El cambio horario agrava los síntomas del Síndrome del Ocaso

Alteraciones biológicas y psicológicas que se registran a la caída del sol se intensifican al modificar la hora de las rutinas

Al caer el sol, el cuerpo y la mente reaccionan. Agitación, confusión, ansiedad, irritabilidad son algunos de los síntomas que, en la mayoría de los casos, pasan inadvertidos por su baja intensidad y porque van asociados a rutinas horarias que normalizan las sensaciones. Pero en las personas más vulnerables, como los mayores y, en especial, aquellos con trastornos como el alzhéimer o demencia, estas manifestaciones pueden agravarse. Es el Síndrome del Ocaso o Sundowning. El cambio horario, como el de esta noche del sábado al domingo, cuando a las dos de la madrugada se adelantan los relojes una hora, afecta al modificar de forma brusca la relación entre los horarios habituales y el que marca la naturaleza.

Sundowning se define en el informe como «la aparición o exacerbación de perturbaciones del comportamiento asociadas con el mediodía y las horas del atardecer»

Estas reacciones y comportamientos que se intensifican al atardecer han sido estudiados en una investigación preliminar, publicada por The American Journal of Psychiatry, que relaciona estas alteraciones con los ritmos circadianos, que marcan los ciclos del sueño, y la melatonina, la hormona que los regula.

El síndrome, cuestionado por algunos científicos, que atribuyen los cambios en el comportamiento a otros factores ambientales, como el deseo de volver a casa tras el trabajo o los horarios laborales vespertinos y nocturnos, es conocido entre los cuidadores de personas con trastornos, que le han dado nombre. El informe Sundowning and circadian rhythms in alzheimer’s disease define la alteración como “la aparición o exacerbación de perturbaciones del comportamiento asociadas con el mediodía y las horas del atardecer”.

El ritmo circadiano se refleja en todas las personas en la temperatura del cuerpo, la tensión, la secreción de hormonas, la producción de glóbulos rojos y en reacciones psicológicas. En personas con alzhéimer, el reflejo de las alteraciones de este ciclo biológico se manifiesta de forma más pronunciada.

Las alteraciones habituales se intensifican con los cambios horarios artificiales

La investigación se ha realizado sobre 25 pacientes de entre 60 y 88 años de edad y 11 con diagnóstico de alzhéimer. Ninguno contaba con un historial previo de desorden psiquiátrico o neurológico distinto al del trastorno elegido y no tomaron antipiréticos o sedantes 24 horas antes del estudio. Los sujetos de comparación fueron nueve voluntarios de entre 67 y 83 años sin patologías. Todos fueron expuestos a periodos de luz y oscuridad regulares, entre las seis de la mañana y las diez de la noche.

David Curto, jefe de la Dirección Asistencial de Sanitas Mayores, ratifica con su experiencia la existencia de estas alteraciones, que afectan a todos, pero en mayor medida a los mayores, como cualquier cambio de rutina. “En las personas sin patologías, la adaptación a un cambio horario es más rápida y, además, la comprensión la facilita. Se adquieren estrategias para afrontar el cambio de hora. En los pacientes con demencia o alzhéimer, sin embargo, los síntomas se agudizan”.

Para abordar esta alteración, que se intensifica con los cambios horarios, Curto afirma que en su departamento se modifican los horarios poco a poco para acomodar la secuencia de atardecer, cena, higiene y sueño. “No cambiamos la cena en una hora, sino que la vamos retrasando unos minutos cada día. Además, adoptamos medidas ambientales para regular la intensidad de la luz”, comenta.

Por otra parte, establecen medidas para controlar que el sueño diurno no afecte al nocturno, facilitando a las personas a las que asisten actividades estimulantes o lúdicas para que lleguen al final del día, que se prolonga, con ganas de dormir y sin necesidad de fármacos.

Del mismo modo, «el reloj biológico de los niños puede tardar en ajustarse varios días, e incluso una semana, provocando alteraciones en la vigilia del sueño, desorden del apetito, irritabilidad, problemas de atención o pequeñas alteraciones del ritmo cardiovascular», según ha explicado a Europa Press el portavoz de la Asociación Española de Pediatría (AEP), Gonzalo Pin.

Pin recomienda, al igual que Curto, la adaptación paulatina y progresiva de las rutinas, en intervalos de 10 a 15 minutos para que la transición sea más suave.Igual que con los mayores, se puede recurrir a propiciar la entrada de luz o a apagarla, según las horas,  y evitar la exposición a las pantallas una hora antes de acostarse.

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