Hoy queremos hablar de otra figura ligada a este mundo y que se denomina en el argot taurino “capitalista”. El capitalista es el que pasea a hombros al matador para dar la vuelta al ruedo y disponerse a salir por la puerta grande.

Como bien decía El Espartero torero sevillano que murió en Madrid en 1894 “Más cornás da el hambre”. Y ese dicho parece ser que fue el que empujó a muchos jóvenes atarfeños de la segunda mitad del siglo pasado para animarse y probar suerte en el mundo de los toros, siguiendo la estela del malogrado Miguel Morilla.

Ya hemos hablado en otras ocasiones de atarfeños que probaron en el arte de Cuchares. Pero hoy queremos hablar de otra figura ligada a este mundo y que se denomina en el argot taurino “capitalista”. El capitalista es el que pasea a hombros al matador para dar la vuelta al ruedo y disponerse a salir por la puerta grande.

En la fotografía, tomada en uno de los festejos celebrados en nuestro pueblo, vemos a Vicente Honorio sacado a hombros por Rafael “El Cochero”. Según podemos leer en el libro “Las afueras del toreo” de Javier Manzano:

“Una vez, hace ya tanto tiempo, probaron seriamente en esto del toro, emprendieron el tortuoso camino hacia el trono del toreo con todas las ilusiones metidas en su cabeza. Llegaron a ofuscarse totalmente convencidos de que podrían llegar, absolutamente seguros de que para ellos había una luz en la senda del arte y la muerte. Lucharon contra sus familias, contra sus detractores, contra quienes no se callaban las dudas sobre su futuro. Hubo quien llego a plantearse lo de la alternativa tras algunos éxitos en el ámbito novilleril.
Pero… se quedaron en el empeño, a mitad del camino. Con todas las ilusiones perdidas, y enemistados con todos aquellos que vieron el asunto con escepticismo, los caminos a seguir pasaban por quedarse dentro del oficio pero entre los del segundo plano: meterse a banderilleros, a picadores los más osados, a mozos de espada…; y así un largo etcétera que acababa en hacerse trincón. Para los primeros empleos había que tener influencias y, lo más importante, valor, algo que ellos vieron como cosa lejana, inalcanzable. Para el último de los oficios tampoco reunían las condiciones de simpatía, facilidad de palabra y cara dura desvergonzada que se requería. Ni cortos ni perezosos, muchos de aquellos soñadores tomaron una decisión dolorosa en un principio y divertida más tarde…: los que no perdieron ese espíritu taurómaco decidieron meterse a costaleros o a capitalistas…”

Curiosidades elvirenses.

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