Hasta el momento el independentismo era el único que se movía. En España, la siesta de Rajoy había contagiado con su bostezo a toda la sociedad. Ahora ya está todo el mundo despierto

Ahora ya estamos despiertos todos. Hasta el momento el independentismo era el único que se movía. En España, la siesta de Rajoy había contagiado con su bostezo a toda la sociedad. Ahora ya está todo el mundo despierto. Sin duda, las palabras del Rey actuaron de despertador.
Ahora ya todos son conscientes de la gravedad de la situación y la inminencia del desastre, que ofrece su primera señal concreta en el rompan filas de las grandes empresas catalanas. Ahora se amontonan las iniciativas y las movilizaciones con distintos acentos. Con tan distintos acentos que pueden crear nuevos frentes de discrepancia, que es lo único que nos faltaba.
Una prueba de ese riesgo lo da el hecho de que palabras como diálogo, como orden constitucional, como acuerdo, como paz, hijas todas de la misma madre, vuelan de un grupo a otro como armas arrojadizas. De ser así habríamos caído en la gran trampa. No, orden constitucional, diálogo, son conceptos hermanos de sangre, compañeros de filas de la democracia, y no se trata de elegir, no pueden perder ni la legalidad ni la paz.
¿Dónde estabais hasta ahora?, era el reproche de Borrell a las empresas que hasta el momento habían guardado silencio. ¿Dónde estabais y dónde seguís estando?, hubiera podido seguir diciendo Borrell, dirigiéndose ahora al Gobierno, a los partidos nacionales, que en todos estos años no han puesto nada en común.

Ahora manda lo acuciante, por eso todo gira en torno a la declaración de mañana de Puigdemont. En estos momentos lo único importante es detener la declaración de independencia, que nos conduciría a un desastre. O incluso el camino más o menos lateral, la puesta en marcha de la Ley de transitoriedad, que aun aplazando solemnemente la declaración de independencia, se establecería como legalidad paralela. Si esa declaración se produce lo que sigue es tierra incógnita.

Si se consiguiera detener esa declaración de independencia habría la esperanza de la gran política, porque la política a veces se pone de puntillas sobre sí misma. Ahora necesitaríamos la mejor política. Lo mejor de nuestros políticos. Y nuestros mejores políticos. ¿Creen ustedes, por ejemplo, que podremos prescindir de un hombre como Josep Borrell?

http://cadenaser.com/programa/2017/10/09/hoy_por_hoy/1507532886_664551.html

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