Ana Orantes Ruiz (Granada, 1937 – Cúllar Vega, 17 de diciembre de 1997) fue una mujer española víctima de violencia de género, que expuso en una entrevista televisiva la violencia a la que había sido sometida por parte de su exmarido.

Pocos días después del testimonio en televisión fue asesinada por su expareja,​ lo que generó dentro de la sociedad española gran repercusión y visibilización de la violencia machista, y como consecuencia, la remodelación del Código Penal. Ana fue la víctima de violencia de género número 59 de 1997.

Ana Orantes Ruiz nació en Granada en 1937. Tenía 19 años cuando conoció a José Parejo Avivar en una celebración. José era un hombre muy celoso pero debido al romance este aspecto quedó en segundo lugar para Ana. Se casaron tres meses después de conocerse y se mudaron a la casa de los padres de él.

Tres meses después de casarse se produjo el primer ataque de muchos que sufrió Ana durante los 40 años de matrimonio en el que tuvieron ocho hijos. José Parejo le pegó por que ella «le molestó» comunicándole que acababa de volver a casa. El suegro de Ana reprendió a su hijo golpeándolo a su vez, mientras que su suegra, Encarnación Avivar (una mujer ya conocida por ser violenta) mantenía una actitud completamente diferente: «la bese o le pegue, no es asunto nuestro»

Años de maltratoEditar

Ana vivió cuatro décadas sometida a un marido que nunca la había querido y para el que no era más que una pertenencia, un objeto a su servicio. Éste le propinaba palizas siendo cualquier motivo «razón suficiente » para ello (como hacer la cena muy caliente o demasiado poco).

No sólo ella vivió esa suerte. Sus hijos habían crecido entre maltratos y abusos, además de ser testigos directos de las crueldades de su padre. Francisco, el menor de todos los hermanos, intentó arrojarse por la ventana a la edad de siete años. Ana, la segunda, precipitó su boda y se casó con 14 años por dejar de ver a su padre y evitar que la violase (algo que intentaba desde que ésta tenía 8 años). En cuanto pudo, Ana auxilió a algunos de sus hermanos: se llevó a Charo con 12 años y a Jesús con 14. José se casó con 17 años, Alberto con 18 y Rafael con 20 (siendo el que más tiempo soportó).

Tras denunciar la situación en reiteradas ocasiones, la mujer consiguió que una sentencia judicial la separara de su marido en 1995, aunque el fallo la obligó a seguir conviviendo con el hombre: ella vivía en el piso de arriba del chalé con sus dos hijos no emancipados, y su ex marido en el de abajo.

Evidentemente, como Ana se alojaba en el piso superior de la vivienda y el agresor permanecía en la planta baja, el acoso y los malos tratos continuaron. Así pasaron dos años en los que, según manifestaron posteriormente los vecinos, las agresiones, peleas y discusiones entre ellos habían sido frecuentes a pesar de las denuncias que la mujer interponía contra su exmarido.

Entrevista

Tras divorciarse de su marido, Ana acudió valientemente el día 4 de diciembre de 1997 al programa televisivo de Canal Sur De tarde En Tarde, presentado por Irma Soriano, para dar testimonio de su situación. Allí, habiendo venido acompañada por su hija menor Raquel – sentada ésta en la grada de los espectadores -, relató con una firme entereza, a la vez que de manera sobrecogedora, como habían sido sus cuarenta años en un matrimonio plagado de humillaciones, calvario y maltratos.

Afirmó que la agredía con continuas palizas, la forzaba «borracho» a mantener relaciones sexuales, la insultaba constantemente y que con el paso de los años le prohibió visitar a su familia. Además de, entre otros perturbadores recuerdos, alegó la ya comentada violencia que su ex-marido ejercía contra sus propios hijos. Fechorías que las ejemplarizó, aparte de violentarlos corporalmente, con sus expulsiones del hogar familiar a temprana edad e incluso con intentos de abuso sexual hacia algunas de sus hijas, a base de tocamientos en las piernas.

Presentó ante todo el país una realidad que muchas otras mujeres sufrían pero que no se atrevían a mencionar.

La entrevista fue muy comentada por los vecinos y provocó las iras de su ex marido. Según varios testigos que declararon ante la Guardia Civil, él prometió vengarse.

Más tarde, vecinos de la localidad granadina aseguraron que la víctima temía por su vida en los últimos días después de haber aparecido en televisión, y que incluso había comentado a la pescadera algo como «me comeré las gambas esta Navidad si es que sigo con vida».

Asesinato

El miércoles 17 de diciembre de 1997 hacia las 14:00h, catorce días después de la emisión de esa entrevista televisiva, José Parejo llevó a cabo su venganza (por lo que él consideraba «un acto de rebeldía» y una afrenta de su exmujer). Después de darle tal paliza a Ana que la dejó inconsciente, la ató a una silla en el patio del domicilio familiar (en la calle Serval en Cúllar Vega), la roció de gasolina y la quemó viva delante de uno de sus hijos menores, de 14 años que volvía del colegio en ese momento y que fue quien alertó a los vecinos y estos llamaron a la policía. Cuando la Guardia civil llegó y apagó el fuego sobre Ana, ya no pudo hacer nada por ella. Ana tenía 60 años.[4]

La Guardia Civil puso en marcha un dispositivo para detener al asesino, que se había dado a la fuga. Dos horas y media después, se entregó a los agentes, y fue trasladado a las dependencias cuartelarias.

Fue sentenciado a 17 años de cárcel.

Justo siete años después del crimen, el 17 de noviembre del 2004, José Parejo murió en el Hospital Ruiz de Alda de Granada tras un infarto al miocardio sufrido en la cárcel.[5]

 Repercusión

Hasta la caída del Franquismo, la mujer fue tratada por el Código Penal como una menor de edad, incapaz de decidir sobre la administración de sus bienes ni decidir sobre su propio cuerpo. La violación en el matrimonio no estaba prohibida, el adulterio se penaba exclusivamente si lo llevaba a cabo una mujer e incluso estaba permitido el maltrato bajo el amparo del derecho a “corregir a la esposa”.

La Constitución de 1978 empezó a cambiar 50 años de denigración política. Con la llegada de la democracia se reconoció la igualdad de géneros y se prohibió la discriminación sexual. Durante la década de los años 80 y principios de los 90 se reguló la separación por malos tratos, se introdujo el delito de violencia doméstica en el Código Penal y se lanzaron varios Planes de Igualdad.

Se había avanzado, pero la pandemia de la violencia contra la mujer seguía siendo una realidad que no marcaba ninguna agenda. Ni la política ni la de los medios.

El asesinato de Ana Orantes cambió la percepción de la sociedad sobre la violencia contra la mujer. Obligó a los medios a reflexionar sobre el tema: la cruel realidad de la violencia machista había entrado en directo en todas las casas de España. Los medios hablaban de ello sin cesar, las tertulias y los informativos no podían darle la espalda a lo que ahora se sabía que era un problema real. El asesinato de Ana Orantes provocó manifestaciones de repulsa y movilizaciones, en las que durante años se pudo oír el grito de «Ana somos todas». Se sucedieron los homenajes y las muestras de condolencia. Un problema real y conocido copaba las portadas y abría informativos.

Era necesario actuar. Así lo indicaron las asociaciones de mujeres, que señalaron al sistema judicial como una de las principales causas del problema. Los medios también se sumaron a la crítica y cambiaron el enfoque del tratamiento de la violencia contra la mujer: por primera vez la voz que importaba era la de las víctimas, más allá de las instancias políticas.

Fruto de la sacudida, la legislación española evolucionó para intentar poner fin a la lacra. El primer paso se dio en 1999, durante la primera legislatura del presidente José María Aznar. Se eliminó la denuncia previa por parte de la persona que sufre los maltratos como requisito indispensable para perseguir la violencia doméstica. Pero no era una solución definitiva: el problema era estructural.

Tras un largo proceso de diagnóstico de las causas de esta violencia, el Parlamento español aprobó por unanimidad la Ley Integral 1/2004. La nueva legislación no sólo se centraba en medidas judiciales dedicadas a actuar contra el maltrato, buscaba la prevención. Para ello se modificaron aspectos de la ley educativa y en las referentes a la publicidad, en pos de construir una estructura social basada en el igualitarismo y la no violencia.

Memorias

En el municipio de Cúllar Vega se erigió un monumento en forma de monolito en recuerdo de Ana Orantes y Encarnación Rubio, ambas víctimas mortales de la violencia machista. Cada año, el 25 de noviembre, se celebra junto a este monolito el acto institucional municipal del Día Internacional Contra la Violencia hacias las mujeres, con lectura del manifiesto aprobado en el pleno consistorial, y la intervención de asociaciones y los diferentes sectores de la comunidad educativa de Cúllar Vega: AMPAs y centro/alumnado.

La periodista y feminista Nuria Varela publicó en 2012 un libro titulado La voz ignorada. Ana Orantes y el fin de la impunidad con el deseo de «homenajear a una mujer que perdió su vida por la verdad y que, gracias a su valentía, consiguió sacudir la conciencia de un país, modificar sus leyes, romper el silencio e introducir en el debate público y la agenda política lo que hasta entonces era una cuestión circunscrita al ámbito privado».

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