Por qué los políticos no hablan de Cultura
“Hemos sustituido la Cultura por el consumo de algo que llamamos ‘información’, con la embrutecedora pérdida que eso supone”.Desde hace algunos años, la Cultura se ha eliminado de los discursos electorales y de los propios programas de los partidos políticos. Algunos han difundido la idea de que se trata de un “asunto superfluo” en época de crisis. Más allá de la mentira que encierran tanto la afirmación como la “crisis”: ¿Es más o menos superfluo que el rescate de las autopistas o las entidades financieras? ¿Más o menos superfluo que los miles de millones anuales entregados a la Iglesia católica? ¿Más o menos superfluo que los millones destinados a publicidad institucional en los medios de comunicación?
El problema está en el espejo.
Lo cierto es que hemos sustituido la Cultura por el consumo de algo que llamamos “información”, con la embrutecedora pérdida que eso supone. Para empezar, porque la información está trufada de mentiras o sencillamente construida sobre ellas, y responde a los intereses de las oligarquías que la mantienen, mientras la creación responde solo al creador. Pero la diferencia no se queda ahí. La información caduca inmediatamente, hueca y volátil, trampa y cáscara, mientras la creación nos lanza hacia el futuro, dejando huella de lo que somos, un rastro que permanece y es herencia.
Y espejo.
La Cultura es el espejo en el que nos miramos como sociedad. Una obra literaria o cinematográfica, una obra de teatro o ensayo, una pieza musical, la arquitectura de un suburbio, por poner algunos ejemplos, responden a la sociedad a la que pertenecen, retratan sus carencias y sus incertidumbres, sus logros y sus desamparos. Y lo hacen sin responder a las presiones de los sistemas financieros o políticos. Lo hacen, y punto. Ahí nos vemos nosotros. Pero además, ahí podrán vernos las generaciones venideras. Cuánto hemos aprendido de esta Europa con Virginia Woolf, Camus, Bertolucci, Duras, Calvino, Mann o Passolini. Cuánto de esta España con Lorca, Rodoreda, Machado, Cela, Ramón J. Sender, Marsé o con Buñuel, los Querejeta, Almodóvar o León de Aranoa… La lista es inmensa y no se puede comparar con nada de todo esto que llamamos “información”. Bob Marley, Nina Simone, Auserón, Curtis Mayfield, Paul Weller, Aute, Cohen, Patti Smith, Brassens, The Specials, Siniestro Total, Battiatto… No acabaríamos… Scorsese, Coppola, Kubrick, Ford, Orson Welles, Godard, Lang….
Porque la Cultura es el espejo en el que mirarnos.
Solo comprendiendo esto podemos entender por qué los partidos políticos actuales la han eliminado absolutamente de sus programas, e incluso de la idea de gobierno que realmente tienen –la de los programas tiene poco o nada de real–.
Si permitieran, apoyaran y promovieran la Cultura, florecerían obras que serían espejo. Entonces, nosotros podríamos mirarnos en ella, ver en qué nos han convertido: en una panda de ignorantes que comparten su ejercicio de indigencia, su imposición del dolor y su idea sobre este miserable gueto blanco de consumo rodeado de alambradas.