22 noviembre 2024

Los sesentones y los setentones están muy lejos de la decrepitud. Muchos de ellos tienen un gran vigor y las uñas muy afiladas, demasiado afiladas como para no reaccionar ante la ofensa de un incremento de sus pensiones del 0,25%

Los viejos empiezan a asustar. Cinco días después de las manifestaciones de la semana pasada Montoro ha anunciado que introducirá en los presupuestos del año que viene, cuando se aprueben si se aprueban, una serie de incentivos fiscales para los pensionistas. No dio más detalles. Lo más probable es que estuviera improvisando. Además, más de un 60% de los pensionistas están exentos del pago del IRPF. Pero la noticia está en los cinco días, en la necesidad de salir al paso con una rapidez extraordinaria para tratar de neutralizar las nuevas manifestaciones previstas para los próximos días.

El espectáculo de la protesta en la calle de las personas mayores y su ira ante el Congreso de los Diputados es de muy difícil digestión para todos los partidos e imposible de tragar para cualquier gobierno. Y es electoralmente muy peligroso para el Partido Popular, pues en su clientela predominan ampliamente las clases pasivas, un 40% son jubilados y pensionistas, con el PSOE pisándole los talones, y estamos hablando de ocho millones de votos. Y en la sociedad de hoy los sesentones y los setentones están muy lejos de la decrepitud. Muchos de ellos tienen un gran vigor y las uñas muy afiladas, demasiado afiladas como para no reaccionar ante la ofensa de un incremento de sus pensiones del 0,25%.

Las protestas de las personas mayores constituyen, por el momento, una novedad pero creo que van a dejar de serlo. El envejecimiento de la población es un hecho incontestable en todo el mundo y se calcula que en las próximas décadas el número de personas de más de 80 años se va a multiplicar por 4. Siempre analizamos este fenómeno desde el punto de vista de la carga que significa este sector para la sociedad pero no tardaremos en acostumbrarnos a estudiar otros parámetros, entre ellos, el de su peso político. Y cambiará muchas cosas cuando se descubra que es un poder muy relevante y, sobre todo, cuando él, el sector, los viejos adquieran conciencia de ese poder. Por el momento, lo dicho: los viejos empiezan a asustar.