PERPLEJIDADES por Juan Alfredo Bellón
PERPLEJIDADES por Juan Alfredo Bellón para ELMIRADOR DE ATARFE del domingo 08-10-2017
Tendré que decirlo por enésima vez en plan superhartible, como en Cádiz: nos acercamos a la autodestrucción y a la crisis más absoluta, caminamos derechos a la derrota final. Entre todos la matamos (a nuestra madre España) y ella sola se murió. Asistimos impotentes y perplejos a una concatenación imparable de acontecimientos desgraciados contra los que no estamos sabiendo ni (algunos) queriendo reaccionar, quiénes porque no saben y quiénes porque no les interesa. Así a Rajoy y Puigdemont parece como el agravamiento dañino de la crisis catalana y el imparable emponzoñamiento del proceso independentista parece como si les interesara por igual, a uno porque le tapa las vergüenzas de su corrupción interna y al otro por lo mismo: mientras catalanes y españoles andemos como locos tirándonos de los pelos y arrojándos unos a otros los trastos a la cabeza, no habrá quien se acuerde demasiado del lodazal pestilente al que nuestros propios congéneres ha convertido los respectivos territorios sin que hayamos podido ni sabido evitarlo ni controlarlo.
Ya en los años ochenta, yo solía presumir en congresos fundacionales de reuniones políticas y sindicales de pertenecer a una corriente que sembraba el pánico entre mis desinformados compañeros llamada la de los Perplejos por el Socialismo, fracción de raíz vázquez-montalbaniana y punible como todas en los Estatutos de nuestros respectivos partidos de filiación leninista pero que traslucía a las claras la conmoción que nuestra lucha de entonces y sus previsibles consecuencias provocaba en la moral militante de jóvenes convencidos de la necesidad de nuevas, urgentes y profundas trasformaciones sociales y políticas en nuestra nación.
La eterna cuestión española, el problema de España,, había empezado de nuevo a resolverse con tanta urgencia y eficacia como impremeditación, con tanta contundencia como titubeos, con tanta lucidez y generosidad como desproporción entre los fines y los medios para alcanzarlos. Ante eso, se levantaba la perplejidad dubitativa con que muchos recubríamos la convicción revolucionaria de aquella juventud clarividente. No estábamos locos, sabíamos lo que queríamos, conocíamos la necesidad histórica de construir un ámbito de convivencia nacional democrático inspirado en el socialismo crítico internacional pero veíamos también cuántas eran las dificultades para lograrlo debido a la debilidad del factor humano individual y colectivo y a los vicios nacionales que Franco se atrevió a llamar demonios familiares en su testamento político.
Bien sabría Dios, si existiera, que durante estas últimas semanas he recordado con frecuencia lo de nuestros demonios familiares pensando en el desarrollo del proceso catalanista en los medios de comunicación y en las instituciones públicas y privadas españolas y catalanas. Cuánto interés espúreo soterrado en informativos y declaraciones solo aparentemente patrióticas y desinteresadas; cuánto experto a sueldo sobre y bajo cuerda; cuánto guionista y redactor ocultándose entre bambalinas, cuánto gurú de la opinión supuestamente pública y luego aborregadoramente privada; cuánto fabricador de embustes por sistema, cuánto manipulador interesado del lenguaje y de la realidad, empezando por la propia Iglesia Católica, experta en esgrimir dos retóricas y dos imaginarios con un único relato: yo, siempre encima, como la nata. Y luego, todo el mundo metiendo la cuchara de su opinión y de su interesada mediación ¡Hasta Aznar, uno de los orígenes de problema!
Y yo, como tantos, con el corazón culé partío mientras Alfonso Guerra reclama la vuelta de las legiones romanas y la Virgen de Monserrat se queja de que sus catalanes la tienen negra…. Y el Sabadell y La Caixa, jugando al escondite. Total, que Barcelona es bona solo si la bolsa sona y yo he pasado por ahora de perplejo por el socialismo a perplejo por la democracia,que no es poco con los tiempos que corren, sin adjetivos, y gracias.