Está asumido por todos los estudiosos y políticos que el 28F no hubiera sido posible sin que antes más de un millón de andaluces salieran a la calle para pedir libertad, democracia y autonomía el 4 de diciembre de 1977

  El 28 de febrero de 1980 el espíritu de lucha buscó y alcanzó el autogobierno.

El significado del 28 F, Día de Andalucía, no es lo mismo para todos los ciudadanos, pero sí hay algo aceptado por todos ellos: el pueblo andaluz fue capaz de diseñar su futuro en las urnas y escribió, quizás, su mejor historia. Fue la primera victoria colectiva del pueblo andaluz y el inicio del camino que nada iba a ser fácil pero nada iba a ser lo mismo que antes. A menudo se olvida de dónde veníamos, con analfabetismo que alcanzaba a más de la mitad de la población rural, con el caciquismo entroncado en la mísera historia del campo andaluz, sin libertades.

Puede que a las dos últimas generaciones, el 28 F le suene a chino porque nacieron en democracia y no saben lo que es vivir en un régimen dictatorial en el que estaban prohibidos los derechos más elementales y donde la marginación, la emigración, el olvido era una acerada espada clavada en el corazón de Andalucía. Por eso y por muchas cosas más vale la pena estar reivindicando de forma permanente y no solo en fiestas de guardar el espíritu de lucha que sacó al pueblo de la miseria y la explotación social el 4 de diciembre de 1977 y el 28 de febrero de 1980 buscando y alcanzando el autogobierno.

Está asumido por todos los estudiosos y políticos que el 28 F no hubiera sido posible sin que antes más de un millón de andaluces salieran a la calle para pedir libertad, democracia y autonomía el 4 de diciembre de 1977, donde se produjo en Málaga el asesinato por un policía de García Caparrós, como tampoco sin haberse firmado en Antequera el 4 de diciembre de 1978 el pacto preautonómico promovido por el presidente Plácido Fernández Viagas.

El Pacto de Antequera fue el mayor hito de consenso habido en España por el que todos los partidos políticos se comprometieron a impulsar y desarrollar para «conseguir para Andalucía, dentro del plazo más breve posible, la autonomía más eficaz en el marco de la Constitución». Nunca se había producido tal unanimidad y consenso de todos los partidos políticos para pactar el documento que nos iba a mostrar el camino de la autonomía plena.

Coincido con dos prestigiosos historiadores, Manuel Hijano del Río y Manuel Ruiz Romero, cuando afirman que el Pacto Autonómico de Antequera, al margen del Estatuto, «supone el documento político más importante de la transición andaluza».

Y como se ciernen interesadas y deleznables dudas sobre la Transición yo afirmo que la autonomía andaluza estuvo en el origen de la misma como un derecho del pueblo que no se ejercitaba contra nadie sino como un instrumento para sacar a nuestra tierra de su marginación y subdesarrollo. Y hay que afirmar que la autonomía andaluza fue la que contó con más respaldo popular de toda España y en dos ocasiones.

Rodríguez de la Borbolla lo tiene más claro aún cuando escribe que el 28 F fue la «primera victoria colectiva del pueblo andaluz; hasta esta fecha, en efecto, los andaluces no habíamos ganado, nunca, ninguna batalla. El pueblo andaluz había perdido siempre». La noche del 28 F, que yo viví con especial intensidad como periodista y andaluz, me hizo exclamar «nunca más de rodillas» y así titulé uno de mis trabajos.

Sería el expresidente Rafael Escuredo, el gran impulsor de la autonomía por el artículo 151 de la Constitución, quien recorriera toda la Andalucía para dejar claro un mensaje que hoy día sigue vigente: conseguir un autogobierno en pie de igualdad con las demás comunidades autónomas y que fuera la herramienta de desarrollo social.

Andalucía, como ha dicho ahora la presidenta andaluza Susana Díaz, no quiere privilegios, pero tampoco ser menos que nadie. Y este espíritu prevalece y cada vez con más ahínco cuando asistimos asombrados al derrotero y desvarío, a veces pienso que hasta mental, de quienes llevan el caos a Cataluña, siembran el odio, alimentan la desesperanza y se instalan, de forma permanente, en la mentira; buscan la confrontación y aspiran a un gobierno donde se imponga la santa voluntad del fugado a Waterloo, el señor Puigdemont, enfermo de poder.

O sea, todo lo contrario al espíritu y verdad del 28F.

 

Juan de Dios Mellado

http://www.laopiniondemalaga.es/opinion/2018/02/28/28f-primera-victoria/989831.html

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