Fuegos, sequía, huracanes… y Trump se quedó solo. Estos han sido algunos acontecimientos importantes durante el año.

Después de un 2016 en el que se consiguieron algunas victorias globales importantes, como la entrada en vigor del acuerdo de París, 2017 ha traído algunos golpes duros. Repasamos las noticias climáticas más sonadas del año.

Trump se queda solo

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció en junio que su país se retiraría del Acuerdo de París, el tratado vinculante que conmina a sus firmantes a mantener el aumento de temperatura “bastante por debajo de 2ºC“. Sin embargo, lo que en un principio llenaba de desconcierto a la comunidad internacional, se convirtió en un catalizador para la lucha contra el cambio climático. Los países, las empresas, la sociedad civil, e incluso los gobiernos estatales y locales de los Estados Unidos redoblaron sus compromisos contra el calentamiento global. Incluso los dos únicos países que no se habían adherido al tratado (Nicaragua y Siria) acabaron por firmarlo. Todo por no estar al lado de Trump.

El aislamiento de la Casa Blanca se hizo patente en la cumbre One Planet, organizada por Francia a principios de diciembre, a la cual no fue invitado Donald Trump (después de que la delegación estadounidense a la COP23 se dedicase a la defensa del carbón).

Sabor agridulce en la COP23

Precisamente unas semanas antes de One Planet se celebró en Bonn (Alemania) la 23ª Conferencia de las Partes de las Naciones Unidas, la cumbre de negociaciones climáticas por excelencia. La cita concluyó con sabor agridulce. Se puso la primera piedra del manual de instrucciones del Acuerdo de París, pero la dirección inicial no satisface las reivindicaciones de los países más pobres del planeta. En la COP23 se reconoció el papel de los pueblos indígenas en la protección de la naturaleza, pero fue recibido con reservas por las comunidades nativas.

La cumbre fue también el escenario de la puesta en funcionamiento de una coalición de países contra el carbón, el más contaminante de entre los combustibles fósiles. España no se sumó a la iniciativa, lo que no es de extrañar por la afinidad que ya ha expresado en varias ocasiones el ministro de Energía, Álvaro Nadal, por mantener el carbón en el mix energético nacional.

Año de huracanes

La temporada atlántica de huracanes 2017, que terminó el pasado 30 de noviembre, ha dejado una devastación sin precedentes en el Caribe y el sur de Estados Unidos. En total, este año hemos tenido 17 tormentas con nombre, de las cuales diez han llegado a ser huracanes y seis han alcanzado categoría 3 o superior. Tres de ellos han batido récords y serán recordados: Harvey, Irma y María.

A finales de agosto y principios de septiembre, el huracán Harvey asoló las islas más septentrionales del Caribe, Guyana, Surinam y las costas de México, Texas y Louisiana. Houston fue la ciudad más afectada. Nunca había llovido tanto en la ciudad texana, en la que perdieron la vida unas 90 personas, la mayoría por ahogamiento.

Irma y María siguieron trayectorias similares, de este a oeste a lo largo de la cadena de las Antillas septentrionales. Irma se convirtió en el primer huracán de fuerza 5 en tocar tierra en estas islas, y uno de los más intensos jamás registrados en el Atlántico (aunque sería superado por María unas semanas después). Entre los dos produjeron daños catastróficos sin precedentes en Antigua y Barbuda, Dominica, Puerto Rico, República Dominicana, Cuba y Estados Unidos. Puerto Rico, Dominica y Barbuda aún no se han recuperado de sus efectos, y cientos de miles de personas siguen sin electricidad.

Los huracanes, como cualquier fenómeno meteorológico individual, no pueden normalmente atribuirse al cambio climático. Sin embargo, las condiciones para que haya cada vez huracanes más intensos (sobre todo una mayor temperatura en las aguas superficiales del océano), sí están directamente relacionadas con estas devastadoras tormentas.

Arde el noroeste

Aquí en la Península Ibérica también hemos tenido nuestra ración de desastres ecológicos derivados del cambio climático. Las altas temperaturas y la sequía, combinados con las fuertes rachas de viento de otra tormenta tropical (Ofelia), favorecieron que una serie de incendios provocados arrasaran unas 50.000 hectáreas de monte en Galicia, Asturias y Castilla y León. Fallecieron cuatro personas.

Los incendios también afectaron al norte de Portugal, donde más de 30 personas murieron. El país vecino (que también sufrió devastadores fuegos en junio) ha perdido este año unas 150.000 hectáreas pasto de las llamas.

El gobierno de Galicia, que preside el popular Alberto Núñez Feijoo, fue duramente criticado en los días posteriores a la tragedia, tras trascender que solo unos días antes había despedido a centenares de brigadistas antiincendios. A pesar de estar en octubre, las condiciones de viento y temperatura, así como la falta de lluvias, indicaban un alto riesgo de fuego.

Sigue la sequía

Finalmente, una de las noticias de 2017 puede convertirse en una auténtica alarma en 2018. Las lluvias de las últimas semanas no han servido para recuperar el nivel de los acuíferos, y la sequía se encamina a ser una de las más intensas que se recuerdan.

Los embalses españoles están por debajo del 40%, una cifra muy pobre para el mes de diciembre (no estaban por debajo de este nivel desde 1995). La falta de agua amenaza con convertirse en un serio problema para el verano del año que ahora comienza. Y es una realidad a la que debemos acostumbrarnos: la sequía, las olas de calor y la desertificación son tres de los efectos del cambio climático que más afectan a la Península Ibérica. El 80% de la superficie del país podría verse afectada por la desertificación en las próximas décadas.

El futuro de España pasa, según apuntan organizaciones como Greenpeace o Ecologistas en Acción, por una gestión del agua más eficaz, y no solo cuando hay sequía. Esto pasa por reducir y racionalizar el consumo, del cual la agricultura de regadío representa el 85%.

 
FOTO: Una protesta en Bonn. Valentin Pfleger
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