a las 11 de la noche (11.11.11 a las 11). En el mes de agosto se lo contamos a nuestras familias y amigos.
A principios de octubre llegó otra sorpresa: nos enteramos de que estamos esperando un bebé. Nunca podré olvidar de qué manera conocí a mi chico, y tampoco que nuestras primeras palabras fueron en eDarling».La historia de Manu y Vera, que nació con aquel emoticono sonriente, es solo una más de las que han surgido al calor de las decenas de webs de citas que de un tiempo a esta parte pueblan el planeta. Su hijo, como otros tantos, forma parte de la primera generación de ‘baby apps’; esos niños cuyos padres se conocieron y enamoraron en la red, y a los que será difícil explicar que hubo un tiempo en que lo que animaba a juntarse y procrear nada tenía que ver con esa suerte de cupido virtual que unió a sus progenitores.
Si los expertos están en lo cierto, no tardará en llegar el momento en que la mayoría de bebés será el resultado de una relación gestada en cualquiera de esas webs que dicen ser capaces de encontrarnos a la pareja perfecta. Si alguien tiene la más mínima duda solo necesita echar un vistazo al estudio publicado por Statista Digital Market. Según esta empresa, una de las referencias mundiales de estadísticas en internet, quince de cada cien españoles está registrado en alguna de las aplicaciones preparadas para dar con ese hombre o mujer estupendo, ya sea para una noche entretenida, o para pasar juntos el resto de nuestras vidas. Eso, en España. En Estados Unidos, los incondicionales de este nuevo Cupido rozan el 27%
De la web al café
Cristina y Armando nunca habrían comenzado a escribir su historia de amor si un buen día no hubieran contactado a través de Tinder. De aquellas primeras conversaciones salió una cita breve en un Starbucks de Madrid. Ellos han contado que aquel día no solo descubrieron que podían ser almas gemelas, sino que tenían un montón de amigos en común. Veinticuatro horas después de aquel primer encuentro Armando le envió a Cristina un enorme ramo de flores. Meses después se habían casado y comprado una casa juntos. En 2015 nació su primer hijo y, según dicen, nada de esto habría pasado si Tinder no se hubiera cruzado en su camino.
Mientras siguen sellándose parejas a través de cualquiera de las aplicaciones que pueblan el éter, y niños viniendo al mundo unos meses después, las cuentas de resultados de quienes han obrado el milagro no dejan de crecer: en 2016, Tinder, Badoo, eDarling… generaron ingresos cercanos a los 75 millones de euros solo en España. Inmunes a cualquier recesión, el negocio mundial de las citas ‘on line’ mueve 1.800 millones de euros anuales y las páginas han crecido en la última década hasta contabilizar 4.000 portales. Por si esas cifras no fueran suficientes para entender de qué tipo de negocio estamos hablando, basta saber que el amor internauta da empleo a 8.000 personas.
¿Quieres sexo? ¿Cómo estás?
Los padres de Lucía y Juan entraron en contacto el 24 de julio de 2007. Aquella noche, Fernanda decidió entrar en el chat de Yahoo. Todavía recuerda el rato que pasó cerrándole las ventanas a hombres que le hacían la típica pregunta de salas de chat: «¿Quieres sexo?». Poco antes de la medianoche alguien con nombre y apellido le preguntó: «¿Cómo estás?». A aquello le seguirían un montón de preguntas y respuestas y más tarde conversaciones de teléfono en las que ninguno de los dos parecía dispuesto a colgar. «El 8 de septiembre de ese mismo año nos vimos por primera vez. Jorge vino a visitarme, porque vivía en otra ciudad, y cuando nos pusimos uno frente a otro yo no sabía qué pensar. ¿Qué era ese noviazgo que habíamos iniciado dos personas que no se habían visto jamás? La verdad es que ese día llegué a pensar que todo aquello era una locura; que estaba de atar». Fer dice que fue el destino el que los unió y se encargó de que permanecieran juntos. Ahora le entra la risa cuando alguien le dice que Lucía y Juan pertenecen a la generación Tinder por más que sepa que cada día son más las parejas que se conocieron igual que ellos.
Los sexólogos no creen que la forma en que se han conocido los padres tenga mayor trascendencia. «Mucha gente se relaciona a través de estas aplicaciones y lo vive con absoluta naturalidad.¿Si esto puede traer alguna consecuencia cuando llegan los hijos? La manera en que se conocen las personas no debería marcar significativamente el futuro de los descendientes», apunta el sexólogo Patricio Gómez Di Leva.
El hecho es que en España, de los cerca de 7,3 millones de solteros en edad casadera, 2,2 millones se registran cada mes en uno de los 20 portales que funcionan. Entran y salen de Meetic, eDarling, Badoo, Tinder o Friendscout24, con la misma facilidad con que nuestras abuelas encendían la cocina de carbón.
Las empresas lo tienen claro. Fuentes de Tinder, la web más utilizada en Europa, dicen que nacieron para solucionar un problema diario, para eliminar las barreras que dificultan que la gente se encuentre. «Aquí los usuarios no tienen ningún miedo a ser rechazados. Se unen a gente de opiniones similares y se les ayuda a tener conversaciones simpáticas; interacciones que, de otro modo, habrían sido imposibles o muy complicadas».
Dicen que son capaces de encender una llama que puede conducirnos a un rato entretenido, una nueva amistad, una relación duradera… o un matrimonio. «La función de Tinder es, simplemente, facilitar las cosas para que nuestros usuarios encuentren nueva gente. Lo que pase después, está en su mano».