Una situación “inaceptable”. Así califica el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) los resultados del último estudio de la Carga Global de Enfermedad que ha concluido que la exposición a contaminantes ambientales provoca al menos 57 muertos al día en España (21.000 al año), de las cuales al menos 15.000 son atribuibles a la contaminación atmosférica.

“Cabe señalar que en el estudio únicamente se incluyen aquellos factores de riesgo sobre los que existe una causalidad plenamente contrastada y para los cuales existen datos para los 195 países analizados, por lo que se trata de estimaciones conservadoras”, puntualiza David Rojas, investigador de ISGlobal, “en cualquier caso, lo verdaderamente grave es que se trata de muertes que no deberían producirse, ya que sabemos las causas y podríamos evitarlas tomando medidas decididas para eliminar la contaminación”.

Los factores ambientales, responsables del 5% de la carga de enfermedad en España

Los contaminantes incluidos en este estudio son únicamente las partículas en suspensión, el ozono, el plomo y el radón, mientras que entre los que han quedado sin contabilizar destacan el ruido, los óxidos de nitrógeno (NOx), los rayos UVA o los pesticidas.

En base a estos datos se estima que los factores ambientales son responsables de un 5% de la carga de enfermedad de la población de España, mientras que en el caso de la Unión Europea la carga ambiental es del 6% y la media mundial asciende al 13%.

De la misma manera que ocurría en ediciones anteriores de este estudio, la exposición ambiental que constituye un mayor riesgo para la salud a nivel global es la contaminación del aire por partículas en suspensión.

A nivel global, se estima que las partículas en suspensión provocan más de 4,2 millones de muertes anuales y dan lugar a más de 167 millones de años de vida sana perdidos o años de vida ajustados por discapacidad (AVAD).

Se da la circunstancia, además, de que a lo largo de la última década se ha producido un incremento de un 7,8% en las cifras globales de mortalidad atribuida a las partículas en suspensión, un hecho al que ha contribuido el aumento de la población.