25 diciembre 2024

Empleo rechaza las advertencias del organismo internacional: un panorama sombrío de aumento de desigualdad en la vejez y pérdida de ingresos respecto a las generaciones previas.

España tendrá en 2050 la segunda población más envejecida de la OCDE, sólo superada por Japón. Un verdadero reto para nuestro sistema de pensiones que, según un reciente informe del organismo, no está preparado para que “la experiencia de la vejez” de los futuros jubilados no sea un escenario “drásticamente” distinto al actual, como vaticina la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, en el conjunto de los 35 países más desarrollados.

El extenso informe “Previniendo la desigualdad en la vejez”, que esta semana presentó la división de Economía de la OCDE en Fedea, trata de alertar sobre los riesgos, cada vez mayores, de que los futuros pensionistas sufran más desigualdad y vivan considerablemente peor que las generaciones previas: “Hasta 1960 las generaciones han aumentado alrededor de un 15% sus ingresos respecto a las anteriores. Ahora ese fenómeno se ha estancado y las generaciones venideras perderán renta respecto a sus mayores. Esto es algo nuevo”, explicaba Manuel Flores, economista de la OCDE y uno de los autores del informe.

El análisis incide en que el riesgo de sufrir pobreza se ha trasladado desde los individuos con más edad de la sociedad hasta los más jóvenes, comomuestra la evolución de los salarios: desde los ‘80, la renta de los que hoy tienen entre 60 y 64 años creció un 13% más que el de aquellos que hoy tienen entre 30 y 34 años. “En España los mayores han ganado hasta un 25% más en incremento de renta que los jóvenes”, concreta el economista.

El principal temor de este enfoque es que la desigualdad de renta se traslade a las pensiones, ya que la crisis económica ha truncado la vida laboral de muchos pensionistas del futuro, que en su haber tendrán más periodos de desempleo o de precariedad laboral de los que porcentualmente sufrieron sus mayores, en muchos de los países de la OCDE. Es decir, los actuales “millennials” se enfrentan a una tendencia al aumento de la desigualdad de ingresos entre personas de la misma generación mucho mayor que la de sus padres y abuelos.

Los datos son más preocupantes para aquellos países que mantienen un sistema de pensiones “fijo”, no dependiente de la contribución previa a los sistemas de seguridad social, según la OCDE: “En la mayoría de los sistemas de pensiones la mayor desigualdad salarial se traducirá en una mayor desigualdad en las pensiones, especialmente cuando existen vínculos estrechos entre las contribuciones y los beneficios”, analiza el documento.

Según el informe, hay un grupo considerable de países en los que alrededor del 25% de la desigualdad salarial que existe en el mercado laboral se traslada a las pensiones. España, en cambio, se sitúa entre el grupo de estados en que más del 85% de la desigualdad de rentas del trabajo se transfiere a la pensión. “Prácticamente el 100%”, defendieron los autores del informe en la sede de Fedea.

«El menor de nuestros problemas», según Empleo

No obstante, la presentación del estudio se convirtió en un acalorado debate entre los economistas de la organización internacional y los técnicos del Ministerio de Empleo presentes: el Gobierno rechaza “el rigor” de los datos del informe para el caso de España y discrepa de que no se perciba el efecto redistributivo del sistema de pensiones español: “El informe debería haber mostrado más claramente cuándo los datos no son extrapolables a España”, criticó Juan Luis Gimeno Chocarro, director general de Estadísticas y Análisis Laboral del departamento que dirige Fátima Báñez.

Según Empleo, la metodología del estudio no es la adecuada para el caso español: sus técnicos dudaron de la idoneidad de las fuentes de datos, rechazaron que el sistema español de pensiones no amortigüe las desigualdades y recordaron la existencia de las pensiones mínimas y de los topes máximos en las jubilaciones. También criticaron que la OCDE no tuviese en cuenta “las retribuciones en especie”, esto es, las prestaciones sociales en sanidad y dependencia en España.

“Los datos están ahí”, replicó el economista de la OCDE, incidiendo en que mas allá del enfoque empírico del estudio, construido sobre simulaciones de renta y desigualdad a partir de microdatos, los números se refieren a ingresos y medidas de desigualdad reales, que la sociedad española experimenta ya hoy. El economista explicó que quizá Empleo no ve la desigualdad en la encuesta de estructura salarial porque esta fuente sólo contempla a los que cuentan con un trabajo: “Esos datos dejan fuera a gran parte de población en España, teniendo en cuenta la elevada tasa de desempleo”, respondió.

«No podemos olvidar que los que mejor han salido de la crisis han sido los pensionistas”, insistió por su parte el técnico de Empleo, un departamento al que no han sentado nada bien los titulares de toda una semana sobre un informe internacional que pone en entredicho el sistema de pensiones español. “La desigualdad entre los pensionistas puede ser un problema, pero desde luego es el menor de nuestros problemas”, lanzó el técnico de Báñez, que incidió en la precariedad laboral de los jóvenes y la dificultad del acceso al mercado de trabajo como el principal escollo en la salud del sistema.

Fue Monika Queisser, jefa de la División de Políticas Sociales de la OCDE, la encargada de fijar el debate sobre el epicentro real: los futuros pensionistas, y no los actuales. La economista recordó a Empleo que el análisis no critica los datos de desigualdad que se dan hoy en España, sino la que está por venir. Subrayó que los autores del informe son conscientes de que “el sistema de pensiones no puede solucionarlo todo”. “Hay que empezar mucho antes a reducir estas brechas, y de eso quiere alertar el informe”, replicó.

No en vano sus datos constatan que las desigualdades económicas comienzan a definirse muy pronto en la vida de los individuos, puesto que las desventajas en cuestión de salud, educación, empleo e ingresos se refuerzan mutuamente a lo largo de la vida. De media, dos tercios de esa desigualdad en los ingresos vitales se traslada a la desigualdad en las pensiones, pero los porcentajes varían desde el 25% en países anglosajones hasta más del 85% en un tercio del total de la OCDE.

Según el informe, en 1980 sólo 20 de cada 100 personas mayores de 65 años se encontraban en edad de trabajar en sus países. En 2015 esa cifra aumentó a 28. Si la tendencia no mejora, en 2050 se duplicará hasta 53 de cada 100. Pero el escenario es mucho peor para España: dentro de 35 años, 76 de cada 100 personas estarán aún en el mercado laboral pasados los 65 años, frente a los 30 actuales y los 20 de 1980.